Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Boquerón



Sobre la película boliviana del director Tonchy Antezana, actualmente en la cartelera de los cines locales. 

Sólo hace unas semanas leí un manuscrito sobre la defensa del fortín paraguayo, en manos de los bolivianos, Boquerón. Será un libro editado por Kipus que contiene páginas textuales escritas por participantes de la épica resistencia: Moscoso, Taborga, Marzana, Busch…

Hasta antes conocía sólo de oídas la heroicidad y el patriotismo que latía en ese breve e intenso episodio de la historia de Bolivia. Cuando terminé de leer esos testimonios me di cuenta de que había llorado en varios pasajes.

Sentí por primera vez la encarnación de esa abstracción llamada patria. Lo que había sido hasta entonces un himno, un desfile, una lejana herida marítima, se convirtió en algo tangible en esos hombres en cuyo cuerpo y alma crecía, se personificaba, la patria. Era real. Valía más que sus vidas.

Después aparecía anunciada una película llamada Boquerón.

Claro que iría. Fui. Ahora me arrepiento de haber llevado conmigo aquel profundo sentimiento. De eso, la película no tiene nada.

Lo que sí tiene el Boquerón de Tonchy Antezana es todo lo contrario.

Debemos decir que este director nos previene, con sinceridad y al principio, que no es una película histórica. Es verdad, no lo es, pero entonces ¿para qué usar el nombre casi sagrado para hacer una soap opera? Quizás para que sirviera de anzuelo, para que acudieran el patriotismo de aquí, y tal vez el paraguayo.

La salida del cine es una ceremonia. Sales de ese recinto oscuro y mágico con algo añadido a tu prosaica existencia. Debes decir algo, no puedes salir impunemente y continuar como si nada. Esa es una consecuencia del arte cinematográfico. Puedes comentarlo después en un diario, como en este caso, pero en “boca de urna” tu emoción está a flor de piel. Cuando salí del Center no pude sino declarar un veredicto desfavorable a la película boliviana.

Son esas apreciaciones del instinto del cinéfilo las que aquí se insertan, no las veleidades de un crítico de cine.

La trama “ahistórica” se presenta como una colección de lugares comunes ejecutada por personajes estereotipados que recitan un libreto ingenuo.

Antezana se ha alejado de la historia sirviéndose de ella. Están los héroes de Boquerón. Marzana, Manchego, Ustariz, Taborga (éste, un cómico al que se le nota) en sus roles caricaturizados irrespetuosamente, como base de despegue de “sus” personajes lamentables. El más patético, un “poeta” que recita sus versos ídem, y hace reflexiones de la más cursi telenovela venezolana, y luego se van muriendo paulatinamente (alguno aparece para inmediatamente matarlo) ante el réquiem repetido de “¡respirá!, ¡respirá!” del sobreviviente que, a su tiempo, se desespera por parecerse a los soldados gringos en sus heroicas guerras de Iraq y Afganistán.

A los diálogos elementales, se suma el descuido formal del libreto, como el dequeísmo impuesto a Marzana: “Inteligencia nos informa de que…”.

No sólo es mala, sino injusta y esto no se borra con las histriónicas ofrendas florales a las tumbas en el Boquerón de hoy que hace el director durante los créditos.

No todo está mal, me reflexionan, pero la valoración de una película es “democrática”: gana lo que está en mayoría.

No se puede decir qué buena película por las (una, dos, basta) escenas del cielo, y qué mala por lo demás. Sí puede ser calificada entre una a cinco estrellas, como en las revistas especializadas, pero ésta está harta de estrellas y nubes.

Es una oportunidad perdida porque, realizada esta Boquerón, es muy difícil que algún buen director decida filmar la versión seria, la que nuestra historia pide a gritos.

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Post Data: A la cara entrada, los del cine Center añaden abusivamente publicidad televisiva en lugar de adelantos de películas.

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