Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 09:26

COLUMNISTA INVITADO

¡Qué ningún niño o niña crezca solo!

¡Qué ningún niño o niña crezca solo!
Imagina que Mariana, una niña de 6 años, con ojos cafés y piel canela, presencia los insultos y golpes que su papás desayunan cada mañana, que además solo accede a dos comidas poco nutritivas al día y que su asistencia a la escuela es entre dos y tres veces a la semana porque debe trabajar para ayudar en casa. Y si esto empeora y sucede lo peor, lo trágico: un feminicidio en vista de ella, la situación explota y ella quedaría sin familia y con terribles traumas que marcarían su vida.

¿Quiénes se encargan de devolverle su infancia? ¿Quiénes serán su familia? ¿Quiénes le ofrecerán seguridad? Por mucho tiempo, la primera solución ha sido enviarlos a centros de acogida, a hogares públicos o privados donde Mariana perdería el contacto con su familia, pero algo llama la atención, ¿quiénes podríamos cambiar esa historia?

Según la investigación nacional “Cada Niño y Niña Cuenta” de la Universidad Católica Boliviana y Aldeas Infantiles SOS, las causas por las que niños y niñas llegan a hogares residenciales en los últimos 5 años, pasó de un 21 por ciento por orfandad parcial a un 35 por ciento por negligencia de los padres, y otros 35 por ciento por abandono. Es decir, Mariana y otros miles de niños tienen una familia, pero nadie, ni sus padres, ni el Estado, ni su barrio, tuvieron la capacidad de protegerlos.

Las estadísticas del Defensor del Pueblo indican que en Bolivia existen 30.000 niños y niñas institucionalizados, pero debemos comprender que este número alarmante, frío y sin rostro, en realidad esconde historias trágicas y particulares como las de Mariana, que no representan la orfandad, sino la negligencia y abandono que marcan el futuro de miles de vidas.

Un ahora es preocupante, la misma investigación indica que en Cochabamba más de 224.000 niños y niñas están en riesgo de atravesar la trágica historia de perder a su familia; sí aquello pasara, no habría fuerza humana ni institucional para acoger a tantas vidas en riesgo.

Esta problemática es un llamado a la sensibilidad y actuar unidos para brindarle una familia a cada niño y niña en Bolivia, porque si Mariana ingresara a una institución como los miles de niños que ya lo están, se preguntaría cada noche, en cada cumpleaños, en cada dificultad de su vida: “¿dónde está mi familia?”. La situación amerita que ningún niño o niña crezca solo.