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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Las incoloras y tristes líneas de María (Un paseo por el café Urquidi)

Las incoloras y tristes líneas de María (Un paseo por el café Urquidi)



Hace dos semanas llegué por accidente al lugar del que a continuación les voy a hablar. Lo primero que tengo que decir para contar mi experiencia en el café Urquidi (calle Colombia Nro. 252, entre Baptista y España) es COLOR. Y a la vez es mi obligación amplificar esta primera palabra para por lo menos reproducir una parte de lo que provoca el acercamiento a este espacio.

La pintura, como todo arte, siempre que se presenta ante nosotros de alguna o de otra manera con-mueve. Con esto no me refiero a otra cosa más que, a partir del encuentro con esa brecha del telar liso de lo convencional, nos permitimos la posibilidad de reconstruirnos en miles de posibles versiones que somos nosotros mismos, pero también diferentes. Cuando nos sucede un encuentro realmente apasionante con una obra de arte, lo único claro es que definitivamente se constituye un antes y un después. Somos el que hemos despertado por la mañana, pero inexplicablemente, después de habernos encontrado en y con una obra de arte, volvemos a ser el que habíamos despertado mucho tiempo atrás en la sonrisa final de un recuerdo ya fenecido.

Es decir que, cuando sucumbimos ante un cuadro, una pintura, una novela, una película, etc., no hacemos otra cosa más que perdernos en la sencillísima tarea de preguntarnos por todo aquello que creemos posible, por todo aquello que ha sido posible y por todo aquello que queremos que sea posible. Y, por qué no, por todo aquello que nos gustaría que sea posible o que siga siendo posible. Pero algo queda claro, más allá de cualquier tratado estético. Cuando nos dejamos suceder ante una obra de arte, siempre nos preguntamos.

Lo que hace espectacular este preguntar es que de alguna manera nos conecta con todo lo otro que nos rodea. De repente nos llama la atención todo el contorno, todo lo microscópicamente abandonado por una atención descuidada, pero a partir de descubrirnos en un hecho que nos conmueve, es como que nos dotamos de una mirada de superhéroe, nos conectamos con toda esa mística armonía que el arte da a las cosas del mundo. Muchas veces amamos un sutil momento en el que nos tropezamos con una mirada, un detalle, una palabra mal pronunciada, un olor travieso, un gesto que se desliza por unos ojos callados, simplemente amamos y nos internamos en la observación de ese otro, y a veces esa contemplación puede significarnos el final, la muerte más prolongada. La mayor tragedia de Pablo Castel en El Túnel es haberse dado cuenta de que amar se reduce a la observación diminuta de una mujer intentando ver por la ventana de una pintura. Esa reducción simplemente limita la eternidad a un detalle y a una condena; uno asegura su existencia y lo otro nos obliga a buscarla. Por eso la obra de arte siempre nos actualiza.

Estar en el café Urquidi te transporta a otra dimensión, hasta el más mínimo espacio de la pared está cubierto por alguna pintura, lo que da la impresión de estar dentro de un tejido colorido. Cada pintura es de un estilo muy particular. Antes de hablar de los temas de las pinturas, debo decir que lo que más atrae de los cuadros es la combinación caótica y la intensidad de los colores. Hasta los marcos tienen particularidades excéntricas. Para hablar de los temas de las pinturas simplemente debo decir la palabra seducción. La mayoría de los cuadros son de mujeres hermosamente rebeldes. Detalles como tatuajes, gafas de marcos anchos, collares coloridos, vestimentas levemente desgarradas y cotidianas hacen de los cuadros gigantes piezas que combinan toda la fuerza y la delicadeza de una legendaria canción de rock con la temible sonrisa descuidada de una mujer hermosa. Así que los que somos fanáticos de los tatuajes, las motos, las guitarras eléctricas, las baterías aceleradas, estaríamos encantados de tener una de estas pinturas en la entrada de nuestra casa.

La única respuesta de María a Pablo Castel es una carta que dice “yo también pienso en usted”, y en esas líneas el pintor actualiza esa eternidad de detalle y condena, al recordar a María viendo por la ventana de su cuadro. Un lugar lleno de pinturas que nos permiten ampliar todas esas miradas y fantasías femeninas siempre será un buen lugar para estar, siempre nos invocará a las incoloras y tristes líneas de María.

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