“Por Dios, no dejen sola a mi esposa Juana”
La famosa canción Billie Jean de Michael Jackson suena en la habitación 13A-1 del hospital maternológico Germán Urquidi. La melodiosa música sale de una pequeña radio que está en el velador. “Sé que ella la escucha y se siente acompañada mientras yo no estoy a su lado”, dice Máximo Escobar al entrar al cuarto que ha sido el hogar de su esposa Juana Oraque, de 37 años, en los últimos 17 meses.
Se acerca a la madre de sus cuatro hijos y le toca la frente. “Hola hija. Estás bien, ya llegué”, le pregunta mientras la ve con ternura. Ella abre los ojos y lo mira atentamente, como si en esos segundos quisiera decirle muchas cosas.
“Ella reacciona. Por Dios, no dejen sola a mi esposa Juana”.
La familia Escobar Oraque era feliz. Máximo trabajaba como constructor y ganaba lo suficiente para dar comodidad y tranquilidad a todos los integrantes, seis en total.
La felicidad estaba a punto de completarse con las gemelas que estaban a punto de llegar al hogar.
Las cosas cambiaron radicalmente el 25 de abril de 2017; las niñas murieron en el vientre de su madre.
Desde ese momento, la vida de la familia dio un giro radical. Ese día, Juana se puso muy mal. Su esposo la llevó a una clínica en Sacaba, ya que viven en la zona de El Abra, pero, al no tener los equipos adecuados para intevenir a la madre de 37 años, la derivaron al maternológico Germán Urquidi.
“Llegamos a las 10 y 30 de la noche al hospital. Tuve que trasladar a mi esposa en taxi, pese a la gravedad de su estado”, señala Máximo.
La enviaron a la sala de dilatación. Recién a las 4 de la mañana del 26 de abril operaron a Juana para sacar a las niñas de su vientre y salvarle la vida.
Las cosas no salieron como la familia esperaba. La madre permaneció en terapia intensiva cinco horas. Debido a una imparable hemorragia fue sometida a una segunda cirugía a las 9 de la mañana, es decir, cinco horas después de la primera. En esa intervención le dañaron varios órganos. Entre ellos, la uretra y la vejiga.
Al ver ese cuadro, Máximo buscó ayuda de otros profesionales. “En el maternológico nadie me decía cuál era el estado real de mi esposa”.
Después de ocho días, un especialista le dijo al constructor que debería autorizar una nueva operación porque el estado de su esposa era “muy crítico”. Estaba perdiendo muchos líquidos. Máximo firmó los documentos y, nuevamente, Juana entró a quirófano. En esas interminables horas rezaba y pedía a Dios que su compañera de innumerables batallas salga bien. Y así fue. La llevaron a la Unidad de Cuidados Intensivos, donde permaneció tres días. Al cuarto día “despertó” y le pidió a su esposo que la lleve a casa porque extrañaba a sus hijos. “Le indique que teníamos que esperar unos días a que mejore para volver a nuestro hogar”.
Pasó una semana en recuperación sin reportar problemas mayores.
“Un miércoles me quedé con ella hasta las seis de la tarde. Me despedí y le dije que volvería temprano. Ella me recomendó cuidar a nuestros hijos. Fue la última vez que escuche su voz”, recuerda.
Una horas después, Juana sufrió un paro cardíaco y “no sé que más, porque, ahora, los médicos solo me dicen que tiene muerte cerebral”.
UNA TORTA HELADA
No hay un día en que Máximo no vea a su esposa.
Juana pasó dos cumpleaños postrada en una cama del maternológico.
El 12 de julio de 2017, su conyugue le llevó una torta helada, su preferida. Con algunos familiares, le cantaron el cumpleaños feliz. “Le hice probar. Sé que ella sabía que estábamos ahí para festelarla a pesar de la situación”.
Este año, ya no hubo torta, pero sí la acompañaron su esposo y su hija María, la mayor que tiene 16 años y puede ingresar al hospital para verla.
LOS VIDEOS ACERCAN
A JUANA A SUS HIJOS
Los otros niños, Alex, de cinco años; Angelina, de siete; y Noemí, de 13, no ven a su mamá desde abril del año pasado.
El único vínculo con su progenitora es a través de videos que Máximo comparte con ellos.
Con frecuencia, pero, con mayor énfasis, en días festivos, graba a Juana y comparte las imágenes con sus niños. “Ellos la ven y se alegran, pese a su estado. Pero, siempre me piden que la lleve a casa”, dice el padre.
Hace lo mismo con los menores. Los graba y, luego, se los expone a su mamá.
“Sé que los mira y escucha. Derrama lágrimas de alegría y tristeza al ver a sus hijos. Incluso, quiere hablar”.
UN CALVARIO
“Mi vida es un calvario. Dejé de trabajar para estar con mi esposa. Tengo a mis hijos descuidados. Ya se me acabó el dinero, pero sigo adelante. Solo le pido a Dios fuerzas para no desfallecer”, señala el padre de familia que tuvo que vender parte de su casa para solventar los gastos que diariamente debe hacer en el hospital.
“Mis niños ya no consumen fruta. Se acabaron los paseos y los juegos en el parque”, manifiesta.
Está convencido de que Juana se puede recuperar, pero necesita más ayuda.
“Por favor, no dejen sola a mi esposa. He acudido a todos para que me apoyen”.
La semana pasada, le envió una carta al presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales, contándole sobre su caso y le pidió que interponga sus buenos oficios para que las autoridades competentes se encarguen de Juana. Habló con el gobernador Iván Canelas y buscó ayuda en la Brigada Parlamentaria.
El martes, recibió una llamada del ministro de Salud, Rodolfo Rocabado Benavides, para reunirse en La Paz, pero, hasta el momento, no le dieron a conocer la fecha y la hora.
NO AVANZA
Máximo presentó la denuncia al Ministerio Público, pero no logra avances importantes.
También acudió al Servicio Departamental de Salud (SEDES) para que haga una auditoria médica externa y los especialistas definan qué pasó con el caso de su esposa, pero, aún no logra que esa solicitud sea aceptada.
Los parlamentarios se han involucrado en el caso y, ahora, están apoyándolo.
Mientras espera que la justicia logré llevar a los tribunales a los médicos que dejaron a su esposa postrada en una cama y que “reciban una sanción ejemplar”, hace hasta lo imposible para lograr que un neurólogo la vea y le prescriba un tratamiento para que se recupere.
Se resiste a aceptar que Juana no volverá a ser la misma de antes.
“La ve, está bien. Tiene muchas ganas de superar todo. Quiere hablar, se esfuerza para moverse en su cama. Sé que pronto la sacaré y estaremos juntos con nuestros hijos”, afirma con entusiasmo.
Añade que los médicos del maternológico no le dicen nada, pero que él con la ayuda de sus vecinos, quienes hoy realizan una kermes para recaudar fondos, contratarán a los especialistas para que atiendan a su esposa.
“Quiero a Juana en la casa, pero también busco justicia para que otras familias no pasen por esta pesadilla”, dice.
Sé que mi esposa me escucha, pero no puede moverse. Necesita ayuda especializada, pero los médicos no toman en cuenta mi pedido”. Máximo Escobar - Constructor
Cuentas
El constructor aún no sabe qué hará cuando el hospital le informe sobre el pago que tendrá que hacer por la atención de su esposa.