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La maravillosa vida breve de Óscar Wao o cómo narrar historias desde ciertas soledades

La maravillosa vida breve de Óscar Wao o cómo narrar historias desde ciertas soledades



Reseña de la novela con la que el dominicano estadounidense Junot Díaz ganó el Premio Pulitzer en 2008.

Terminé leyendo La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Junot Díaz, 2007) porque, entre otras cosas, aparecía en la T Magazine del New York Times como sugerencia de lectura del muy particular James Franco (el Times les pregunta a sus ilustres los 10 libros que les gustaría tener en caso de una naufragio o algo así), junto a otras cosillas interesantes como Raymond Carver y el Mientras agonizo de Faulkner. De todas maneras, La maravillosa vida breve es una lectura obligada. Precisamente por eso, porque, si te la recomienda la sección de Estilo del Times y es libro de cabecera de un faulkneriano convencido capaz también del más doloroso sinsentido en comedias gringas como Franco, hablamos de la literatura de la pop culture más imprescindible de hoy. Y su asunto es esa ensalada social de temas, historias e identidades que es esta cintura postmoderna estadounidense saturada de fast food, comercios, mitos y lugares desde donde imaginar alguna historia que alguien seguro ya ha contado. Y no es raro, la novela de Junot Díaz resuelve, con su humor de spanglish newyorkino, lo que otros hacen todavía recurriendo al abolengo de la forma: volver al placer de una historia bien contada, narrando bien, fácil y bonito, para convertir la experiencia de unos cuantos personajes en conocimiento propio de una colectividad universal.

Junot Díaz es uno de los pop star de la literatura hoy. Dominicano emigrado y criado en New Jersey, educado también en Cornell, se ganó el Pulitzer con esta novela que lo lanzó a la fama ya hace varios años y luego le conseguiría, junto a su trabajo como profesor de escritura creativa en el MIT, el medio millón de dolarachos de la McArthur “genius award” grant. Y sí, como dedicado a los faltos de fe que no creían en el sueño americano.

Díaz forma parte de una poderosa camada de escritores llamados de la “diáspora”: rebeldes literarios (de esas rebeldías que les encantan a los productores de Hollywood) “marginales” (tan del margen que necesariamente tenían que pasar a las filas de los nuevos abanderados del sistema en charlas y lecturas organizadas para la Biblioteca Pública de Nueva York) sobre los procesos negociados de integración de negros y latinos en una sociedad estadounidense, como se sabe, abiertamente racista. Es decir, son los escritores del modelo multicultural al que van perteneciendo, entre otros, Angela Davis, Toni Cade Bambara, la ganadora del Nobel y profesora de Princeton Toni Morrison (la autora de Beloved que fue hecha película por Oprah) y la chicana Sandra Cisneros (otra ganadora del McArthur).

La maravillosa vida breve de Óscar Wao narra la historia de un nerdo dominicano, cuya madre emigró a los yunaites buscando escapar de una de las sociedades más violentas y aisladas de la primera mitad del siglo XX (la de la República Dominicana), para crecer y formar familia en una de las sociedades más violentas y cosmopolitas de la segunda mitad del siglo, la de los EEUU. Óscar Wao es un freak, cuando no estaba de moda serlo y cuando significaba nada más que autodestructiva soledad. Es la vida de un inadaptado, uno de esos tantos que produce el sistema, en sus modalidades más autoritarias como también democráticas. Sin familia, sin entorno, sin mujer (en riesgo terrible de morir virgen), el consuelo de Óscar viene del lado de escribir y leer ciencia ficción con una voracidad desmedida.

Pero es más que eso. La novela es un modelo social, una historia de seres sin patria, sin lugar, expulsados del hogar por algún tipo de violencia. Y en este caso, la violencia es, de comienzo, política, pues es una historia con dos escenarios, y uno de ellos es el espacio/tiempo de la dictadura de uno de los carniceros americanos más memorables made in USA, Rafael Leónidas Trujillo (cuyo poder fue tan absoluto que rayó lo fantástico). Y es que en los años 40 de la República Dominicana, ser padre de familia y buscar los favores del régimen le costaban a uno el precio de una esposa o una hija a quienes el dictador considerara atractivas. La fidelidad hombre-régimen se medía por la solicitud del padre ofreciendo la propia hija al dictador como acompañante de alcoba de turno. Y ese manto siniestro es precisamente el disparador de esta historia: el Dr. Abelard Luis Cabral, un hombre bien posicionado en la sociedad trujillista, tiene que evitar que su propia hija caiga en las manos de ese feroz pervertido de poderes sobrenaturales (se rumoraba que Trujillo no dormía, no sudaba y que lo veía todo como un Sauron de terrible ojo). Y así comienza todo este proceso que termina en la vida del poco ilustre nieto del desgraciado doctor, Óscar Wao, un nerd dominicano en NY, pasado de peso, morocho y sin suerte alguna con las chicas, que escribía en élfico, se recitaba el universo Marvel y coleccionaba posters de Akira.

La maravillosa vida breve vale por su universalismo, porque al combinar terror político con sociedades de consumo, violencias extremas con soledades también extremas, al Dr. Cabral del trujillato con el anómalo Óscar Wao, muestra la historia de todos los que por alguna razón han sido obligados a huir, o son obligados a esconderse, a quienes la suerte les ha reservado nada más que la extrañeza del refugio o el anonimato de la multitud, por violencia política o simplemente por olvido del sistema. La soledad del desaparecido y la del anónimo (llámese migrante o minoría o como sea) se parecen mucho. Es en suma, una novela que termina matando sueños de gloria inscritos en cualquier american dream y democracias universalistas, habla de la condición dolorosa de lo social en cualquier parte donde la violencia, de cualquier tipo, sea una condición de sostenibilidad.

Literato y abogado - [email protected]