INTERNAS CON 5 A 6 AÑOS DE RECLUSIÓN RECUERDAN COMO SI FUERA AYER EL DÍA QUE INGRESARON AL PENAL
“Nadie olvida su primer día en la cárcel. Yo entré como zombi”
“Nadie olvida su primer día en la cárcel”, asegura Delia, nombre ficticio, al referirse a las “Trenteras”, que a diferencia del resto de las internas que ingresan por delitos menores, ellas se chocan frente a un escenario que jamás se imaginaron vivir, alejado de su realidad y que además deben asumir como su casa durante los próximos 30 años.
Muchas solo saldrán cuando hayan llegado a la ancianidad y otras, probablemente morirán en su larga espera, producto de la mala alimentación, enfermedades y abandono familiar y social.
El día que Delia, de 56 años, fue detenida acusada de matar a una anciana, eran las 9 de la mañana y se aprestaba a abrir su negocio en la calle San Martín y Montes. Su ayudante aún no había llegado y fue cuando varios policías ingresaron y le pidieron acompañarla. “Me llevaron caminando hasta la Fiscalía, donde inició todo mi calvario”, comienza su relato.
Cuenta que al estar segura de su inocencia preparó todos los documentos para acceder a las medidas sustitutivas a la detención, sin embargo nada salió como pensaba.
“Durante la audiencia, la juez recibió una llamada y de inmediato determinó mi detención preventiva”, cuenta asegurando que en su caso habían fuertes intereses políticos que la condenaron.
Por primera vez fue conducida por policías y enmanillada. Firmas aquí, huellas allá hasta que finalmente llegó a la puerta del Centro de Rehabilitación “San Sebastián Mujeres”.
En la mente de Delia, la idea de una cárcel estaba relacionada a mucha seguridad, policías, uniformes, celdas y actividades a desarrollarse según horarios. Pero no era así.
“Eran las dos de la tarde, lo recuerdo muy bien, solo llevaba mi bolsón con un poncho, mis vitaminas y algo de dinero. Abrieron la puerta y estaba como atontada, todo lo veía al revés. Parecía como un mercado”, dice.
“Me dijeron ‘esperame en el segundo patio’ y agarrada de mi bolsa me fuí directo hasta el final de este espacio -de 13 por 12 metros- y al chocar con una puerta, la abrí y era el baño, ese era el final de la cárcel”.
La acomodaron en una catrera en la zona denominada “barrio lindo”, un espacio donde había entre 8 a 10 camas. Ese lugar se ha convertido en su hogar durante los últimos 5 años. “Yo tengo que salir. No me imagino... no concibo quedarme 30 años... Nooo.. voy a mover cielo y tierra para estar fuera”, asevera.
Para Susana, en cambio, su llegada al penal pasó como una pesadilla que poco recuerda. Luego de asesinar a su pareja con más de 120 puñaladas “Yo llegué como zombi, golpeada por todo lo que me había pasado, pero gracias a Dios, así como hay personas malas, también hay mujeres que me acogieron con un sentido maternal”, agradece.
Rina está sindicada por asesinar a un hombre que vivía en su casa. Ingresó hace 6 años cuando cumplió 39. Haciendo cálculos saldrá a los 70. Su primer golpe al llegar al penal fue el dolor de apartarse de sus dos hijos adolescentes. “Yo soy madre soltera, mis hijos dependían solo de mi y ahora no están estudiando. El mayorcito vende hamburguesas y mi otra hija trabaja por 300 bolivianos en una iglesia cristiana”.
Pero los golpes continuaron llegando y hace algunos meses le detectaron un cáncer en el útero.
“No puedo iniciar la quimioterapia porque es muy caro, pero mi cabello ya está cayendo todo. Ruego a Dios todos los días que me permita salir de aquí”, dice esperanzada Rina.
Sin control policial al interior del penal
Al interior de la cárcel San Sebastián, al igual que en todos los centros de reclusión en Cochabamba, el control policial es solo a quienes salen y entran al penal, pero al interior no hay ningún control, ya que quienes manejan el orden y la organización son las delegadas que son elegidas por la misma población penitenciaria.
Los días inician a las 5 de la mañana
Los días en la cárcel inician a partir de las 5 de la madrugada con el incesante laboreo de mujeres que deben mantener a su familia y aprovechan cada minuto para trabajar y ganar algunos pesos. Algunas lavando ajeno, otras tejiendo, unas cuantas cocinando, y otras atendiendo kioskos, de jugos, lanas y otros.
Momentos más críticos del presidio
Según la coordinadora de la pastoral penitenciaria de Cochabamba María Ángeles Gonzáles los tres momentos más duros de una interna son: el presidio, la lectura de la sentencia y el abandono de la familia.
Secuelas del dolor y depresión extremos
“No quería hacer nada, solo lloraba y lloraba... Tanta fue mi depresión que en tres meses había bajado de 55 a 35 kilos”, cuenta Juana R. de 54 años al referirse que desde que fue ingresada al penal de mujeres, solo sentía dolor por su encierro, la separación con su familia y los largos años que la esperaban dentro.