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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Bob Dylan



Sobre el cantautor estadounidense, reciente ganador del Premio Nobel de Literatura.

Escucho «Blowin’ in the Wind». Estoy en Estados Unidos y los negros ya no escapan por los algodonales; están recostados en las aceras y piden limosna o hacen fila para conseguir un plato de sopa; no solo los negros, también los latinos; y la canción de Bob Dylan es melancólica y es carretera de tierra.

Un docente-crítico-literario dice: «Ahora falta que le den el Nobel a Arjona». Y luego argumenta que la literatura debe ser difícil, impenetrable: debe poseer intertexto-juego-de-espejos-prosa-o-lírica-trabajada-crítica-literaria. Un estudiante dice por lo bajo: «¡Es un purista!». Y piensa: «No sé lo que dice pero debo estar de acuerdo».

Masters of War (Los maestros de la guerra) 1963

«Ustedes, que fabrican las grandes armas/ Ustedes, que construyen los aviones de la muerte/ Ustedes, que construyen todas las bombas/ Ustedes, que se esconden tras los muros/ Ustedes, que se esconden detrás de escritorios/ Solo quiero que sepan/ Que puedo verlos a través de sus máscaras».

¿La literatura debe ser ornamental (bien escrita como dicen los puristas)? Borges nos da una respuesta cuando habla del Quijote: «Y debo decir que a Cervantes no le interesaba para nada la escritura ornamental; la escritura refinada no le agradaba demasiado, y leí en alguna parte que la famosa dedicatoria de su libro al Conde de Lemos fue escrita por un amigo de Cervantes o copiada de algún libro, que él mismo no estaba especialmente interesado en escribir esa clase de cosas».

Bob Dylan escribió: «Honey, I want you». Y muchos críticos y escritores se rasgaron las vestiduras. Dijeron que es una prosa sencilla. Dijeron que no hay mérito literario. Dijeron que no es una escritura refinada.

Tal vez el común de nuestra época es desvalorar la sencillez. ¿En qué momento se empezó a creer que la literatura debe ser críptica? ¿Un «Honey, I want you» es considerado clisé o de mal gusto? Pero lo decimos todos los días, cuando hay alguien a quien decirlo o lo recordamos con dolor cuando ya no existe nadie, y esa es la verdadera poesía: la que duele y la que enamora.

Shakespeare escribía para los iletrados; Cervantes, en su fracaso, escribió para ir en contra de los libros de caballería (que es lo mismo que decir que en su época fue en contra de los escritores reputados o académicos); Homero escribió para recuperar el valor de una Grecia decadente. La literatura, la que cuestiona y nos desarma, siempre fue popular y no para los doctos o los críticos.

Entre el escritor y el literato hay un ancho océano que los separa. Cada uno está en orillas contrarias. Miran hacia la playa, hacia un punto lejano del horizonte, un punto o línea inexistente. El cielo está oscuro y vacío. El océano es pestilente y desolado. Este océano tiene cadáveres en el fondo, si es que tiene fondo.

El escritor se sumerge de espalda al agua. Jamás mira hacia adelante. Bracea. Intenta salir a la superficie. Pierde la respiración. No puede aferrarse a nada, ni a sus gritos ni a sus pensamientos. Se ahoga. Muere.

El literato, en cambio, se queda recostado en la playa. Durante toda su vida juega con la superficie de la arena. Entierra la cabeza en alguna duna y le da miedo la oscuridad, y busca respuestas. Al sacarla, se da cuenta que para aferrarse a la vida debe comentar la muerte del escritor, una muerte que jamás vio y solo tiene una vaga idea, y alguno que otro grito apagado.

Bob Dylan es la respuesta a los que creen que la literatura es ornamental y académica. Y es la respuesta contraria para quienes creen que los géneros no deben mezclarse; y es una carretera de tierra.

Periodista y escritor - [email protected]