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Los cuentos de Oscar Martínez

Los cuentos de Oscar Martínez



Diez de la mañana de un domingo sin fútbol, del escritor potosino Oscar Martínez, es el segundo libro de la editorial paceña Sobras Selectas. Será presentado en Cochabamba, el sábado 18 de marzo a las 19.00, en el centro cultural La Casa Abierta (C. Movima No. 3145 entre Chiriguano y Thunupa, zona Sarco). Publicamos un texto introductorio.

Poco a poco se ha instalado en la cuentística contemporánea un estilo particularísmo, desarrollado con cierta profusión en La Paz. Son cuentos de ascendencia costumbrista aunque el epíteto no alcanza a calificarlos plenamente. No en la vertiente del costumbrismo tradicional que por alguna razón rezuma cierto aire paternalista y, cómo no, victimista de los personajes y sus circunstancias. Tampoco de ese otro costumbrismo que al estilo de Víctor Hugo Viscarra se hunde en las clandestinas manchas de la urbe, con el lenguaje propio y privado de sus habitantes.

Esta nueva cuentística es preponderantemente urbana, lo que es una de sus marcas o tal vez la más importante. Bebe cierto lenguaje y contemplación de la poesía de Saenz aunque le son más cercanos los versos de Humberto Quino –y también los del último Julio Barriga–, y es clara la resonancia de los Chuquiago Blues de Edgar Arandia; pero también de su pintura, como de la de Mario Conde.

Así, esta narrativa está más próxima al mundo de Adolfo Cárdenas –Periférica Blvd.– que al de Viscarra, al de Piñeiro, o incluso al de Spedding –el de El viento en la cordillera– porque si a todos les es esencial el humor, en el caso de esta cuentística se trata de un humor volcado sobre sí mismo; es decir, más que recurrir al sarcasmo para enfrentar el absurdo mundo, la ironía se invierte sobre los personajes. Se arma así un juego especular que es el asiento para trastornar, no el mundo, sino a quien se atreve a mirarlo desde sus altas o bajas honduras. Por eso esta cuentística nos devuelve visiones próximas a la poesía y ese es también su desafío mayor. Cuanto más se aleja esta narrativa del retozo en situaciones cómicas o se solaza en la traviesa habla popular, más gana; es decir, cuanto más se quiere cuento que crónica urbana.

Respecto del cuento, creo que los cuentos de Marcela Gutiérrez tempranamente han afincado en estas características y, en conjunto, se observa esta búsqueda del cuento por encima de la crónica. Creo que su Zoociedad Anónima (1998) es el mejor ejemplo de ello.

Con este panorama he leído Diez de la mañana de un domingo sin fútbol y he encontrado en este volumen de once cuentos –que «Veintiún imágenes» no lo es– piezas bien trabajadas. Particularmente me ha gustado el ensayo de contrapunto del narrador en «El simulacro», pero especialmente en «El cazador de gringas». «El pensador» es lindo por la pericia en narrar el asombro, pero tal vez el que prefiero es «Rocky en los Andes», tal vez porque es el único que se atreve a buscar, en la misma narración, un final para el cuento. Hay quienes diferencian entre relato y cuento, indicando que aquel no necesariamente cumple con esa partícula que para Poe y Cortázar hace de un relato un cuento: la sorpresa condensada en el final. Un final que no termina, es decir, no un portazo, no una puerta cerrada; «una puerta entreabierta», como hermosamente calificaba el autor de Rayuela a la destreza del cuento.

Hay melancolía, harta melancolía en estos cuentos; una insistencia en el recuerdo como si se tratase de un paciente que detalladamente relata sus memorias arremolinado en un diván de siquiatra. El narrador está tomando para sí esa hora de consulta; a veces los pormenores le ganan y ya no hay tiempo para cerrar la historia, tal vez otra consulta complete el relato. Mejor, sin embargo, que este autor crea en la búsqueda, que sus once cuentos han demostrado que la madera o el lenguaje, el fierro o la tierra que tiene entre sus manos, es espesa, firme y también húmeda, y es en la humedad que todo vive.

Literata - [email protected]