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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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El Cervantes se fue, con justicia, a Centroamérica

El Cervantes se fue, con justicia, a Centroamérica
El nicaragüense Sergio Ramírez fue reconocido el jueves con el Premio Cervantes 2017, en la primera ocasión en los más de 40 años de su historia que este galardón, considerado el Nobel de literatura en castellano, viaja con justicia a Centroamérica para distinguir a un autor que, además, como veremos después, ha cultivado lazos con Bolivia.

Ramírez (1942), escritor, periodista, político y abogado, vicepresidente de su país de 1984 a 1990, durante el gobierno sandinista, fue elegido, según el jurado del Cervantes, "por aunar en su obra la narración y la poesía y el rigor del observador y el actor, así como por reflejar la viveza de la vida cotidiana convirtiendo la realidad en una obra de arte, todo ello con especial altura literaria y en pluralidad de géneros, como el cuento, la novela y el columnismo periodístico". "Yo siempre he trabajado con la realidad, con lo que me rodea, tratando de interpretarlo" a través de la expresión y el lenguaje, explicó el escritor en declaraciones a Efe.

Ramírez es uno de los narradores más significativos de América Latina. Su vida ha estado marcada por la dictadura de los Somoza, la revolución sandinista y sus más de cincuenta libros. Su paso por la política, dice, fue circunstancial: "Pasé por ella porque fue una necesidad tras la revolución sandinista". Desde muy joven su vocación fue la literatura (a los 14 años publicó su primer cuento y su primer artículo), pero se metió en la política para librar a Nicaragua de la dictadura de los Somoza (1937-1979). En 1975 se integró en el Frente Sandinista de Liberación Nacional y tras el triunfo de la revolución formó parte del Gobierno. Pero dejó la política en 1996 para dedicarse "a tiempo completo" a la que había sido su vocación de siempre. Ha recibido galardones como el Alfaguara de novela por "Margarita, está linda la mar" (1998), el Dashiell Hammett (1990) por "Castigo divino" o el Iberoamericano de Letras José Donoso (2011) y el Carlos Fuentes (2014). Entre sus obras figuran "Oficios compartidos" (1994), "Charles Atlas también muere" (1994), "Un baile de máscaras" (1995, Premio Laure-Bataillon 1998) y "Adiós muchachos" (1999).

En 2015, Ramírez visitó la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, en la que alertó, con la experiencia de su propio país, sobre los riesgos de dejar la democracia en manos de caudillos. Esta fue su segunda visita a Bolivia a un evento literario masivo, pues en 1998 fue uno de los invitados del I Encuentro de Escritores Iberoamericanos, organizado por el Centro Simón I. Patiño en Cochabamba. Años después, a tiempo de elogiar al narrador boliviano Edmundo Paz Soldán, a quien conoció en tal acontecimiento, Ramírez relató esa experiencia en su libro “Señor de los tristes: sobre escritores y escritura”. Precisamente refiriéndose a Cervantes, en esta obra hay un hermoso pasaje sobre lo que significa ser escritor. Vale la pena conocerlo entero: “Un literato es el que moldea lo que escribe desde la literatura, y no solamente desde la experiencia. Y un literato joven juega con ventaja, porque puede darle a su propia experiencia febril, a su cúmulo de sensaciones nuevas, a todo lo que mira en su entorno, los colores de la literatura misma que solo se transfieren desde la lectura apasionada, los clásicos y los contemporáneos, los buenos y aun los malos libros que enseñan cómo no escribir, toda esa avidez desmedida del que lee no solo libros, sino también la crónica roja de los periódicos, los anuncios clasificados, los folletos médicos, las tarjetas plastificadas con instrucciones de emergencia en los aviones, los ‘nutrition facts’ de las cajas y latas de alimentos, y cualquier papel sucio y arrugado tirado en el suelo, como hacía Cervantes. Esos son los verdaderos lectores que devienen en verdaderos escritores”.

Celebramos tan alto galardón para tan verdadera concepción de la literatura.