Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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ANÁLISIS

Sobre la Interculturalidad (III)

Sobre la Interculturalidad (III)



El anterior artículo intentó concluir con una proposición fundamental: Ante el no-establecimiento de una hegemonía cultural verdadera como hecho de la historia boliviana (esto es, ante el establecimiento político superestructural pero no real de la misma) pervive (en la radicalización de los esquemas tradicionales de la cosmovisión de una u otra cultura) una pre comprensión del Ser que se expresa como diferente de las demás comprensiones culturales que coexisten con ella.

Continuemos a partir de ese punto. La forma en la que nos involucramos con el Ser de los “entes intramundanos” por medio del existir confiere “sensaciones” diferentes de lo real que “conmueven” a la integridad de nuestra humanidad a partir de la sensibilidad más cotidiana. Indicamos también antes que la posibilidad del “levantarse” o “descubrirse” de los entes depende de “la asunción de un trasfondo de sentido” que “los permite”. El “asumir” de esta admisión del Sentido en cuanto trasfondo no depende de una elección sino que se desenvuelve en el hecho mismo del existir del hombre desde su momento más originario. Tal posibilidad del existir del hombre depende de las practicas a partir de las cuales se ejerce este existir y del modo en el que tales prácticas se involucran en un circuito ritual que mantiene al hombre conectado con lo que “lo trasciende”.

Este involucramiento ritual del hombre con relación a la trascendencia está expresado en la dimensión necesariamente poética del hombre qua hombre. Es, si se prefiere, una necesidad de la conciencia mítica (Kolakowski) de ligar lo sensible a realidades incondicionadas.

Dependiendo de la forma en que se expresa tal vinculación con lo trascendente, este “abrirse” del hombre, en el que se establece un horizonte de sentido a partir del cual los entes “son”, puede calificarse como religioso o no, pero es, siempre y en todo caso, sagrado.

Tal trasfondo de sentido en el que se yergue nuestra pre comprensión del Ser, posee como último fundamento una mítica en la que se expresa “el medir de lo que está debajo del cielo y sobre la tierra”. Es desde la sustancia de esta estructura mítica (culturalmente definida) que se emplazan las diferencias ontológicas entre las diversas sensibilidades culturales. Desde aquí que hay que reconquistar el planteamiento apuntándolo hacia el fenómeno de la Verdad.

Boaventura de Souza, en su ya mencionado texto Refundación del Estado en América Latina, plantea un conjunto de “lógicas de producción de inexistencia” en las que se apoya la mentalidad colonizada y colonizadora, y contra las que es necesaria la construcción de una “epistemología del sur”. La primera de estas lógicas está referida a la “mono cultura del saber”. Se trata del establecimiento hegemónico del “discurso científico” como único mediador posible con la verdad, mientras el resto de conocimientos y saberes son “constantemente producidos” como no-saber en tanto que “alternativas no creíbles para lo real”.

La lógica funciona, por otra parte, asentando en el “sentido común” la centralidad de la verdad en cuanto posibilidad de “lo científico”, mientras que toda otra forma de saber (ancestral, por ejemplo) es entendida como no-conocimiento, esto es, como curiosidad, atractivo folclórico, “artefacto” primitivo o riqueza cultural, pero, al fin y al cabo, como no-verdad.

La posibilidad de distintas verdades, en relación a los propósitos de nuestra inspección, debe asentarse, necesariamente, en las diferentes formas de “aperturar” el Ser del mundo que hemos revisado y, entendiendo que Heidegger ha apuntado, en Ser y Tiempo, a esta consustancialidad entre Ser y Verdad, las siguientes nociones se inspiran en su reflexión.

Lo que se registra, en realidad, no es la existencia de diferentes verdades. Se trata, mas bien, de los diferentes “descubrimientos” de lo ente. Este es el sentido original de la a-lêtheia griega, que se ha traducido regularmente por “verdad”. El término griego original posee la connotación de develamiento, de descubrimiento en el que algo es “extraído” de su situación de ocultamiento.

Ahora bien, Heidegger apunta a que este “descubrimiento” de lo ente, que es, en todo caso, la Verdad. Y tal descubrir es consustancial a la “aperturidad” que define la situación del “Ser-en-el-mundo”. En términos sencillos, la existencia del hombre, al encontrarse inmiscuida en el Ser, descubre el Ser y la Verdad de lo ente de un modo simultaneo. La Verdad, como tal, se funda en la existencia que revela el Ser.

Aplicado esto a nuestra construcción teórica nos permite comprender que la forma en la que el Ser de los entes revelados, a partir del transfondo de sentido del mundo (esto es, del “lenguaje” de corte mítico con el que “el mundo” se presenta), ”afecta” la sensibilidad íntegra del hombre es, en realidad, el fundamento del “descubrimiento” de la verdad.

El hombre, en todo caso, funda la verdad al “descubrir” el ser en su existencia efectiva. De tal modo, es indudable entender al hombre como un ser constructor de sentido, es decir, como un ser hermenéutico.

A las distintas pre-comprensiones con las que nos disponemos “afectivamente” a existir en el mundo compete el “descubrir” en el que se funda el fenómeno originario de la Verdad. El hecho de que el planteamiento discursivo de la misma tienda a deformar, este hecho excede, en todo caso, los propósitos de esta exposición. Queda en todo caso referida la forma primera de aprehensión de lo verdadero: el modo mismo en el que existiendo respecto de nuestro mundo develamos sus contenidos. A diferentes formas de comprensión pre-ontológica, corresponden distintos modos de descubrimiento de la Verdad. Así, entendemos que el país contiene no solo distintas formas de percepción del Ser sino, además, diversos modos de práctica de la Verdad. Ahora bien, esta develación de aquello con lo que nos ponemos en relación es, para gran parte del colectivo boliviano, una “suscitación poética de las maravillas de la existencia” en el sentido en que Rilke propuso. Tal es la condición insoslayable que debe incorporarse a la tratativa de la interculturalidad en el país. Los próximos dos artículos desarrollarán este punto.