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Rebelión en la granja

Rebelión en la granja
Era el 22 de enero de 2006 y, mientras tomábamos un café con Adolfo Gilly y algunos compañeros e invitados a la posesión de Evo Morales, surgió la discusión sobre el futuro del presidente y de la revolución boliviana.

Casi naturalmente al entusiasmo y optimismo iniciales —aunque sin opacarlos— se impuso en breve el peso de los años y la experiencia de aquellos con quienes compartía la mesa. Si bien participaban del ánimo festivo de tener un Presidente y un Gobierno que prometía gobernar para los indígenas, eran conscientes y algunos testigos de los avatares y tentaciones que acechan desde el poder.

Adolfo escribió un libro titulado “La revolución interrumpida”, que analiza y desmitifica la historia de la revolución mexicana de 1910-1920, reivindicando su surgimiento desde abajo, es decir desde el pueblo, sin planes ni lideres visibles y sin contar con el respaldo del poder político organizado y menos de sus instituciones. Pero también muestra la otra cara de esa historia, la de las miserias humanas del día a día de la lucha, el intento de la construcción de algo nuevo y la usurpación de esos anhelos por quienes no fueron ni grandes hombres ni estuvieron inspirados por grandes ideales y cuyo mérito fue saber hacerse del poder y reproducirse en él.

La historia de Adolfo no solo es la historia de la revolución mexicana, sino la historia de los de abajo desplazados por el poder y las desventuras ocultas bajo el manto de una historia oficial construida más para legitimar que para rescatar la memoria y proyectar el porvenir. De este modo se puede entender esa constante de las revoluciones traicionadas que tiende a la repetición. Uno a uno, aquella tarde los ejemplos se fueron sumando.

Un amigo de humor bastante ácido sugirió que el 23 de enero debía repartirse junto a las ediciones de los periódicos una copia popular de “Rebelión en la granja” de George Orwell, para prepararnos para lo que venía. Aunque vislumbrar aquello como posible en Bolivia me fue difícil, hoy estoy convencida de que esos ejemplares son fundamentales para entender el papel de los cerdos en la rebelión y la defensa de la granja, así como para reconocer en los principios animalistas y las conspiraciones el libreto de quienes nos gobiernan.