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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Lo que Perú nos recordó

Sin salida<BR>Con alguna salvedad, nuestro fútbol se halla de nuevo en una grave crisis, agravada por pésimos dirigentes sin otra visión más que la de sus propios intereses, y sin que se vislumbre salida.<BR>
Lo que Perú nos recordó
La rotunda algarabía con la que nuestros vecinos del Perú celebraron la clasificación de su Selección al Mundial de Rusia 2018 a no pocos nos trajo a la memoria la misma euforia con la que los bolivianos festejamos nuestra inclusión al Mundial de Estados Unidos 1994.

Como la nuestra en su tiempo, un día después de la victoria la prensa peruana no escatimó elogios, con portadas en ruso e imágenes de los héroes de la jornada. El diario Perú21 tituló "Nos vamos a Rusia" en su portada, publicada enteramente en ruso, con una fotografía de la celebración del delantero Jefferson Farfán con la camiseta 9 del goleador Paolo Guerrero. "Volamos a Rusia", encabezó por su parte el periódico La República, con una foto a doble portada de Farfán celebrando el primer gol del partido y una imagen de la celebración en vestuarios, donde los jugadores cargaron en hombros a Ricardo Gareca, el director técnico de la selección. La República expresó la alegría de la hinchada y del equipo al recordar que "quién iba a pensar en una clasificación cuando después de diez fechas de Eliminatorias el abismo estaba cerca con solo ocho puntos". "Luchar contra la adversidad se convirtió en un modo de vivir. Contra todo y contra todos". "¡Mundialistas!", tituló por su parte el diario El Comercio.

Cuánta nostalgia sentimos entonces los bolivianos por lo que vivimos el 19 de septiembre de 1993, cuando celebramos nuestra primera clasificación a un Mundial por mérito propio. Siempre postergada por malos dirigentes, nuestra Selección de fútbol creó en la población una sensación de resignación que permaneció hasta ese año, aunque la venturosa campaña se inició en noviembre de 1992, con la contratación como entrenador de un extraño y desconocido personaje español, de origen vasco, con un apellido largo y difícil de pronunciar. Se trataba de Xabier Azkargorta, y nadie le dio crédito en principio.

La metodología aplicada por Azkargorta fue novedosa porque, además de los aspectos netamente deportivos, incorporó nuevos elementos sobre el comportamiento psicológico de los jugadores, elevándoles el autoestima y comprometiéndoles con su labor profesional.

En abril de 1993, el equipo boliviano se trasladó a un centro de alto rendimiento en Barcelona (España), donde asimiló, no sin problemas, nuevos conceptos de técnica futbolística y fortalecimiento psicológico. Posteriormente, a mediados de 1993, antes de iniciarse los partidos de la Copa América de Ecuador, se programó un encuentro amistoso, jugado en La Paz y contra Chile, con un resultado negativo que de nuevo puso en tela de juicio la contratación de Azkargorta.

Los resultados obtenidos en la Copa América no lograron convencer plenamente, por haberse conseguido solo dos empates y una derrota. No obstante, se vislumbraba un equipo distinto que, efectivamente, al inicio de la Eliminatoria, sorprendió con una inusual goleada de 7 a 1, en Puerto Ordaz, sobre la representación de Venezuela. El triunfo despertó el entusiasmo popular.

El 25 de julio de 1993, Bolivia se impuso por primera vez en su historia ante Brasil, quitándole de paso a este poderoso competidor un invicto de 40 años en Eliminatorias. La victoria produjo el desborde popular con festejos y celebraciones en todos los rincones del país, que asumió como héroes a jugadores como Marco Antonio “El Diablo” Etcheverry, Erwin “Platini” Sánchez, Julio César “El Emperador” Baldivieso, Milton “Maravilla” Melgar, William Ramallo, Carlos Borja, Marcos Sandy, Luis Héctor Cristaldo, Miguel Ángel Rimba, Ramiro “Chocolatín” Castillo y Carlos Leonel Trucco, entre otros. En esa oportunidad, OPINIÓN dedicó al fútbol la apertura de su edición del 16 de julio de 1993, con el titular: “Bolivia quebró racha invicta de Brasil”.

A partir de este episodio, el equipo nacional consiguió imponerse en todos los encuentros disputados en La Paz y, a pesar de la abultada derrota sufrida en el encuentro de revancha en Brasil, el público mantuvo vivo su entusiasmo con la sólida confianza en la clasificación. La misma finalmente se confirmó después del resultado de empate obtenido en Guayaquil. La alegría desbordó las calles. Era, tal como afirmó OPINIÓN esos días, “La alegría más grande de Bolivia”.

Desde entonces, y con alguna salvedad, nuestro fútbol se halla de nuevo en una grave crisis, agravada por pésimos dirigentes sin otra visión más que la de sus propios intereses, y sin que se vislumbre salida. Por ello es que, ya que no las nuestras, celebramos las victorias de nuestros hermanos vecinos.