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COMIENZA LA “CONFERENCIA DE INVIERNO” DE FILOSOFÍA DE LA UCB

Sobre el lenguaje del hombre interior en el “De Magistro” de San Agustín

Sobre el lenguaje del hombre interior en el “De Magistro” de San Agustín


La Carrera de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” realizará el viernes 17 de julio su “Conferencia de Invierno 2015”. Este año, el acontecimiento lleva por título: “San Agustín: Filósofo, Teólogo… ¿y qué más? Una introducción a su vida, sus actividades y sus obras”. La conferencia será dictada por el Prof. Dr. Hans van den Berg OSA, y se llevará a cabo en el Aula Magna de la Facultad de Teología (Av. Ramón Rivero esq. Oruro), de hrs. 18:30 a 20:30. El ingreso es libre. Con este motivo algunos estudiantes de la Carrera de Filosofía y Letras publicarán este y el siguiente domingo algunos artículos en los que se pretende reflexionar sobre la importancia de Agustín en el pensamiento occidental.



En el año 389 d.C., un joven retórico africano aunque de cultura romana, recién convertido al cristianismo (386 d.C.) compone junto a su joven hijo, Adeodato, un pequeño diálogo titulado “El maestro” (De Magistro). El tema principal del mismo, aunque de carácter pedagógico y de fondo religioso, será el lenguaje.

“El Maestro” de San Agustín (354-430 d.C.), según la crítica moderna, viene a ser un tratado sobre “la naturaleza y las funciones del lenguaje”. De ahí que su importancia en el siglo XX es crucial, en cuanto la filosofía del lenguaje, la hermenéutica, la lingüística, la semiótica, etc. son la ciencias de este siglo.

Una propuesta actual de estructuración de la obra la encontramos en la traducción de Atiliano Domínguez, quien en su introducción al diálogo señala que la misma se compone de una introducción, tres partes que corresponden a las funciones clásicas del lenguaje: sintáctica, semántica y pragmática, y una conclusión.

En el presente artículo nos centraremos la pragmática. Allí San Agustín desarrolla un extenso monólogo en el que va puntualizando la cuestión del lenguaje en relación a la utilidad y los límites que el mismo posee a la hora de trasmitir las verdades interiores, una comunicación que a través de palabras transmite algo más que palabras.

El obispo afirma que las palabras “nos invitan simplemente a buscar cosas, pero no las manifiestan para que las conozcamos… Con palabras no aprendemos, pues, más que palabras, o más bien el sonido y el ruido de las palabras… Ahora bien, sobre todas las cosas que entendemos, no consultamos a aquél que nos grita del exterior, sino a la verdad que dirige interiormente nuestra alma, quizá porque las palabras nos han invitado a consultarla”. Aquel que es consultado, del que se dice que habita en el “hombre interior”, sería, según la perspectiva marcadamente cristiana de Agustín, “Cristo” el “maestro interior”.

Si bien la perspectiva agustiniana está condicionada por su teología, la intuición que plantea sobre “los límites del lenguaje humano en relación a la verdadera naturaleza de las cosas”, es digna de ser considerada como una idea de gran actualidad en el marco de la imposibilidad de conocer aquello que escapa a la comprensión del lenguaje humano.

En el texto se alude a una triple distinción entre: la palabra como expresión del lenguaje humano, la idea que quiere ser expresada y que carecería de cualquier forma material y la capacidad interna que le permite al ser humano comprender que lo que desea comunicar está más allá de las palabras, que se encuentra en el “hombre interior”, allí donde el verdadero “maestro interior” enseña.

Los conceptos “hombre interior” y “maestro interior” aparecen constantemente en la obra agustiniana. Los mismos son herencia de la lectura que Agustín hace de algunos textos bíblicos paulinos (Rm 7,22 y Ef 3,16-17). En ellos se dice explícitamente que Dios habita en el interior del cristiano, allí se revelaría la verdad. Esta idea es parte de lo que en conjunto se conoce como interioridad agustiniana, uno de los fundamentos de su espiritualidad, teología y filosofía.

Ahora bien, se puede afirmar que volver al interior, en el lenguaje de Agustín, significa desplegarse de afuera hacia adentro y de adentro hacia fuera para replantear la propia realidad histórica. Esta intuición resulta sugerente para la reflexión.

Cuando hablamos estamos condicionados a un lenguaje o lenguajes para expresarnos, los mismos obedecen siempre a una estructura propia. Así podemos preguntarnos: ¿qué conozco fuera de mi lenguaje? ¿Cómo logro traducir mis experiencias vitales a no ser por la palabra?

Incluso, cuando pienso en mí mismo, siempre me valgo de palabras y de un determinado cúmulo de prejuicios que están traducidos en un lenguaje. Para responder a la pregunta ¿quién soy?, parece que debo servirme de un lenguaje que jamás agotará mi auténtica esencia.

Así puedo intuir que más allá del lenguaje soy un misterio para mí mismo. Si amo lo traduzco en palabras, si sufro intento expresarlo en palabras, si estoy feliz, si estoy preocupado, si triste, etc., siempre deberé servirme de un lenguaje que me ayude a expresarme, pero no a mostrarme tal cual soy: yo no me limito a un lenguaje.

Hay películas que fantasean con la posibilidad de que se puedan comunicar telepáticamente los pensamientos, pero ¿cómo podría comunicarle a alguien mi mundo interno a no ser a través de un lenguaje? ¿Cómo podría –incluso-, explicar a Dios sin un lenguaje humano?

Así la intuición agustiniana del hombre y del maestro interior nos invita a repensar los límites de nuestros lenguajes, a darnos cuenta de que vale la pena preguntarnos si existe algo más allá de lo que podemos expresar con palabras, pues a veces las palabras se agotan y entonces nos damos cuenta de que no son suficientes para expresar la verdad de las cosas que vivimos y que nos rodean. El obispo africano nos invita a preguntarnos ¿qué soy, quién soy más allá de las palabras? ¿Qué puedo conocer sin el uso de un lenguaje?

Para Agustín, la auténtica realidad del misterio que soy está dentro de mí mismo y más allá de cualquier lenguaje humano. Allí se revela la verdad, esta verdad tendrá su propio lenguaje, su propio idioma. ¿Cómo definirla, cómo definir esta verdad que me enseña que soy algo más que conceptos? ¿Quién o qué, dentro de mí, es capaz de mostrarme que soy algo más de lo que puedo entender con mi lenguaje, que soy un misterio, un misterio insondable? Tareas del maestro interior para el hombre interior.

*Estudiante de la Carrera de Filosofía y Letras (UCB).



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