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[EL NIDO DEL CUERVO]

La canción de una joven ave que se convirtió en leyenda

La canción de una joven ave que se convirtió en leyenda
Traducir siempre es difícil, podrías pasar años buscando las palabras precisas pero lo cierto es que no las encontrarías; entonces te enfrentas al dilema: ¿vale más el sentido de lo que se dice o su belleza? Si optamos por lo primero, sabremos la verdad de lo que alguien dijo pero carecerá del encanto que invita a ser recordada. Si optamos solo por lo segundo, estaremos conmovidos por la apariencia pero idealizando un contenido ficticio. Entonces, si escogemos, la poesía se pierde o nunca estuvo ahí para empezar. Quizás otro dilema, emparentado al primero, es el que creamos respecto al autor y su obra. ¿Influyen las vivencias en el poema o son ajenas al impulso creador? En cada ocasión en la que escogemos, estamos perdidos. Estamos perdidos porque traducir siempre conlleva una pérdida, algo que se omite, algo que no se dice.

“[…] That the sweet buds which with a modest pride

pull droopingly, in slanting curve aside,

their scantly-leav´d and finely tapering stems,

had not yet lost their starry diadems […]” (1).

¿Cómo traducimos esto? ¿Cómo conservamos la musicalidad de esa escena en nuestro discurso? ¿Cómo escuchamos al ave sin oír su canto? No podemos. Tendríamos al ave pero no su belleza; tendríamos al poeta pero no el poema. Entonces empezamos a cantar, torpemente, queremos imitar a las aves repitiendo su canción y de repente el milagro se hace presente; escuchamos… el silencio del sobrecogimiento, todo encaja y todo es perfecto.

Jhon Keats, la leyenda, nació a finales del siglo XVIII y es considerado uno de los grandes poetas del romanticismo inglés junto con Byron y Shelly. Proveniente de una familia londinense de clase media, “[…] su vida engloba las más extravagantes nociones de genio atormentado por la adversidad” (2). Sus padres murieron siendo él y sus hermanos muy jóvenes, por lo que tuvo que encargarse de estos; pero aún con la presión de ser el pilar de su familia, en 1817 Keats opta por abandonar sus estudios en Medicina y se dedica completamente a la poesía. “I find that cannot exist without poetry –without eternal poetry- half the day will not do –the whole of it- I began with a little, but habit has made me a Leviathan…” (3). Fué, en palabras de Howard Moss, “el poeta de la juventud” (4) y sus mejores obras fueron producidas entre 1819 y 1820, entre sus 24 y 26 años. Proclive a la épica, la elegía y la canción, fue un espíritu melancólico a la vez que alegre, ambas dimensiones figuran en sus composiciones. Soportó durante mucho tiempo la tuberculosis que finalmente acabaría con él durante el invierno de 1921, en Roma.

Keats era un poeta inclinado de forma natural hacia la poesía que otros románticos de su tiempo, siendo el único que no tenía estudios universitarios (5); su estilo carente de forma y su predilección por el verso libre son indicios de esa falta de preparación académica. Pero lo que perdía en técnica lo ganaba en estética, con un lenguaje “corriente”, Keats navega mucho más lejos en el alma de quienes lo leen que cualquiera de sus contemporáneos.

“What can I do to drive away

remembrance from my eyes? For they have seen

Aye, [but] an hour ago, my brilliant Queen!

Touch has a memory. O say, love, say,

What can I do to kill it and be free

in my old liberty […]” (6).

No tiene sentido traducir esto. Podría explicarse de mil maneras, pero cada vez se dejaría algo de lado. Pero, si imitamos el canto del ave, si cantamos nosotros en su idioma, sentiremos su dolor y su alegría, y veremos la belleza del mundo a través de sus ojos.

“Beauty is truth, truth beauty, - That is all

ye know on earth, and all ye need to know” (7).

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(1) John Keats en I stood tip-toe upon a little hill.

(2) Howard Moss, Introdution en Keats (1959).

(3) Carta de Keats a John Hamilton Reynolds fechada entre el 17-18/04/1817.

(4) Howard Moss, Introdution en Keats (1959).

(5) Cf. A. C. Ward. Ilustrated History of English Literature. V. 3. (1960).

(6) John Keats en Lines to Fanny. El poema está dedicado a Fanny Browen, amor no correspondido de Keats. Es uno de sus últimos poemas antes de fallecer. Se percibe el desamor juvenil en el poema, pero se advierte también una madurez en el manejo del lenguaje y las figuras a las que alude.

(7) John Keats en Ode on a Grecian Urn

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