Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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ANÁLISIS

Porqué escribí “Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!

Porqué escribí “Salvador Allende ¡Mar para Bolivia!


Escribí porque soy un apasionado lector que cultiva y venera las crónicas de viaje. Mis maestros fueron el autor brasileño Enrico Verissimo que cuenta con gran fortuna sus viajes por Estados Unidos de Norteamérica y México y el boliviano Gustavo Adolfo Otero, inolvidable autor de El Perú que yo he visto y El Chile que yo he visto.

Otro aspecto, quizá el más importante, fue la publicación en 1969 de varios reportajes y crónicas sobre mi viaje a Santiago de Chile, Época preelectoral, tuve la ocasión de conocer y entrevistar al candidato del Frente de Unidad Popular Dr. Salvador Allende. Luego en noviembre de 1970, posesionado de la Presidencia Constitucional de la República de Chile, me confesó en el Palacio de la Moneda su disposición para que Bolivia retorne soberana a las costas del mar Pacífico. Posteriormente escribí sobre el drama desatado por la conspiración constante que se dio en Chile y culminó con su muerte violenta. No dejé de entrevistar también a Pepo, el feliz creador de Condorito y Titicaco. En la casa de Pepo vivían Yayita, Coné, Pepe Cortisona, Che Copete, Garganta de Lata, Cabellos de Ángel y las amistades colaterales, con todos los rostros de “rotos” consumados, mestizos del bien vivir, el Doctor Pichelemú, el perro Washington, etc. Y la crónica de la erección del primer monumento, en la Alameda de Santiago de Chile, al comandante guerrillero Ernesto “Che” Guevara. Todo un panorama social, político y cultural de Chile de 1970 que había comenzado reciamente en 1969.

En Salvador Allende ¡Mar para Bolivia! incluí, además, algunos de los pronunciamientos habidos de destacados intelectuales latinoamericanos, fervientes partidarios del acceso al mar de Bolivia. Este ordenamiento ilustrado por dos poemas de Ricardo Jaimes Freyre y Óscar Cerruto y la popular canción “Yo quiero un mar para Bolivia” del cantautor chileno Pedro Telmo, que después el gobierno de su país le quitaría su nacionalidad por innoble represalia.

El libro Salvador Allente ¡Mar para Bolivia! está publicado en homenaje de gratitud al Presidente de la República de Venezuela, general Hugo Chávez, por su valiente alegato en favor de los derechos marítimos de Bolivia.

Aquellos trabajos periodísticos, especialmente la solicitud de Allende de crear en Bolivia un gran movimiento popular en favor de la reintegración marítima que influya en el ánimo del pueblo chileno, no prosperaron porque había cundido en el país un conformismo derrotista. Oportunidad en que yo me acerqué a la Presidencia de la República en busca del general Juan José Torres y fue imposible verlo y conversar con él porque era un virtual prisionero del Palacio Quemado. Recurrí a la Cancillería y lo mismo, fue imposible ganar las infranqueables barreras de secretarios, secretarias y consejeros. La prensa ídem. ¡Nada de política y menos cosas de Chile! En el régimen anterior de Torres, 1969, publiqué la primera entrevista con Salvador Allende en el periódico Prensa del Sindicato de Periodistas dirigido por Andrés Soliz Rada, quien después sería, como respuesta a sus artículos polémicos, arrestado y encarcelado. Y Prensa clausurado.

Tengo entendido que esa telaraña burocrática tendida en Bolivia a los dignatarios de Estado fue superada por la intervención del Cónsul General de Bolivia en Chile, Franz Ruck Uriburu, y algunos enviados especiales de Allende, como el destacado escritor chileno Volodia Teitelboim, secretario del poeta Pablo Neruda. Al respecto existe una carta personal del Dr. Salvador Allende al general Juan José Torres.

Bolivia, encerrada en sus montañas con el perverso designio de que sucumba como nación, nunca estuvo sola. Se dejó siempre escuchar la solidaridad internacional. La denuncia del enfrentamiento secreto y permanente, la guerra sucia de baja intensidad. La rapiña sin escrúpulos a la orden del día y la defensa de los despojos, lo que aún queda del impune desnudamiento. Y este asunto nunca fue bilateral sino trilateral que arrastró al mundo entero, compañía Melbourne Clark mediante. (Ver: Orígenes históricos de Antofagasta de Óscar Bermúdez Miral, Antofagasta, 1966). Los bolivianos llevamos heridas que ni los siglos podrán cerrarlas.

El primer hombre célebre en levantar su voz fue el excelso poeta nicaragüense Rubén Darío, que junto con Ricardo Jaimes Freyre y Leopoldo Lugones fueron los iniciadores de la escuela literaria del modernismo. El argentino Leopoldo Lugones tuvo también palabras encendidas. José Vasconcelos de México. Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Matilde Ladrón de Guevara de Chile, e infinidad de jóvenes intelectuales. Últimamente se pronunció Mario Vargas Llosa desde España, y en cierta manera como contraposición al infortunado escritor de profesión gay y nacionalidad peruana, Jaime Beyley. Entiendo que ahora más que nunca precisamos de la solidaridad de los escritores destacados del mundo: Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Gabriel García Márquez, José Saramago y otros.

El general Mariano Melgarejo, Presidente de la República de 1864 a 1871, no fue el mejor Presidente de Bolivia ni tampoco el peor. Entre sus aciertos está no solamente haber derribado el cerro de Santa Bárbara y juntado dos grandes unidades urbanas, la ciudad de La Paz con la zona chacarera de Putuputu, que en idioma aymara quiere decir El lugar de las mieses, y de este modo fundado el entrañable barrio de Miraflores. Recuperó Mejillones de Chile, que se había apoderado durante el gobierno del general José María Achá, y quedando de tal manera conjurada la guerra que había decretado el Parlamento boliviano. Lo más trascendente del pensamiento visionario del general Melgarejo fue la fundación en 1866 de la ciudad de Antofagasta, como defensa natural del Estado contra el expansionismo chileno. En poco tiempo aquella ciudad portuaria adquirió gran desarrollo e importancia. En 1879 el aguerrido Regimiento Los Colorados de Bolivia, fundado, organizado y entrenado por el general Mariano Melgarejo, con la divisa de que siempre Los Colorados deberían ser aguerridos, disciplinados y rechazar a la muerte por inútil e inservible, fue el que enfrentó heroicamente la invasión chilena.

Al conocer Antofagasta en 1970, me sentí maravillado porque aquella ciudad mestiza, que nada tiene que ver con los ingleses y alemanes, tiene un parecido extraordinario con Oruro. Sus calles, sus casas, su cielo, su clima, su atmósfera altiplánica, muestran inobjetablemente la condición de ciudades gemelas. Antofagasta y Oruro son un solo corazón.

Recuerdo que en cierta oportunidad el noble y valeroso pueblo de Antofagasta, como en 1879, hizo vibrar su sentimiento recóndito, cuando despuntó la aurora desde lo más hondo del mar e iluminó sus calles y sus casas embanderadas con la sacrosanta tricolor boliviana: Roja, Amarilla y Verde. Fue el gran poema épico vivido como en las mejores páginas de la obra de Homero. Ha sido registrada con letras de oro aquella epopeya de las banderas.

Estos hechos que acabo de anotar considero una base sustancial para la revisión de la historia en lo que se refiere al capítulo del mar, y en el cual escritores e historiadores nacionales tienen que fijar su atención. Hay que revisar la historia de Bolivia que hoy por hoy es pro chilena.

El gran dignatario de Estado de Chile, Dr. Salvador Allende, conocía los problemas de Bolivia como parte del drama de América Latina, y decidió intervenir para liberarla de las férreas cadenas impuestas al Prometeo de los Andes por el imperialismo inglés. No fue una locura de verano lo que había atacado al político socialista trasandino, sino una consecuencia de los principios que alentaba desde muy joven. Hay un sinnúmero de testimonios que se hallan todavía ignorados, pero lo que se vislumbra con luz diáfana es la confabulación de las dictaduras de los coroneles Banzer y Pinochet para frustrar la cruzada reivindicatoria alentada por el mismo pueblo chileno.

El Dr. Salvador Allende inteligente, sensible a las palpitaciones de los pueblos latinoamericanos, decidió jugar su destino poniéndose al lado del pueblo trabajador boliviano. Con su mar soberano sabía que Bolivia ya no sería más la nación encuevada, término con el cual nos calificó el escritor peruano Luis Alberto Sánchez. ¡Uqhurrunas! Con el acceso al mar seríamos un país que avanza vinculado con el mundo entero. Tendríamos desarrollo industrial, comercial y cultural. Ya no seríamos las eternas víctimas de un puñado de bandidos de la burguesía financiera que han perjudicado el desarrollo industrial del país.

Declaramos con solemnidad. No somos enemigos del pueblo chileno porque nos consideramos sus hermanos. Somos enemigos de los enemigos del pueblo chileno que son los oligarcas que los explotan en connivencia con los imperialistas ingleses y alemanes. Somos amigos y hermanos de Salvador Allende. Salvador Allende es nuestra bandera. No fue un político de pacotilla, alborotero común y silvestre. No, de ninguna manera. Fue un apasionado predicador social de ideas nuevas. Un creador libre. En el transcurso de su marcha de 1970 hacia el sacrificio de 1973, fue predicando para que América Latina despierte. Y corrija las injusticias protervas.

La muerte alevosa de Salvador Allende en 1973 en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile -ejecutada por los asesinos de Manuel Rodríguez el guerrillero y los mismos vándalos que invadieron el Litoral boliviano-, no quiere decir que han dejado de existir sus ideales, su afán justiciero, su espíritu latinoamericano, sus principios revolucionarios de lealtad y consecuencia y su gran amor por el pueblo trabajador de Bolivia. Nuestro Salvador Allende volverá y los poetas del mundo entero le cantarán porque la historia no se detiene jamás. Los héroes nacen cuando despiertan los pueblos.

(Discurso pronunciado en el Colegio de Abogados de La Paz, Centro Cultural y Pedagógico Simón I. Patiño de Cochabamba y Universidad Andina Simón Bolívar de Sucre. Marzo de 2004)