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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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 COMUNIDAD DE TRABAJO Y COLABORACIÓN

Una casa para niños y ‘grandes’

Noble emprendimiento. Gracias a la labor desinteresada de voluntarios, profesionales y los mismos residentes de este centro, más de 100 familias están diseñando un nuevo rumbo para sus vidas.
Una casa para niños y ‘grandes’



Corría el año 2007 cuando Arístide Gazzotti, misionero católico italiano —tras varias gestiones dando apoyo escolar a niños de la zona de Linde, ofreciendo refugio a otros en situación de vulnerabilidad, y sopesando un proyecto más ambicioso—, adquirió un enorme terreno para la Asociación Casa de los Niños y comenzó a construir viviendas para personas en estado de desamparo.

Recuerda que esos 50 mil metros cuadrados estaban ocupados por vacas, pasto y apenas dos construcciones, que se mantienen hasta hoy. La compra, efectuada gracias a donaciones y ayuda de amigos y familiares en Italia, posibilitó, que Gazzotti se mudara al lugar, acompañado de otra voluntaria y María R., una de las primeras niñas en ser diagnosticadas con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en nuestra ciudad, a quien el Hospital Materno Infantil Manuel Ascencio Villarroel (con el que el italiano ya tenía contactos) le derivó para garantizar que siguiera su tratamiento.

Después de ella, comenzaron a llegar otros. Si bien los recibía, feliz, a todos, Gazzotti sabía que no quería repetir el esquema de los otros centros de acogida que había conocido en la Llajta; él anhelaba más que un techo para estos infantes, sino, sobre todo, una vida lo más normal y feliz posible.

“Nosotros siempre hemos pensado, y lo aprendí yo en Bolivia, que los niños tienen que estar con la familia, si es la propia, mejor”, precisa Arístide. "Ese es el sentido de este centro, que los niños en situación de vulnerabilidad, de marginación, de abandono, o también con problemas de salud, puedan vivir acompañados por el calor de su familia”, reflexiona.

El espacio estaba ahí, solo necesitaban ambientes donde alojar a los grupos. Empezaron con habitaciones, aunque modestas, más cálidas de lo que sus anteriores contextos habían sido. Ladrillo a ladrillo, superaron las 50 edificaciones. Solo faltaba constituirse como una organización.

Así, bajo la política de mantener el vínculo familiar como prioridad, nació la fundación "Casa de los Niños", el 3 de junio de 2008, entre cuyos proyectos destaca el complejo de 60 viviendas gratuitas que, actualmente, de acuerdo a Gazzotti, albergan a 104 familias (generalmente, dos familias por casa). “Somos más de 500 personas, 250 niños y el resto los padres de la mayoría” (algunos fueron abandonados), indica.

Y ya que prácticamente todos los niños sufren algún problema de salud (y en muchos casos también sus familiares), es imprescindible asegurarles cuidados y seguimiento médico profesional.

Es por ello que, explica Gazzotti, el equipo de salud reside permanentemente en el complejo, junto a algunos responsables de otras áreas, con sus propias familias. Gazzotti indica que son seis: la enfermera, el director de la escuela, la trabajadora social, una profesora y otras dos profesionales.

“Son los que sacan adelante este centro, con nosotros, tarea que, de ya, se ha vuelto más compleja (...) es como un pequeño pueblo, entonces, hay que atender a mucha gente”. Sí, es mucho trabajo, pero Gazzotti no se ve a sí mismo como un “empleado”, él mira a la labor del equipo como una misión humana. “No somos cuidadores, no trabajamos, vivimos con ellos y compartimos sus historias, sus experiencias”.

UN ARCOÍRIS EDUCATIVO

Una de las áreas que más energía y esfuerzo concentra en todo el complejo es la escuela. Pese a los casi 100 metros que la separa de las viviendas (gracias a una extensa cancha deportiva), la música y las risas infantiles se pueden oír a lo lejos. No es un día “normal”, explica Arístide; los estudiantes ensayan algunas danzas, para el acto de clausura.

Al verlo entrar al patio, varios niños corren hacia Gazzotti y lo abrazan, llamándolo simplemente “Ari”. Uno de ellos se aferra con un fuerte abrazo y Ari le responde con otro. Después de darle un beso, lo manda con sus compañeros. Finalmente, una vez que el niño está lejos, cuenta un poco de su historia. Los padres del pequeño fallecieron con VIH, él también fue expuesto al virus, pero gracias a los cuidados en el centro, tiene una apariencia sana. Ahora, pese a todo, no es un huérfano, ya que fue adoptado por Gianluca Scannapieco, el director de la escuela.

Tras llegar a Bolivia como voluntario, este joven italiano se integró tanto al centro que, después de tres años, a pedido de Arístide (y tras mucho estudio y entrenamiento), este ingeniero de profesión, asumió el cargo de su unidad educativa, “Arcoíris de Paz”.

“Esta escuela, como estructura, tiene siete años de vida; y gracias al trabajo de los profesores, hemos llegado a una pedagogía que es ‘la nuestra’, que la podemos llamar Pedagogía Arcoíris de Paz”, describe Scannapieco, respecto a esos primeros intentos, mezclando varios modelos pedagógicos.

“Lo seguimos adaptando (el esquema actual), a los niños y a la comunidad, porque nosotros, respetando la Ley 070 Avelino Siñani, hacemos todo un trabajo fuerte con la comunidad. Por ejemplo, ha sido la comunidad la que ha elegido el Proyecto Sociocomunitario Productivo. Los padres se reunieron, y según sus problemas, decidieron qué vamos a hacer en la escuela”, explica Gianluca.

La escuela adoptó el esquema de multigrados. “En un espacio están primero y segundo de primaria juntos, tercero y cuarto juntos, y así hasta sexto de secundaria. Así, el chico más grande se convierte en profesor, en educador de los más pequeños”, precisa. Para él y para el resto de los educadores, es vital que los estudiantes estrechen lazos, se acompañen entre sí, y aprecien este clima de inclusión, destacando que, a pesar de sus capacidades diferentes, todos los niños estén en las mismas aulas. “Un niño de 10 años puede tranquilamente acompañar al baño a un niño especial de 8, le puede dar la comida o ayudar a dibujar o aprender los colores”, apunta, apoyado por Elizabeth Linares, fisioterapeuta del Área de Desarrollo Integral (ADI), una unidad que apoya el trabajo de los profesores, en base a las necesidades de aprendizaje del estudiantado, centrándose en mejorar las habilidades motoras, comunicativas y de aprendizaje de aquellos con capacidades especiales.

“Hacemos un abordaje, por un lado, dentro del aula, y también de manera individual”, resume Linares, quien destaca el apoyo de las jóvenes voluntarias, en su mayoría estudiantes de últimos semestres de carreras relacionadas a las áreas de intervención del ADI, generalmente de la Universidad Mayor de San Simón, Infocal, la Universidad Privada Abierta Latinoamericana, la Universidad Técnica Privada Cosmos y la Normal Simón Rodríguez.

En su opinión, vivir en comunidad también hace más sencillo el seguimiento y la asistencia personalizada, ya que pueden ir a las casas de los niños y brindarles tratamiento ahí, de modo que sus familias se involucren en la rehabilitación. “Desde hace dos años estamos intentando crear la escuela de padres de chicos con discapacidad”, añade, confiada en que más progenitores se unirán a esta iniciativa.

“Como pueden ver, los problemas físicos que enfrentan los niños son graves, hay algunos que, con tal de que —después de la intervención— puedan escuchar un ruido y sonreír… ya es un año de trabajo. O que lo hayamos recibido como un títere sin hilos, postrado en un colchón, que se levante y pueda moverse, aunque empujando una silla de ruedas, para nosotros es un milagro”, cuenta Gianluca, quien, este año, verá partir a cinco nuevos bachilleres.

“Tres años atrás salieron ocho, el año pasado, tres, y este año cinco. De los 11 anteriores, todos están trabajando o se han inscrito a una universidad, obviamente, de esta escuela no va a salir un estudiante que pueda ir a ingeniería, o que pueda ser abogado, no estamos todavía a ese nivel de aprendizaje abstracto”, reconoce, con la esperanza de alcanzarlo en cinco años más).

"La idea siempre fue tener un lugar donde los niños, con algún tipo de problema, tanto de salud como de abandono...tal vez de violencia, pudieran vivir con su familia, pero en un lugar protegido", recupera Arístide; pero como él, todos los miembros del equipo están conscientes de que no deben pintar un escenario utópico a los niños. Tristemente, es posible que allá afuera encuentren una sociedad fría y discriminadora, pero es aún más probable que el amor, la educación y la aceptación que hallaron en su casa, les aporte la fuerza suficiente para salir adelante, a pesar de todo.

Este es el propósito de la fundación “La casa de los niños”, que a través del trabajo y la entrega de todos sus miembros (equipo y residentes), el círculo de amor que iniciaron hace 10 años se expanda hasta que la violencia y el desamparo no tengan cabida en el mundo.

Autonomía productividad

Además de su cada vez más conocida panadería –donde elaboran deliciosas masitas nacionales y europeas, panetones y fideos– “La casa de los niños” tienen un taller de muebles, hechos con cartón reciclado, por miembros de la propia comunidad. Estas iniciativas buscan generar ingresos que ayuden a solventar la aldea y darle más autonomía.

Igualmente, reciben donaciones, en dinero, víveres, ropa y materiales.

Complejo

Con sus calles serenas y viviendas de similar apariencia, ordenadas en filas, a primera vista, “La casa de los Niños” parece una urbanización como cualquier otra, pero en los hechos, es una comunidad de apoyo mutuo.

Gestión local

Las más de 100 familias se organizan en grupos de 10, para reunirse periódicamente y discutir los problemas al interior de sus comunidades, sugerir alternativas de solución y planificar las líneas de acción.

Desarrollo Integral

Dentro de la escuela “Arcoíris de paz”, funciona el Área de Desarrollo Integral (ADI), que asiste a los 146 estudiantes, pero con especial atención a 28 niños con capacidades especiales.

Además de Elizabeth Linares, fisioterapeuta, y los encargados de Lenguaje y Comunicación y de Psicopedagogía —Horacio y Gloria— esta unidad desarrolla sus tareas con el apoyo de voluntarios y universitarias de semestres avanzados de carreras relacionadas a las necesidades de los niños y adolescentes del centro.

Nueva vida

“La casa de los niños” recibe, prioritariamente, a personas con problemas de salud, pero también acogen a aquellas en situación de calle, o que salieron de la cárcel y ahora buscan tener otra vida. Ese es otro factor importante: que no solo encuentren un hogar, también las oportunidades para ser independientes.