Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 20:55

PEZ ESPADA

Todos somos LGTBI

Todos somos LGTBI
Ante el lamentable pronunciamiento del Tribunal Constitucional Plurinacional que restringe la posibilidad de adopción y matrimonio de personas transgénero y transexuales, valga esta columna como un pronunciamiento público.

No es posible que un Estado del siglo XXI conceda derecho a la identidad y al voto universal, pero al mismo tiempo limite otros derechos.

Hace unos meses, la opinión pública y los medios de comunicación se mostraron muy activos en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad. Y no fue para menos. Lo propio con los indígenas en tiempos de Tipnis.

Al parecer, es muy cool defender los derechos de la naturaleza en la posmodernidad, pero ya no lo es cuando dos hombres se besan o cuando dos mujeres piensan en adoptar un niño. Una de las características de los derechos humanos es que son universales, y no solo en ocasiones que nos convienen. Eso quiere decir que son amplios, irrestrictos y para todos quienes compartimos la misma especie, sin importar el sexo, origen, color de piel o cualquier otra distinción.

¿Por qué entonces esta lucha no es de todos? ¿Acaso no hay gays y lesbianas en las Fuerzas Armadas? ¿No hay trans en el sistema judicial? ¿No hay bisexuales en los pueblos indígenas, en las clases altas o en la Iglesia? La causa LGBTI es igual de noble que cualquier otra, pues representa la reivindicación de derechos de un grupo humano que tradicionalmente ha sido tratado con desprecio, exclusión y discriminación.

Casi 40 años atrás, Harvey Bernard Milk, un prometedor político y activista gay, fue asesinado con cinco disparos (dos en la cabeza), efectuados por otro supervisor de la ciudad de línea conservadora y esposo respetado de una “familia natural”. Mientras que los dirigentes tradicionales de San Francisco insistían en que los gays debían colaborar con la clase política y contener su lucha, Milk los animaba a creer en su poder y apoyarse entre sí, sumando además a sus familiares. Así como todos somos potenciales personas con discapacidad (ya sea por un accidente o por la edad) y todos tenemos sangre indígena corriendo por nuestras venas, es igual de cierto que algún familiar, amigo o hijo nuestro puede llegar a formar parte del grupo LGBTI al que algunos repudian, y por ello debemos apoyarlo.

Es impresionante que, después de tanto tiempo del caso Milk, las cosas resulten igual con pequeños matices. José Saramago estampa: “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos”.