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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Piraí Vaca y la identidad nacional

Piraí Vaca y la identidad nacional
A falta de gestión de nuestras autoridades, de oficialismo y oposición en los gobiernos central, departamentales y municipales, quienes llevan la batuta de la identidad nacional, de la plurinacionalidad, son nuestros artistas.

Por ejemplo, a fines de marzo pasado, las portadas de los principales diarios del país destacaron una imagen ciertamente positiva a la vez que conmovedora: lado a lado, la cantautora chuquisaqueña Matilde Casazola y la actriz uruchipaya Sebastiana Kespi, posando con sus respectivos reconocimientos, entre ellos una medalla tricolor, del Premio Nacional de Culturas 2016 y del Premio Nacional a la Gestión Cultural Gunnar Mendoza 2016. La potente imagen de Casazola y Kespi juntas fue, de lejos, la más plurinacional de los últimos años, la que mejor representa en lo reciente la mezcla de nuestras naciones y culturas; lo abigarrado incluso de nuestras artes. Y esa imagen bien podría ser aprovechada por entidades públicas que en varios aspectos han sido promovido la inclusión, la valoración de nuestra diversidad. No sucede sin embargo así.

Y otro de esos grandes referentes de nuestra tan diversa cultura es Piraí Vaca. El guitarrista cruceño, uno de los más consagrados artistas bolivianos dentro y fuera de nuestras fronteras, con decenas de recitales en las principales capitales del mundo en su haber, dará hoy en Cochabamba el primero de sus dos conciertos, parte de una gira nacional que abarca 14 escenarios, entre citadinos y rurales. Es, pues, Vaca un creador que se ha propuesto deselitizar la guitarra clásica, y llevarla a todos los rincones del país posibles, en un trabajo por demás sacrificado y loable.

Nuestro suplemento cultural Ramona trae mañana una extensa entrevista con el músico. En ese diálogo, el cantautor habla, entre otras cosas, de cómo surgió su compromiso con la patria profunda. “En una o dos oportunidades, estuve en lugares muy alejados de la estructura citadina, por ejemplo en Plan 3.000 y en unas aguas termales de Potosí o de Oruro. En esos lugares, se me acercó la gente, me reconoció y me manifestó su simpatía y agradecimiento por mi trabajo que, supongo, conocieron por la televisión (…). Mi gratitud, de pronto, cuando comprendí, se transformó en compromiso”.

Es de ese modo que, venciendo todo tipo de perjuicios y barreras, este compromiso continuó a lo largo de los años, con experiencias tan singulares como su primer concierto en El Alto. “De la mano de El Papirri [Manuel Monroy Chazarreta], que era Oficial de Cultura; y de Paredes, que era Alcalde, fui a tocar, hace unos 15 o 20 años, cuando El Alto tenía un aura de ciudad conflictiva, muy distinta a la de ahora. En Santa Cruz, me dijeron: ‘Oí, te van a caer a pedradas allá. Encima sos camba’. Por supuesto, fueron tonterías. Viví una de las experiencias más increíbles, con un público que jamás imaginé, que celebró la música con vítores y que me trató de una manera con la que me sentí profundamente agradecido. Y así comenzó todo este viaje que me lleva a El Alto, a Plan 3.000, a ciudades más pequeñas, a pueblos”.

Sucede que, más allá de lo “selecto” que es el repertorio de la guitarra clásica, Vaca se encarga de elegir obras variadas en su programa. Pero, a más de eso, sea una renombrada pieza española, otra conocida del folclore nacional o una canción de los Beatles, el músico, virtuosismo de excelencia mediante, tiene la habilidad de tocar las fibras más íntimas de quienes le oyen. Es por ello un verdadero lujo para el alma ir a uno de sus conciertos, los que fuera del país cuestan decenas o cientos de dólares o euros.

Sirva pues este texto, estimado lector, para, si no lo hizo ya, terminar de animarle a ser testigo, hoy o mañana a las 20.00 horas, de una de las mejores expresiones de la identidad nacional.