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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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LA NATURALEZA, EL SEXO Y LA AMBICIÓN FUERON SU RAÍZ, SEGÚN UN LIBRO

La melancolía brasileña

La melancolía brasileña





No haré referencia al espectáculo de la selección alemana metiendo gol tras gol a su par brasileña en el último Mundial de Fútbol ni tampoco a los resultados en las elecciones de octubre. Mi preocupación es un libro de un diplomático del siglo pasado, Paulo Prado, quién escribió -mejor dicho, describió- a fines de los años 20 el alma brasileña en un épico ensayo sobre “a tristeza brasileña”. (*)

Ronaldo Vainfas traza una biografía sobre el autor en un texto introductorio. Paulo da Silva Prado nació en 1869 en el seno de una familia tradicional, dueña de una empresa de exportación de café en el apogeo de esa planta. Falleció en 1929, y toda su vida fue una persona preocupada por el Brasil y sus habitantes. Estudió en la Facultad do Largo de Sao Francisco y recibió el grado de Bachiller en la última etapa del Imperio; también estudió música, danza, lenguas extranjeras.

Fue representante del Estado de Sao Paulo en la Comisión de Valorización del Café y moró en Europa, donde conoció a muchos empresarios y a personas como el ministro Paul Claudel y a escritores. Él destacó como editor de revistas de cultura, como mecenas y como intelectual.

“Al tratar de la tristeza, la grande marca del carácter nacional en el entender de Paulo Prado, el autor inicia por la comparación tan frecuentada entre la colonización portuguesa y la ibérica y la anglojona. (…) En el Brasil, prosperó una administración corrupta, facilitada por el colono apático y sumiso”. Lo fundamental para explicar la melancolía del brasilero en sus orígenes reside en los excesos que Bravo apunta como los eróticos y la ambición desmesurada.

El autor da muchos datos para sustentar su visión. Describe durante las páginas introductorias la naturaleza de un país tan grande como un continente, su fuerza y el misterio. “El encuentro del europeo, salido de una zona templada, con esa naturaleza exuberante, tan marcada de fuerza y de gracia, fue ciertamente la culminación de su aventura” (p. 31).

La floresta, la temperatura siempre cálida, caliente, la idea de una primavera eterna, el clima húmedo, espeso, la selva, los cursos del agua, cautivaron al portugués. Las mujeres indígenas paseaban desnudas, con cuerpos bien formados y pieles dispuestas al amor, sin restricciones. Así, dice el autor, comenzó una historia de excesos amatorios y eróticos, “encuentros de pura animalidad”, de sexo desbordado como en un paraíso donde todavía no se conoce el pecado.

Prado cita a cronistas que contaban la vida sensual de los indígenas, “é um animal lascivo, vivendo sem nenhum constrangimento na satisfacao de seus desejos carnais”. Desde los primeros conquistadores, el tema del sexo entre los indígenas y con las naturales de esos bosques y playas fue un asombro, una duda, una culpa.

Prado analiza cómo después del coito sin límites llega la bruma, la melancolía del “post coitum”. Según detalla con ejemplos de la época -que se podrían extender a nuestros días- la calentura sensual liberaba a los paulistas o cariocas de falsos moralismos, pero al mismo tiempo los alejaba de la construcción de parejas estables. Pocos casamientos duran en ese país y el deseo carnal (animal, dice él) reemplaza el amor; satisface urgencias del cuerpo, pero no completa la soledad del alma. Esa es una de las razones de la melancolía brasileña. Cae en una “postración” porque tener sexo no es igual a ser amado y amar.

También nombra el caso de la ambición, del excesivo amor por el oro, la riqueza, el dinero. Según Prado, el brasilero pasa mayormente en la calle, en la oficina o taller, en el negocio y dedica poco tiempo a la familia, incluso a los amigos o a compartir con otros seres humanos sólo por el gusto de estar. Dice el autor, a la melancolía por los “abusos venéreos” se agrega la frustración por vivir con la idea “fija en el lucro”, en el enriquecimiento.

El autor no hace referencia a la herencia portuguesa y a su expresión musical más conocida, el fado, que también sorprende por su esencia melancólica, tanto que muchos de sus intérpretes se quitaron la vida a pesar de los éxitos artísticos.

Lo que más llama la atención es que el texto fue escrito hace noventa años, cuando seguramente pocos se animaban a reflexionar sobre el tono de las relaciones sexuales en la psique de una nación.

No deja de provocar muchas interrogantes sobre lugares comunes para describir a un pueblo (vr. gr. “los brasileños son alegres”), frases hechas, prejuicios, que califica a la ligera sin indagar en el sentimiento más profundo de las comunidades.

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*IN: Intérpretes do Brasil, Volume 2, Rio de Janeiro, Editora Nova Aguilar, SA, 2000. Biblioteca Luso-Brasileira, Série Brasileira. selecao de livros e prefácio Silvano Santiago.

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