Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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DE FRENTE

En el altar de la falacia

En el altar de la falacia
Al parecer, destruir los parques naturales declarados como los pulmones de este país se ha convertido en un proyecto y desafío personal del presidente Morales, al extremo de jugarse todo lo logrado con la venta de una imagen de humilde y sufrido indígena, revolucionario autodidacta, portador de los valores de sus ancestros como el amor por la Madre Tierra, el trabajo, la honestidad y otros, consiguiendo que muchos ingenuos e ingenuas del país, del hemisferio sur y del norte del planeta se encandilaran con él y le abrieran sus puertas para permitir el ingreso de casi una deidad.

Llegó a tal extremo la devoción por la reencarnación del último inca, que hasta los que más compromiso decían tener con los derechos humanos, con la democracia y la lucha contra la corrupción, le perdonaron las matanzas provocadas en la Glorieta, Caranavi, Arani y otras; le perdonaron las ejecuciones sumarias del hotel Las Américas, hasta justificaron cómo lo hicieron, ante la infamia de pisotear los principios básicos de la Constitución Política del Estado: presunción de inocencia, el debido proceso, juez natural, etc., para deshacerse de los que suponía un peligro para sus pretensiones prorroguitas, contando para ello con fiscales, jueces y magistrados carentes no solo de inteligencia, sino de dignidad. La proyección de esa imagen también le sirvió para que experimentados políticos con ideologías de intolerancia, de pensamiento único y dictadores añejos, le incorporaran tempranamente en su club, donde se mueve como pez en el agua. No necesitó aprender nada, ya él llevaba un paquete de experiencia en manipulación de masas, mentira estructural y todas las artes del engaño y la traición.

Ahora que recibió el repudio de sus admiradores/as del exterior a los que se les cayó la venda de los ojos, ya no tiene necesidad de seguir aparentando, tiene la libertad para cumplir con las obligaciones contraídas con sus socios a los que prometió la carretera que partiría el corazón del Tipnis; a unos para que recuperen el dinero que le adelantaron en el primer intento y a los otros para que amplíen la frontera de plantaciones de la “hoja sagrada”, porque la tierra que hoy ocupan ya no les sirve.

La habilidad de desinflar el malestar social interno y externo por la represión a los indígenas en Chaparina con la aprobación de una ley de declaratoria de intangibilidad, para después de poco tiempo volver a la carga y ordenar a legisladores/as que deroguen la norma, urgentemente y sin dar explicaciones coherentes a nadie, es la corona que le faltaba para ser entronizado en el altar de la falacia.