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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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[La Lengua Popular] Feliz cumpleaños, querido Bukowski

[La Lengua Popular] Feliz cumpleaños, querido Bukowski



Son las tres de la mañana y el observar la casa a oscuras y vacía tiene un gusto diferente. Lo mismo pasa con las calles o con los lugares a los que hemos querido mucho y podemos verlos vacíos. La percepción de ellos desde una determinada hora te permite observarlos desde una percepción diferente. Me gusta volver y disfrutar de aquellos lugares a los que en un inicio he conocido llenos de gente, ruidos y movimiento, y en los que además he pasado grandes momentos. Hay un gusto distinto por volver a habitar esos lugares de convulsión, pero en la extrema soledad y silencio, cuando el paso del tiempo tiene un peso material y consistente en las cosas. Por eso creo que no hay nada más nostálgico y sombrío que una carretera en medio de la nada, una casa abandonada o alguna prenda de vestir desechada en alguna calle. Y así podríamos enumerar una lista interminable de todos aquellos lugares y artefactos que cobran ese tono gris debido al abandono y al olvido. No hay nada más desolador que observar las ruinas de un pueblo o de una ciudad por donde la violencia ha dejado sus nidos.

Pienso que sentimos una especial forma de contemplación de esos lugares que en un principio eran convulsionados por el movimiento y después cambian cuando la quietud del vacío los posee. En ellos reconocemos o, mejor dicho, nos reconocemos en la brecha de lo que conservamos en la memoria y lo que queda en el olvido. Mirar la casa abandonada es mirar de frente lo que se ha olvidado. Mirar una ciudad en ruinas es enfrentarse con lo que nunca recordaremos como anterior a esas ruinas. Pasear por las calles de madrugada es deslizarse por lo que ignoramos en el proceso cotidiano, pero que en ese vacío se nos revela y lo descubrimos solo por el olvido al que todo y todos de alguna forma estamos destinados.

El mismo efecto tiene el observar fotografías de gente que ha pasado por un mal momento en su vida o por momentos letales. Es la misma sensación de pasear por un lugar abandonado. Queda en ellos una humanidad como que más revelada, menos controlada por la pose. Una humanidad que solamente el olvido es capaz de resaltar. Me atrae ese tipo de lugares y personas porque son como remolinos de viento congelados. Es decir que son la huella concreta de que las mareas de la vida han terminado marcando un rumbo compulsivo en el día a día.

Con esta introducción, quiero homenajear al escritor estadounidense Charles Bukowski, que el pasado martes 16 de agosto estaría cumpliendo 96 años. Otro dato que me parece relevante es que el mismo día es la festividad del santo católico San Roque, que en lo popular es el santo de los perros, en especial de los callejeros. Creo que hay una relación casual muy estrecha entre el efecto que tiene el realismo sucio de Bukowski con la simbología del perro callejero. Una coincidencia casi poética.

En los últimos tiempos, la escritura de Bukowski ha cobrado un peso absoluto en distintos sectores de la intelectualidad literaria, como también se ha convertido en el fetiche de todo aspirante a escritor maldito. La primera vez que leí un texto de Bukowski sentí asco, pero también admiración. No me gustaba lo que leía, pero sí me atraía lo nada pudorosa que era su narrativa. Había algo en cada palabra que me conducía a mirar esos pasajes que quedan descuidados, que están en el olvido y que solo una determinada luz permite verlos. Esa fascinación me condujo a tratar de leerme todo lo que he podido conseguir del escritor. A la vez, descubrí la potencialidad de leer realismo sucio, y en especial el gusto y la sintonía diferente de leer a Bukowski.

Hay dos formas de leerlo. La primera es con la convulsión de los reflectores y el movimiento insoportable de la fachada de fanáticos que se han articulado en torno a lo que tristemente a veces pesa en muchos casos y es la vida descontrolada, antes que el trabajo a detalle del artista. La otra parte es recorrerlo de madrugada, cuando todos duermen y las luces del show están apagadas, cuando sabemos que todas esas ruinas esconden un paisaje anterior que no lograremos entender nunca, cuando las miradas de la derrota, del abandono, son aún más crujientes.

En una entrevista que le hizo el peruano Jaime Bayly (el 1 de enero del 2010), Joaquín Sabina advierte que le gustan las drogas y el alcohol; pero que “odia” a los drogadictos y a los alcohólicos. Tengo la misma posición con los lectores promedio de Bukoswki, con aquellos que se han enamorado del descontrol de una vida que el escritor amó, pero también odio, y antes que nada sobrevivió, sin una marca intelectual prefabricada, sino con el vigor que cada mañana te demanda seguir adelante, en plena y absurda sencillez cotidiana. Por eso digo que amo la escritura de Bukoswki; pero odio a los fanáticos e imitadores de él. De esta manera voy a dejarles unas píldoras para que los paseos por las ruinas y los rostros de la violencia tengan una contención más poética.

“Hay un pájaro azul en mi corazón que/ quiere salir/ pero soy duro con él,/ le digo quédate ahí dentro, no voy/ a permitir que nadie/ te vea./ Hay un pájaro azul en mi corazón que/ quiere salir/ pero yo le echo whisky encima y me trago/ el humo de los cigarrillos,/ y las putas y los camareros/ y los dependientes de ultramarinos/ nunca se dan cuenta/ de que esté ahí dentro” (fragmento de “Pájaro azul”).

“Si vas a intentarlo, ve hasta el final./ De otra forma ni siquiera comiences./ Si vas a intentarlo, ve hasta el final./ Esto puede significar perder novias,/ esposas,/ parientes,/ trabajos y,/ quizá tu cordura./ Ve hasta el final./ Esto puede significar no comer por 3 o 4 días./ Esto puede significar congelarse en la banca de un parque./ Esto puede significar la cárcel./ Esto puede significar burlas, escarnios, soledad…/ La soledad es un regalo./ Los demás son una prueba de tu insistencia, o/ de cuánto quieres realmente hacerlo./ Y lo harás,/ a pesar del rechazo y de las desventajas,/ y será mejor que cualquier cosa que hayas imaginado./ Si vas a intentarlo, ve hasta el final./ No hay otro sentimiento como ese./ Estarás a solas/ con los dioses/ y las noches se encenderán con fuego./ Hazlo, hazlo, hazlo./ Hazlo./ Hasta el final,/ hasta el final./ Llevarás la vida directo a la perfecta carcajada./ Es la única buena lucha que hay” (“Todo”).

“Si no te sale ardiendo de dentro,/ a pesar de todo,/ no lo hagas./ A no ser que salga espontáneamente de tu corazón,/ de tu mente, de tu boca/ y de tus tripas,/ no lo hagas” (“Así que quieres ser escritor”).



Filósofo y escritor - [email protected]