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  • Diario Digital | lunes, 18 de marzo de 2024
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OJO DE  VIDRIO

El origen del muqueo

El origen del muqueo
Recuerdo que de niño los hogares evitaban que consumiéramos agua, porque nos provocaba diarreas y dolores, como a los abstemios, a quienes llamábamos yaku ujyas. Y nos servían un platito de la tarde con un doble de chicha, así, desde los 6 años, si la memoria no me folla, digo falla.

Pues bien, en la anónima “Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Perú”, escrita a fines del siglo 16 por un cura jesuita, dicen que la chicha fue inventada para “librarse de enfermedades, porque “refresca las entrañas y el hígado”. Los médicos percibieron las propiedades medicinales de la saliva humana (¿no es verdad que no hay mejor remedio para la picadura que la saliva? Mi abuela nos frotaba la frente con saliva hedionda, la primera de la mañana, para que “no se nos calce”, es decir, quizá para que tengamos más de dos dedos de frente). Y para “lavar la vejiga y deshacer la piedra”, comenzó a mezclarse el maíz con la saliva del hombre, “que es muy medicinable”. De manera que de aquí nació el mascar los niños y las doncellas el grano de maíz, primero como medicina, luego como “regalo y bebida”, luego para “beber a rienda suelta”.

Cuando vivieron nuestros tatarabuelos, se trabajaba bastante menos (¿para qué acumular fortuna y menos para el patrón?) y las fiestas de una semana menudeaban. En ellas, el inca hacía un “viaje” de chicha, de modo que se comía poco (cuyes, camélidos, papas), pero se bebía cantidades navegables y se repartía coca para pijchar. Partes de dios, parte de su religión.

Esto lo leí en “De la olla al mole”, escrito por el español Xavier Domingo, de grata memoria, un peninsular asombrado por la profusión de bienes vegetales y animales que poblaron las despensas de Europa. Hay que recordar que apenas dos años antes del viaje de Colón al Nuevo Mundo, la despensa de la reina Isabel La Católica (Chabela la mocha, para los mexicanos) era pobrísima, con escabeche de lenguados y lampreas conservados en barriles, nada de legumbres y hortalizas ni papas ni carbohidratos. Comida cuaresmal que nos hubiera provocado el suicidio. Los españoles llevaron consigo, aparte de las privaciones —muchos sufrieron hambre y se comieron entre ellos—, la inveterada costumbre de conservar su cocina. Y así heredamos la olla podrida, vigente en el sancocho colombiano y en el puchero boliviano, entre muchas versiones, de México a la Patagonia. A ese fruto dulce y cárdeno lo llamaron frutilla en 1608, y un siglo después, el francés Amadeo Frezier le puso su apellido y se llamó fraise o fresa. Cosas que aprendí como cronista gastronómico.