Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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CONSTRUIR COMUNIDAD

Ética y cambio

Ética y cambio
La ética no es solo un conjunto de normas, buenas intenciones y palabras agraciadas. Es, ante todo, la única manera de ser y vivir humanamente, con uno mismo y con los otros. Y esto es así porque la ética tiene que ver con todo aquello que une a las personas y genera comunidad; tiene que ver con la solidaridad, el amor, el perdón, la justicia y mucho más.

Por doquier escuchamos que Latinoamérica experimenta tiempos de cambio. ¡Qué bueno! Muchos queremos un cambio, porque como estamos no estamos bien. Percibimos que en nuestra región hay demasiada pobreza, corrupción, discriminación, consumismo, explotación, alienación, etc. Ante esta situación, el que más y el que menos soñamos con que las cosas cambien para mejor, cambien en lo social y en lo institucional. Sin embargo, para que un proceso de cambio socioinstitucional devenga en una mejor situación de las personas, de los latinoamericanos en nuestro caso, el mismo debe estar anclado a la ética.

La situación social, económica y política de Latinoamérica exige que los problemas estructurales que genera sean atendidos desde una perspectiva ética, cuyo centro de gravitación sea el respeto de la persona. Debemos saber que, sin la ética, todo cambio es más de lo mismo, es solo un barniz que cubre lo putrefacto de una sociedad. De modo que solo con la ética se abriga la esperanza de que la política se torne en servicio al bien común; la economía en producción y distribución equitativa de bienes y servicios; la cultura en una diversidad complementaria; lo social en comunidad de respeto, solidaridad y amor.

El momento actual de la problemática socioinstitucional de nuestra región, quizá más que nunca, por la precariedad de la situación que vivenciamos, necesita ser debatido y asumido desde una perspectiva ética. Sin duda, ello permitirá a los latinoamericanos superar esos esquemas mentales y esas actitudes que nos afloran constantemente, y que se manifiestan en comportamientos inmorales de explotación, discriminación y dominación.

Por lo señalado, hay que estar convencidos de que la ética es el motor de todo cambio socioinstitucional, especialmente porque forja sujetos de cambio, sujetos que, rompiendo con la mismidad de lo no-ético, asumen la dinámica humanizante de las cuatro dimensiones existenciales de la persona. Estas dimensiones exigen a la persona cuatro aperturas fundamentales. Apertura a uno mismo significa vivir en una constante “tensión vital” entre lo que ya se ha logrado y lo que nos falta para ser mejores personas. Apertura a los otros significa que la persona es un ser-con-los-otros y solo con ellos llega a ser verdaderamente persona generadora de comunidad, de un “nosotros”. Apertura al oikos, a la casa común, esta apertura exige a la persona a tener un comportamiento de profundo respeto a la naturaleza; la relación de la persona con el oikos debe ser una relación de “trasformación con adaptación”. Y finalmente apertura a la trascendencia, al Dios de la Vida, al Dios que nos revela Jesús de Nazareth, que otorga a la persona valor, sentido y destino últimos: trascendencia plena y definitiva.