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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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TEATRO MUNICIPAL DE LA PAZ

Veterano con historias y fantasma

Joya del tiempo. Ubicado en la capital administrativa de Bolivia, el Teatro Municipal de La Paz es el veterano imparable de Sudamérica, que alberga joyas de la historia cultural boliviana y está impregnado del talento que han dejado a su paso artistas locales y extranjeros. Además, tiene su propio fantasma...
Veterano con historias y fantasma



Considerado uno de los escenarios más veteranos del continente americano aún en funcionamiento, lejos de haber quedado como una reliquia, el Teatro Municipal de La Paz está activo casi a diario y mira al futuro con el bagaje que le otorga una historia plena de primeras figuras de la escena, como el dramaturgo Alberto Saavedra Pérez que le da nombre.

Sus trabajadores son el motor de las funciones y el alma del teatro es el "Tío Ubico", el célebre fantasma que hace travesuras a costa de empleados y artistas por igual.

CONSTRUYENDO UNA HISTORIA

Situado en el centro histórico de la ciudad, el Municipal, como le llaman los paceños, fue diseñado por el arquitecto José Núñez del Prado, que también estuvo a cargo del diseño del Palacio de Gobierno en La Paz, y comenzó a construirse en 1843, durante el Gobierno del general José Ballivián.

El mismo Ballivián inauguró este espacio escénico el 18 de noviembre de 1845, con el estreno de la “Canción Patriótica”, hoy el Himno Nacional del país, “de manera que a su valor físico se añade uno simbólico para todos los bolivianos”, según relatan fuentes del propio teatro.

El nombre de Alberto Saavedra Pérez le llegó en 1957, en memoria de aquel dramaturgo y periodista paceño quien fue, además, uno de los autores teatrales más prolíficos del país y fue en aquellas fechas cuando pasó a depender del Gobierno Municipal de La Paz.

La estructura ha sido intervenida en algunas ocasiones, pero siempre ha conservado la planta de herradura, mientras que la fachada fue remodelada después de 1910.

Ese año, el artista francés Lemetyer pintó el plafón del teatro, donde conviven los célebres Miguel de Cervantes, William Shakespeare, Richard Wagner y Giuseppe Verdi, engalanados por las musas Euterpe, Talía, Calíope y Melpómene.

Lámparas de cristal de roca, balcones de hierro forjado y espejos de pan de oro lucen en el Municipal.

El edificio fue declarado en 1995 Patrimonio de preservación “A”, es decir absoluta, por lo que demanda cuidado y atención constantes, sobre todo si se tiene en cuenta que está en actividad casi todo el año.

Y es que, aunque se intenta darle un respiro al menos una vez por semana, la demanda de los artistas por presentarse en este escenario a veces obliga a abrir de lunes a domingo.

EL MOTOR Y EL "AJAYU" DEL TEATRO

Esta actividad incesante no sería posible sin el empeño que ponen a diario sus trabajadores, quienes se declaran orgullosos de ser parte del lugar, como el tramoyista Pedro Ramos, que lleva casi dos décadas en el que, a su juicio, “es uno de los mejores teatros en Suramérica”.

“La verdad es un orgullo para mí, que jamás he llegado a pensar trabajar en este teatro, pero he tenido el gusto de hacerlo”, sostiene Ramos y resalta la experiencia ganada al trabajar con artistas nacionales y extranjeros.

Aunque el técnico de iluminación Juan Antonio Caba trabaja desde hace quince años en el Municipal, lo conoce desde su infancia, ya que su padre, Mario Caba, se desempeñó también como luminotécnico durante 28 años en este escenario.

Caba destaca que “es uno de los más antiguos en Suramérica que aún está en funcionamiento”, frente a otros que datan de la misma época pero que “ya son reliquias y están dedicados a museo”.

En los teatros abundan las historias de fantasmas y “ajayus”, como se les llama en Bolivia a las almas, y en el caso del Municipal está el legendario “Tío Ubico”, el espíritu del actor y director boliviano Wenceslao Monrroy, según cuentan los trabajadores del espacio escénico.

Quienes se han encontrado con el “Tío Ubico”, como Ramos, lo describen como la sombra de un hombre vestido de negro, con saco, sombrero y paraguas, al que nunca no se le llega a ver el rostro.

Toca el piano, prende y apaga las luces, abre y cierra el telón, se aparece donde y ante quien le place... Las anécdotas sobre las travesuras y sustos que ha dado el “Tío Ubico” a artistas y empleados del teatro son así de variadas y diversas.

“Si un artista viene con mala onda, trata siempre de molestarle, pero si un artista viene con buena onda, nunca lo hace”, asegura Ramos.

“Pero no es malo, conmigo nunca ha sido malo”, solamente es travieso, asegura el tramoyista, y recuerda que, en cierta ocasión, se quedó hasta las dos de la madrugada en el teatro con su ayudante haciendo un montaje en el escenario y el “Tío Ubico” les cerró el telón.

Tuvieron que subir al anfiteatro para ver qué estaba pasando y allí vieron a un señor, el mismísimo “Tío Ubico”, que les estaba jugando una broma.

Caba recuerda que cuando llegó a trabajar al teatro, “Ubico” no le dejó manejar un reflector, por lo que le riñó. “Desde esa vez nunca más me molestó", sostiene.

El fantasma es ya tan célebre, que incluso tiene su propio camerino y el salón de honor del teatro lleva su nombre.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO.

De la Alcaldía de La Paz dependen seis teatros, cada uno con características y capacidades distintas, pero “el más importante por su historia es el Municipal Alberto Saavedra Pérez”, explica a Efe la jefa de la Unidad de Espacios Escénicos Municipales, la periodista Mabel Franco.

“No es solo para La Paz, sino para todo el país. El himno nacional se ha estrenado aquí, es decir que tiene una trascendencia nacional”, resalta Franco.

El personal del teatro ha encontrado en los últimos años en el lugar verdaderas “joyas” históricas, incluidos programas y anuncios de obras presentadas el siglo pasado, o fotografías antiguas de artistas que han fallecido o de sus inicios “como bailarines, como cantantes, como actores”, indica Franco.

“Es como abrir un cofre de la abuela o del abuelo, donde ese abuelo es de todos los paceños y los bolivianos”, añade.

Y al abrir este cofre, surge el reto de “reconstruir” la historia del Teatro Municipal, un pendiente que permitirá sustentar y documentar de forma objetiva muchas de las memorias y anécdotas en torno al lugar de las que hoy se habla.

“Hay mucho que uno supone y va repitiendo, al grado que parece verdad, pero hay que contrastarlo con datos más objetivos y creo que eso tienen que trabajarse. Es parte de la memoria del país, pero hay que hacer una memoria bien documentada”, opina Franco.

Pero más allá de lo material o lo anecdótico, para la periodista, el verdadero valor de este escenario es que “desde el siglo XIX hasta hoy día es el espacio para que los creadores salgan al encuentro de los espectadores y les inviten a pensar la realidad de otra manera”.

“Lo más importante es que, en distintas épocas, paceños y bolivianos han podido venir acá y encontrarse con esa otra dimensión a la que te permite acceder el arte”, sostiene.

El Municipal acoge, desde óperas y ballet clásico, hasta presentaciones de teatro contemporáneo, danza moderna y recitales folclóricos pero, además, ha abierto otros espacios aparte de las tablas para dar más cabida a la actividad artística.

Así, el foyer (vestíbulo o hall) se ha convertido en lugar de exhibición temporal de obras artísticas y todo el edificio se abrió el año pasado al público, con recorridos e intervenciones artísticas durante la Larga Noche de Museos y en vísperas del Día de Todos los Santos.

El veterano Teatro Municipal de La Paz se mantiene vivo como pocos en Suramérica.

Así finaliza esta historia. Ahora el reto es visitarlo y pasear por sus amplios espacios y quizá saludar a su fantasma en uno de sus pasillos.