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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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NOTA DE TAPA

Padre Alberto Del Vecchio Un legado de amor y entrega

Padre Alberto Del Vecchio Un legado de amor y entrega



37 años de labor. Llegó a Cochabamba en 1978. Se ganó el cariño, respeto de sus feligreses y desarrolló  varios proyectos que tenían una fuerte labor social y que hoy quedan como herencia de los cochabambinos.

Han pasado 11 días de la muerte del padre Alberto Del Vecchio, párroco de San Pedro y muchos aún lo siguen llorando. Hoy, domingo, es una jornada muy especial, los feligreses que estaban acostumbrados a ser recibidos por el Padre “Barbas” al pie de las gradas, sentirán su ausencia.

Los parroquianos de San Pedro se sienten huérfanos, falta aquel hombre que durante 25 años los guió por los misterios de la liturgia; y aunque otro sacerdote asuma la dirección de la parroquia, el padre Alberto será recordado por la labor que cumplió, por sus enseñanzas y por su carisma personal.

La salud del párroco estaba deteriorada, a sus 77 años su corazón había perdido fuerza y el 13 de mayo dejó de latir.

La noticia de su deceso fue recibida con mucha congoja. Apenas se trasladaron sus restos mortales al templo de San Pedro, las personas que lo apreciaban comenzaron a llegar al lugar para velar sus restos mortales. El velorio se prolongó por 48 horas, en medio de pena, llanto y dolor.

No faltaron aquellos que hicieron notar que el deceso del sacerdote franciscano ocurrió el mismo día del aniversario de la parroquia de San Pedro, aquella que pastoreó los últimos 25 años de su vida y a la cual se entregó en cuerpo y alma.

Cientos o tal vez miles de personas circularon por la iglesia para dar el último adiós al padre Alberto.

Una vez finalizada la ceremonia de cuerpo presente, los asistentes formaron una hilera, por la cual pasó el ataúd sobre los hombros de hermanos franciscanos.

A su paso, las personas entre lágrimas, aplaudían como una muestra de gratitud por aquel hombre que trabajó incesantemente por su gente y que renunció a su tierra natal para convertirse en un cochabambino de corazón.

Algo que llamó la atención el día de su muerte fueron las muestras de afecto publicadas en las redes sociales, especialmente en Facebook, donde muchas personas publicaron mensajes de pesar y gratitud hacia el padre “Barbas”.

Hoy sus restos mortales descansan en el mausoleo de los Franciscanos en el Cementerio General de la ciudad.

El padre “Barbas”

Hace 30 años el apodo del padre “Barbas” es uno de los más conocidos en la zona del Templo de San Pedro; lugar que se convirtió en su hogar desde que llegó a la ciudad.

Es que no era para menos, puesto que la barba era uno de los principales rasgos físicos de Alberto Del Vecchio, quien la lucía con deferencia.

Con el paso de los años la misma fue cambiando de tamaño y color; convirtiéndose en una distinción de su persona.

Obras de amor

Durante muchos años, el padre Alberto impulsó varias obras sociales, siendo las más importantes, un dispensario de salud, dos comedores y un instituto de formación técnica.

El hermano Walter Viviani, superior de la Fraternidad de San Pedro, asegura que si bien estos emprendimientos no fueron creados por el fallecido -ya que los heredó de sus antecesores- él asumió la responsabilidad de mantenerlos activos con esfuerzo y sacrificio.

Todo esto dentro de la mística del servicio sacerdotal que contempla una dimensión pastoral o evangelizadora y la promoción humana.

“Existen muchas personas que necesitan apoyo y colaboración; la iglesia y sus representantes velamos por canalizar la ayuda hacia estas personas y así mejorar la calidad de vida que llevan”, asegura Walter Viviani.

Con el paso del tiempo dos de estos emprendimientos -el dispensario médico y el instituto de formación técnica- ya generan una base económica, gracias al autogestionamiento. En cambio, los comedores sí requieren de mucho trabajo para mantenerlos activos.

Según Giovana Jora Salazar, secretaria de la casa parroquial de San Pedro, el dispensario funciona hace más de 50 años y que a la fecha cuenta con los servicios de odontología, medicina general, farmacia y enfermería. Todo al alcance del bolsillo de las personas de escasos recursos.

“Siempre se mantuvo el dispensario dentro de la parroquia y el padre Alberto estaba pendiente de las necesidades que se podían generar, además de cubrir algunos gastos de insumos y material de trabajo, lo cual se podía abastecer en parte gracias al pago de las consultas médicas”, asegura Jora.

La atención de este dispensario es de lunes a viernes por la tarde, de 14:30 a 18:00 y el costo es de Bs 10 para consultar con el médico general y de Bs 15 para ingresar al gabinete de odontología.

De igual manera los padres Franciscanos crearon el Instituto de Formación Técnica “Nuestra Señora de Fátima”. Actualmente tiene 51 años de vida institucional y desde este año recibe a personas de ambos sexos.

Las carreras técnicas que allí se promocionan son Corte y confección, Tejido, Repostería y Pintura en tela. Lamentablemente no hay una cifra del número de personas que se graduaron, ni cuántas de ellas lograron mantener su hogar gracias a los conocimientos adquiridos.

“La tarea que llevaba Alberto era una tarea encomiable, digna de resaltar; puesto que no todos tienen el valor de asumir el reto de cuidar el cuerpo y evangelizar al mismo tiempo”, asegura Viviani.

Teresa Ayala, responsable de la posta de la parroquia desde hace 14 años, aseguró en una entrevista televisiva que

el padre Alberto cambió la vida a la gente del barrio, no solo porque llevó alimento a los pobres sino porque hizo posible la atención de salud.

Alimentando el cuerpo

Muchas fueron las personas civiles que trabajaron junto al padre Alberto, entre ellos Alfonso Vía Reque, actual rector de la Universidad Católica Boliviana, quien desde 1990 se convirtió en monitor de las misas del domingo a las 19:00, y que también trabajó incesantemente para apoyarlo en los proyectos eclesiásticos.

De acuerdo a sus declaraciones, Alberto Del Vecchio cuidaba mucho a los niños, que eran su debilidad, y que cuando se acercaba a ellos, -especialmente a los del norte de Potosí-, solía cantarles con todo el corazón en quechua. “El padre Del Vecchio era un quechuista neto, aprendió en la zona del Chapare, en Chipiriri donde llegó a servir los primeros años de vida en Bolivia, eso le permitía mayor relación con los niños”, asegura Alfonso Vía Reque.

Y por el amor que les tenía es que trabajó meritoriamente para mantener los comedores populares, los que funcionan durante la época escolar. Allí trabajan dos cocineras quienes elaboran el menú nutricional.

Uno de ellos está en el barrio el “Solterito” y cuenta con más de 150 niños y similar cifra se maneja en el comedor de “Incacollo”; en total 300 niños.

“El padre conseguía mantener a flote estos comedores, aunque no era tarea fácil; para ello tenía muchos amigos, locales y extranjeros, que hacían llegar sus donativos, tanto en dinero como también en insumos, como: huevo, pollos, verduras, aceites y otros”, asegura Vía Reque.

Cada cierto tiempo Del Vecchio viajaba a Italia y de ahí llegaba con aportes económicos importantes, que sabía administrar para cubrir las necesidades de sus niños.

De igual manera la parroquia contribuía con donativos “las personas ayudan y aportan porque rendíamos cuentas claras”, asegura Vía Reque.

Asimismo los padres de familia realizaban su aporte propio y pagaban 15 bolivianos por cada niño, pero en algunos casos no, “se analizaba la situación familiar, puesto que algunos no pagaban nada y era una norma que una familia de tres o más hermanos solo cancelen por dos niños”, señala Giovanna Jora.

Cada una de las personas que dio su testimonio acerca de la vida del padre Alberto Del Vecchio, más conocido como el padre “Barbas”, aseguran que éste no tenía descanso y que luego de cumplir su trabajo eclesiástico se volcaba hacia sus niños, quienes sabían reconocer su labor con pequeños gestos el amor. Paz en su tumba padre “Barbas” y que desde el cielo siga velando por los niños que tanto amó.

Mientras tanto, acá, San Pedro llora a Alberto.