Infección hospitalaria mata a mujer tras cirugía laparoscópica
Una mujer de 62 años, cuyos familiares piden reserva de su nombre, murió en julio de 2018, por la infección que contrajo en una cirugía laparoscópica de vesícula, en un centro especializado de Cochabamba.
María (nombre convencional) llevaba unos años aguantándose de que le operaran de la vesícula. Se privaba de muchos alimentos para cuidarla, por lo que tenía bajo peso. Un médico que la vio le pidió que aumente para operarla después. No le parecía muy urgente. De tanto en tanto, volvía a dolerle y tomaba calmantes.
En mayo de 2018, se descompuso, y los hijos la llevaron a un centro médico especializado de la ciudad. La gastroentoeróloga que la vio, ordenó su inmediata internación para una cirugía laparoscópica, con lo que tranquilizó a María y a sus familiares.
"Francamente, habría sido mejor una cirugía invasiva, con corte, porque, además de la contaminación hospitalaria, al extraerle derramaron el líquido de la vesícula y le ocasionaron una peritonitis", comenta la hermana de María.
La cirugía fue un domingo y, al salir, la gastroenteróloga dijo que “todo salió bien”, que le darían el alta al día siguiente. Ese lunes, los pies de María estaban hinchados y en el hospital dijeron que sus riñones no funcionaban bien. Le pusieron una sonda para que drene el líquido y haga pis.
Los médicos titulares aplicaron una técnica dictatorial. Cuando los familiares hacían alguna pregunta, ellos decían "después vamos a hablar, estoy en consulta, en quirófano”, etcétera, dejando a todos con la palabra en la boca.
La paciente estaba desesperada de irse. Estuvo internada cinco días. Le dieron el alta, pero ese fin de semana se sentía fatigada. La herida seguía drenando un líquido azul. “Pensamos que era de los medicamentos”, comenta la hermana de María.
El lunes siguiente fue al nefrólogo, que diagnosticó una infección. La paciente fue a otra clínica y encontraron en los primeros análisis que se había contaminado con una bacteria intrahospitalaria, del quirófano: la pseudomona. De todas las bacterias es la peor y, si el paciente supera el episodio, es portador de la bacteria.
Aislaron totalmente a María. Sus visitas tenían que ponerse ropa de quirófano y barbijo para visitarla. No la podían llevar a terapia intensiva porque su infección era muy contagiosa. Su habitación llevaba un cartel que la identificaba como “paciente altamente contagiosa”.
En nuevas revisiones, los médicos de la clínica encontraron suturas donde no correspondían. En otro análisis, descubrieron que el líquido azul de la vesícula estaba invadiendo muchos órganos, incluso los pulmones. Le dio pleuresía.
Se fue complicando. Le hicieron lavaje, punciones, drenajes en los pulmones, aquí y allá. También una traqueotomía. La tragedia fue grande, porque María no tenía audición por un anterior problema de salud. No podía hablar ni tenía fuerza para escribir. Estuvo en terapia intensiva hasta julio, con todo lo que eso significa para la economía familiar.
Los hijos de María recaban documentos para iniciar una acción legal contra el primer centro médico donde le hicieron la cirugía laparoscópica.
CUARTA CAUSA
El decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Franz Tamayo, Gastón Cornejo Bascopé, señaló que un informe mundial, difundido por la Universidad de Chile, estableció que el riesgo de enfermarse y morir tras una hospitalización ocupa el cuarto lugar, después de los tumores, las infecciones generales y los traumatismos.
Según Cornejo, las infecciones intrahospitalarias constituyen una preocupación constante de loscirujanos. Explicó que todos los centros de Salud tienen que tener acreditación nacional, incluso internacional, como es el caso de la Clínica Los Olivos.
Se trata de prevenir las infección intrahospitalaria, a través de estudios de calidad, de esterilización de instrumental médico quirúrgico, de fármacos vigentes y de la conducta adecuada de médicos, enfermeras y auxiliares.
En Bolivia, y en todas partes del mundo, el error médico es un suceso diario. “Existe descuido, falta de respeto a las normas, por mala calidad de los equipos y deficiencia de la salud mental de la gente que trabaja en Salud”, enumeró Cornejo.
Esto implica sufrimiento, que es un problema no solo psíquico, sino económico, laboral, social, político y cultural. La gente que no tiene armonía en su vida en todos estos aspectos y que tiene responsabilidad de vida, como son los médicos, cirujanos, intensivistas y las enfermeras, pueden producir riesgo de muerte a los pacientes que entran al hospital para un estudio, una cirugía o tratamiento simple y, de pronto, se ve ante un conflicto mucho mayor.
Fuera de las infecciones por el aire, hay contaminación por inyecciones, por fármacos que no están vigentes y procedimientos por gente no calificada.
Cornejo conoció casos de pacientes que, en lugar de recibir una enema de agua, recibieron una sustancia mortal o bebés que, al nacer, en vez de ser recibidos por las manos del pediatra, caen al balde, por descuido . Observó también a profesionales que no tienen ética en su conducta y tratamiento al ciudadano.
El Decano de Medicina especificó que, para la acreditación, cada hospital debe tener una instancia administrativa muy seria, con un Comité de Infecciones Intrahospitalarias. Además, debe haber comités de Tumores, de Historia Clínica y otro de atención de seguridad institucional contra posibles incendios, desastres y terremotos.
Derecho
Los pacientes tienen derecho a recibir trato digno y respetuoso. A recibir información suficiente, clara, oportuna y veraz, entre otros.
4 Bacterias de quirófano
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Dos casos de la historia
En 1976, el Embajador de Bolivia en Ginebra ingresó a un hospital universitario para operarse de una úlcera gástrica duodenal, sospechosa de cáncer. Gastón Cornejo asistió al cirujano en la operación y relata que todo salió bien, pero poco después el diplomático desarrolló una infección con estafilococo que le afectó al pulmón. Lastimosamente, no tenía seguro. Salió un mes después, porque tuvo riesgo de muerte y, gracias a Dios y a un tratamiento antibiótico muy fuerte, se salvó. El Embajador perdió toda su jubilación y sus ahorros.
Otro caso célebre se dio en 1971, cuando ingresó una enferma al Hospital Seton con la enfermedad hemorrágica de San Joaquín. La enfermera jefa se contagió y murió. Al hacerle la autopsia, el patólogo Donato Aguilar recibió una herida del médico ayudante. Se infectó y Aguilar se despidió de su familia, para regresar al hospital y morir.
Cornejo indicó que el paciente que sufre una infección hospitalaria tiene derecho de pedir resarcimiento, a través de un estudio jurídico que debe considerar la historia clínica, que es un documento jurídico.