Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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[LA LENGUA POPULAR]

Bola 8 al fondo

Bola 8 al fondo





Al tener que empezar a escribir el séptimo número de La Lengua Popular, por una extraña razón recordé algo que en alguna parte había leído (lamentablemente no estoy seguro si en verdad lo he leído, lo he imaginado, lo he soñado o lo he escuchado en alguna conversación, de todas formas no hay por qué pensar que alguna de las cuatro opciones no puede ser considerada como un párrafo de un buen libro) que hay cinco formas de conocer a un hombre o una mujer: por qué es lo que come, por cómo conduce su auto, por qué es lo que bebe, por cómo pelea y por cómo se desenvuelve cuando juega. La sumatoria de cada una de las formas daría como resultado un parámetro de cómo amamos, cómo sufrimos, cómo nos perdemos en todos los viajes extraños de aquellos pasajes que irremediablemente terminarían siendo las mejores partes de cualquier biografía, en resumen nos quedaríamos con el resultado más cercano a la silueta permanente de cada uno de nosotros sobre las aguas del río que fluyen constantes.

Cada una de las formas que nos permiten conocer el temperamento, el talante, o las botas del otro como diría mi padre, están completamente interconectadas. Y cada una termina constituyendo no sólo en líneas fronterizas el secreto de los ojos de aquellos con los que compartimos la gran aldea. Pablo Sandoval, el borrachín de la película argentina El secreto de sus ojos, resuelve el aparente imposible crimen de violación, que es el problema detonante de la peli, con una reflexión medular que desentraña de manera quirúrgica la aparente apatía a lo cotidiano que envuelve el cuento del business en el que día a día como seres humanos nos toca desenvolvernos.

Así que es preciso que, para hablarles del lugar que corresponde a este séptimo número, traiga a la mesa las reflexiones magistrales del leal Sandoval cuando desmantela el gran misterio del culpable a su amigo Benjamín. Siéntense y relájense: “¿Sabes por qué no podemos encontrarlo? Porque somos unos boludos. ¿Cómo es posible que nos podamos encontrarlo?. Siempre que estamos cerca, este tipo hace humo. Así que se me ocurrió pensar en todos los tipos, no en este tipo en especial, sino en todos los tipos, y a la vez al pensar en todos los tipos, pensé en él tipo. El tipo puede hacer cualquier cosa para ser distinto, pero hay una cosa que no puede cambiar ni él ni vos ni yo, nadie. Mírame soy un tipo joven, tengo buen laburo, una mina que me quiere y, como decís vos, me sigo cagando la vida viniendo a tugurios como este. Más de una vez me dijiste ¿por qué estás ahí, Pablo? ¿Qué haces ahí? Y sabes por qué estoy, Benjamín, porque me apasiona, me gusta venir acá, ponerme en pedo, cagarme a trompadas si alguien me hincha las pelotas. Me gusta. Y vos lo mismo, Benjamín. No hay manera que pueda sacarte de la cabeza a Irene sabiendo que es caso perdido… [Sandoval camina hasta la barra, interpela con unos nombres que aparecen en las cartas del asesino a un fanático de Racing, el hombre de la barra responde con maestría histórica el significado de cada nombre] Escribano, ¿qué es Racing para usted? Una pasión. Aunque hace nueve años que no gana nada. Una pasión es una pasión. ¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín. No puede cambiar de pasión”.

La pasión es lo que termina determinando el cómo vivimos, lo que nos permite generar una alquimia y una trinchera entre las aparentes responsabilidades de la formalidad, lo que eventualmente nos hace tipos más creíbles (cómo una vez me dijo una querida persona desde su cubículo del banco). Pensar en enfrentarse a eso que nos desestructura. Eso que nos enamora y nos hace odiar con la misma proporción de peso que la seda y el acero siempre termina hilando una versión diferente de nosotros y del mundo. El escritor español Juan Tallón, en un blog plagado de lucidez, anota: “En secreto, la realidad posee estructura de ficción. Tal vez por desesperación, a veces alcanza un punto en el que abandona su realismo con un portazo e imita a una buena novela. ‘Buena novela’ en un sentido amplio, incluido el de mala novela, lógicamente. Se trata de un movimiento escapista, brusco, instintivo, como el de un perro que se sacude al salir del agua y lo deja todo perdido. La realidad a secas resulta casi inhabitable. Nos acostumbramos a ella porque nos acostumbramos a todo. Pero en su peor versión, no posee mucho más tono que un chicle que se mastica durante horas”.

Para conocer el espíritu de un hombre o de una mujer, para medir su lealtad, y la profundidad de su mano, para hacer de la pregunta estacionaria un arte a través de una palmada en el hombro, solo basta mirar la pasión y la intensidad del otro jugando. Para eso simplemente los invitaría a un lugar al cual de alguna o de otra manera tendríamos que haber ido. Pasé jugando billar los últimos tres meses antes de la siempre estresante defensa de tesis, rememorando a las que se fueron y afirmando lo que no se había ido. Aprendí a entender más de mis pasiones junto a tres amigos (uno de los cuales está muchos kilómetros lejos), mirando como se observa a un animal salvaje en su estado natural y a una distancia lo suficientemente prudente como para hacer del silencio un arma.

El billar Chechos (Sucre entre 16 de Julio y Oquendo) es un salón con diferentes clases de mesas para jugar billar. De lunes a viernes, en su mayoría está ocupado de universitarios. El sábado tiene un ambiente más de fiesta y el domingo es familiar. Pero lo que más se aprecia del lugar son determinadas mesas, las que se encuentran al principio porque cuentan con características determinantes. Los jugadores han hecho del juego una pasión donde lo que parece imposible, a través del cálculo, del efecto, del carisma del golpe, de la suavidad del rebote, sucede. Donde observar por varios minutos una partida se convierte en una experiencia estética. Donde la disciplina de cada uno de los jugadores, más allá del nivel institucional de competencia, es digna de admiración. Un lugar donde la ficción que sostiene el desierto rutinario se hace cálido, calma la sed. Donde con calma y tiza la pasión golpea mejor.

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