Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 16:35

Gifted


Ok, soy sensible (lloro al ver Bambi), lloro al ver Jerry Maguire (del excelente Cameron Crowe) y repito cada vez que puedo: «Tú me complementas» (esta película es mi placer culpable). Por eso les recomiendo que vean Gifted (en la versión española, Un don excepcional, con Cris Evans [«un pastelito», como diría un amigo]). Háganlo en pijamas y con un buen helado al lado (y una cajita de Kleenex).

El director es Marc Webb (también realizó la corta venas: 500 días con Summer) e hizo una película de superhéroes ideal, The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro, en las que también firma como director. No se me malentienda. En esta película no encontrarás trajes de licra, de silicona, o malvados unidimensionales que quieren conquistar el mundo. Y aun así es la mejor película de superhéroes que vi en mucho tiempo.

[Alerta spoilers]

Aquí un breve resumen: Frank Adler (el pastelito-exprofesor de filosofía-ahora arregla botes) cría a la hija de su hermana genio-matemática que se suicidó. Todo empieza como dirían los romanos, In medias res (en medio de la historia, cuando ya se suicidó la hermana y cuando la hija tiene siete años y por primera vez va al colegio).

La hija (Mary) es una pequeña genio-matemática. Ahí entra en escena la abuela, quiere quitarle la custodia a Frank. Frank quiere para Mary una vida normal (juegos en el parque y helados), pero las habilidades matemáticas de la niña llaman la atención de la madre de Frank, Evelyn (Lindsay Duncan), cuyos planes amenazan con separar a Frank y Mary (el director bebe mucho de la fuente de Kramer vs. Kramer, altamente recomendable)

Acá debo decir que Marc Webb juega mejor en las ligas menores (la película costó apenas siete millones de dólares) que en las superproducciones de películas de superhéroes (The Amazing Spider-Man 2: Rise of Electro costó 255 millones de dólares).

Hay una escena que me hizo llorar (lloro cada vez que veo La vida es bella). Hay una pequeña crisis. Mary está encerrada en el baño y llora. Dice que su padre no la quiso. Que, aunque haya estado en el juicio, ni siquiera pasó a verla y no la vio desde que nació. Frank le dice que debe enseñarle algo. Los dos van a un hospital: Mary dice que se aburre y que quiere irse. «¿Hasta cuándo esperaremos?», pregunta. «Lo que sea necesario», dice Frank.

Después de una larga espera sale un hombre del quirófano y dice: «Es un niño». Toda su familia se alegra y lo abrazan y el hombre llora de alegría. Mary ve eso y comprende el amor del padre hacia su hijo. Frank le dice: «Cuando tú naciste, tu madre estaba muy feliz de que nacieras». «¿Quién salió para dar la noticia?», pregunta Mary. «Yo», dice Frank.

Lloré como un niño al ver esta escena y al pensar en mi padre (que, a propósito, no sé dónde se encuentra. Tal vez es Presidente de alguna nación insurgente de África). Y pensé en mi madre y en el amor que tiene hacia mí (aunque sea terco, desmañado y, en definitiva, un fracaso).

También me identifiqué con Frank (yo no soy ningún pastelito) y Mary en las decisiones que uno debe tomar. Cuando tenía 17 años, mi camino era las matemáticas, un futuro de ingeniería, money-money-money (aquí pueden cantar algo de 50 Cent) y deshumanizarme. En vez de ese camino, elegí la carrera de escritor que es un don y a la vez una cruz, pero puedo decir que he vivido feliz la mayor parte de mi tiempo sobre esta tierra (del polvo vamos y al polvo volveremos).

Posdata: vean esta película y elijan vivir.



Periodista y escritor - [email protected]