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¿Por qué no el “nulo” en las judiciales?

¿Por qué no el “nulo” en las judiciales?
Algunos intelectuales y letrados de las alcantarillas cibernéticas, legítimos pero inconfesos simpatizantes del Gobierno (no se explicaría, de otra forma, que imiten con la irritante fidelidad de una calcomanía, las perlas discursivas del oficialismo) han estado difundiendo una versión de bolsillo sobre el valor y significado del voto nulo, instando a la población a decantar su voto por alguno de los candidatos. Flaco favor que le hacen a este proceso electoral, pues el cacofónico parloteo sobre “la oportunidad histórica” que ahora tienen los bolivianos de virar el timón de la justicia en el país, eligiendo, al fin, “soberana y libremente” a sus autoridades judiciales a través del voto universal y superando los lastres del pasado en que se elegía dedocráticamente a través del cuoteo, solamente produce indigestión y nauseas en la población, hastiada ya de tanto eslogan envasado.

¿Se puede todavía sostener, sin que asome siquiera una patina de vergüenza y de rubor en el rostro, que la justicia en el país está en vías de mejorar y de regenerarse bajo el cenit de un radiante y depurado sistema de elección popular de magistrados? ¿Es posible blindarse de tanto cinismo e impudor, como para escaldar a las masas que se inclinan por el voto nulo, acusándolas de que se oponen por oponerse, de que critican por criticar sin plantear ninguna propuesta, de que no quieren que la justicia cambie? Pues, si la memoria no nos falla, antes siquiera de que se ponga en marcha este proceso, recogiendo los sinsabores y las hieles del pasado, se plantearon propuestas específicas para mejorar la elección de magistrados, incidiendo en temas puntuales como los métodos de evaluación de candidatos, así como la intervención protagónica de instancias académicas independientes. Ninguna de tales propuestas fue escuchada. Y quienes agitan como bandera de legitimidad la intervención del sistema universitario omiten decir que a los delegados de esta instancia no se les permitió participar en todas las fases de la evaluación, siendo poco menos que secundario su rol en todo el proceso.

Hay entonces un hecho irrefutable: el encabritamiento generalizado de la sociedad civil, a la luz de los resultados desastrosos del pasado proceso eleccionario del 2011. Ese repudio comprensible y razonable, que pretende desahogarse ahora a través del voto nulo, no puede ser minimizado, simplificado bajo la obcecada formula de que existe una tozuda voluntad de oponerse solo por oponerse. Los problemas de la justicia son milenarios y se arrastran desde gobiernos “neoliberales”. Cierto, siempre hubo retardación, falta de presupuesto, burocracia, pero por primera vez en nuestra vida republicana, solo en este ultimo sexenio, hemos tenido autoridades judiciales que literalmente nos han deslumbrado por su ignorancia, su ineptitud, su cultura de nivel primario y su semianalfabetismo. Jueces que balbucean en las audiencias y que apenas pueden redactar una sentencia, torturando al papel con sintaxis ininteligibles, eso es propio de estos vientos de cambio.

En lugar de tanto aforismo hueco y fraseología calcomaniada, hay que preguntarse, entonces, ¿qué motivos de peso existen ahora para no votar nulo, para elegir a alguno de los candidatos? ¿Qué de diferente tiene este proceso electoral respecto del anterior del 2011, que permita augurar aunque sea una gota de esperanza?

La respuesta es bastante simple, nace de una mirada limpia, desprejuiciada, de la realidad. Ahora, a diferencia de hace seis años, la Asamblea Legislativa –por muy cooptada que este por el gobierno- seleccionó como candidatos, con algunas excepciones, a los mejores postulantes, a los mejores puntuados, respetando la prelación meritocrática. No impero el voto consigna como habían anticipado algunos opositores. En el caso de los postulantes al Tribunal Supremo por Cochabamba, por ejemplo, quien obtuvo la mayor nota en todo el proceso de evaluación (con un puntaje que supera los parámetros que los propios opositores habían planteado como referente de idoneidad) fue finalmente seleccionado como candidato. Tanto hemos exigido que impere la meritocracia, ¿sería ahora coherente votar nulo, cuando se nos ponen enfrente profesionales idóneos y meritorios para representar a nuestro departamento? Siendo consecuentes, deberíamos entonces elegir a aquellos candidatos que han ganado el proceso de evaluación. Queríamos a los mejores, elijamos pues a los mejores, ahora que sí se puede.