Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 16:35

Capitán Fantástico o la lucha contra el capitalismo

Una reseña que reflexiona sobre el las posesiones materiales al explorar las vivencias de la familia Cash.
Capitán Fantástico o la lucha contra el capitalismo



Les hablaré de una película que no podrán verla en cine, ni Multicine ni Megacenter ni Cinecenter (tal vez por nombrarlos me den entradas gratis para Emoji): así que cómprenla en versión pirata (luego les paso el whatsapp de mi amigo El Macurcas). Sí, es una hermosa película. Sí, es una película indie. Sí, está Viggo Mortensen, ése del Señor de los anillos.

La película es Capitán fantástico (aunque se estrenó en 2016, recién llegó Bolivia). El director es Matt Ross (es más conocido por su papel en la serie de HBO: Big Love) y se nota que tiene un gran futuro: cuenta una historia sin florituras (sencilla y agradable).

[Alerta de pocos spoilers]

Ben (Viggo Mortensen, que parece haber nacido para encarnar este personaje) cría a sus seis hijos en el bosque. Los chicos, de distintas edades, no saben lo que es Internet, pero conocen más de la Constitución de su país que sus primos que viven en la ciudad (dos jovencitos que lo único que hacen es jugar Xbox; capitalismo en toda su gloria). ¿Qué es Cola? pregunta la más chica. «Agua envenenada», recibe por respuesta en boca de su padre.

Ben quiere que sus hijos crezcan lo más libres posibles, defiendan sus ideas (las que les inculca) y abre la discusión cuando no se le escapa algún aire dictatorial (¡sus hijos hasta saben esperanto, además del francés y alemán!). Todo parece marchar en el patriarcado progresista. Cazan con cuchillo, hacen fogatas, no festejan Navidad, pero sí el cumpleaños de Noam Chomsky, y escuchan a Bach, hasta que llega la noticia de que su esposa, la madre de los chicos, se suicidó mientras estaba internada.

Aquí empieza un viaje de búsqueda y de enfrentamiento al capitalismo. La vida en el bosque era una utopía. Una de las hijas le dice a Ben: «todos en el banco están gordos». Su padre le dice que así es en la vida de ciudad (comodidad y desparpajo): eso es el capitalismo, la acumulación de riquezas, aun así no lo necesites, aun así sea tu propia destrucción.

En este viaje sentiremos ciertas reminiscencias de películas como Matar un ruiseñor (aquí también existe un padre fantástico encarnado por Gregory Peck) o Una historia verdadera, de David Lynch o la paleta de colores que usa Wes Anderson.

Mortensen, dijimos, con barba crecida y sus modales se muestra muy cómodo, hasta mate en mano, y los actores que personifican a sus hijos tienen, cada uno, su momento para lucirse en esta película que comienza planteándose como revolucionaria, aunque para arribar al final pase por contradicciones.

No todo es bueno en esta vida: la mujer de Ben sufría de bipolaridad (por eso su esposo decidió que se mudaran al campo). Y sus hijos también lucharán contra ese mundo material (que bien lo describió Madonna en una de sus canciones): ir en contra de su abuelo, que es un jubilado rico y que quiere su custodia.

Les recomiendo que vean a todo volumen la escena del entierro de la madre, mientras sus hijos cantan y tocan la guitarra: así debería ser la muerte, sin lágrimas, sabiendo que el ser querido regresa a la tierra y al polvo (como en uno de los cortos que hace Akira Kurosawa en Sueños).

Pero la muerte en el capitalismo (y en la religión, que es otra forma de capitalismo: acumulación de bondad, aún a expensas de saber que el ser humano es alguien imperfecto y debería vivir consciente de esa imperfección) es un velo de dolor y oscuridad: la pérdida de la riqueza siempre lo será; cuando fundamos nuestra vida en lo material es inevitable la angustia.

Periodista y escritor - [email protected]