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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Cuando el padre es un monstruo (VI)

Cuando el padre es un monstruo (VI)
Piaget hace alusión al concepto imitación diferida, entendido como la posibilidad de que el niño asuma conductas de las personas que le protegen en ausencia de ellos. Por su parte Vygostky menciona los recursos vinculantes sociales de la introyección. Se trata pues de la construcción de una representación mental consecuente con esquemas cognitivos y afectivos asimilados, acomodados y adaptados por el niño, siendo de esa manera parte de su identidad personal, por lo cual es posible verse en el otro. Guidano hará incapié en que esto es lo que permite que la persona perciba aspectos propios en los otros significativos. Luego, la construcción del uno mismo se hará coherente en la medida que los referentes de apego sean congruentes. Requerimos una concordancia entre la imagen construida del otro y el accionar de ese otro.

Juan Pablo Escobar, hijo del narcotraficante Pablo Escobar, reconoce un cambio en la percepción de sí mismo y del mundo cuando a los 12 años su padre le anuncia que es un “bandido”. Asume que su padre fue un hombre cruel, inmoral y sin conciencia, pero que tenía otra faceta, fue un buen papá, por lo cual su hijo debe lidiar con ambas imágenes.

Asumir que papá fue un monstruo cuando fue un padre amoroso comprende la destrucción del uno mismo, más aún si ese padre se erige como el referente más importante en el desarrollo del sentido personal. Si en cambio el padre fue lejano y/o cruel con el hijo, como en el caso de Niklas Frank, es indiferente la apreciación de su crueldad.

Michael Jackson nunca pudo estar conforme consigo mismo porque se asociaba física y psicológicamente con un padre que nunca lo quiso. Querer es aceptar al otro sin condiciones, el amor de los padres obliga a la renuncia de sus expectativas para albergar a nuestro hijo como un ser independiente de nosotros. La legitimación junto al apego son sustanciales para la construcción de la conciencia de uno mismo.

La manera de reparar la decepción generada por el contraste entre quien pensábamos que era papá con su verdadera historia es retratada por Berd Wollschlaeger, hijo del comandante de tanques Arthur Wollschlaeger. Berd se entera de adulto de que su padre no solamente fue un nazi, sino que estuvo a cargo de la destrucción de pueblos judíos. Este hijo de nazi desarrolló curiosidad por las víctimas del Holocausto, al grado de convertirse al judaísmo (...).