Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
  • Actualizado 00:00

CONSTRUIR COMUNIDAD

El geógrafo y el héroe

El geógrafo y el héroe
En el asteroide 330 vive el geógrafo, en realidad no es precisamente geógrafo de profesión, sin embargo le dicen así porque es un profesor universitario que siempre viste formal y es muy serio; tiene la idea de que la docencia es tan importante que no puede salir de su oficina, solamente sale para ir a su aula. El geógrafo nunca ha salido de la universidad y, a pesar de que algunos libros recomiendan investigaciones y actividades de interacción universitaria, no sale por temor a faltarle el respeto a la investidura docente. Toma muy en serio la academia y por eso se viste acorde a la situación: siempre lleva corbata y saco, sin importar si hace calor o frío, sin preocuparse mucho si combinan entre sí, así le dijo su padre de quien heredó sus primeras corbatas, así como la fijación por la seriedad en el ejercicio docente.

Cuando visité al geógrafo, me mostró varios libros, todos muy pesados y gruesos, libros que llevaban varias decenas de años en sus estantes, pero que el geógrafo no solamente consulta, sino que son los libros que usa para la formación de sus estudiantes. Le pregunté si no había nueva información, y me miró detrás de unos gruesos vidrios biconvexos con marco de carey como si intentara escrutar lo más profundo de mi alma, algo muy parecido al desprecio o al asco visual. Me dijo que él mismo había sido formado con esos textos y que, si él era un excelente profesional, no tenía por qué cambiarlos.

El asteroide 330 es bastante grande y en él entran siete mil millones y medio de personas, infinitos libros, muchísimas universidades, muchos animales y muchas plantas; existe mucho dinero y mucha diferencia entre quienes lo tienen y quienes no; hay millones de niños que no tienen qué comer y muchos docentes que piensan, como el geógrafo, que no tienen nada que ver con las diferencias ni con los problemas, ellos piensan que su labor se termina cuando salen de su aula.

Le conté al geógrafo que en su mismo asteroide hay un docente que yo considero héroe, un docente que arriesgó su vida por defender a la naturaleza, un docente que fue capaz de decirle al rey que la carretera que estaba por construir a través del Isiboro Sécure estaba en contra de la vida, tuvo la valentía de decírselo a todos, sin miedo. Héroe no es el que usa trajes raros ni el que tiene superpoderes. Héroe, en su acepción primigenia, es aquel que se sacrifica por los demás, y eso es exactamente lo que hizo este docente.

El geógrafo me miró una vez más con desprecio y murmuró algo sobre la irresponsabilidad política de asumir causas que vayan más allá del deber educativo. Me dijo que no tenía sentido salir del aula y mucho menos meterse en cuestiones que los libros no recomiendan ni realizan acciones que confundan a los estudiantes y los cuestionen. Cuando le dije que esas acciones eran pruebas deontológicas del ser, se quedó callado y, luego de meditarlo un momento, como buen docente, me expulsó de su oficina.

El docente que sacrificó mucho de su tiempo y de su vida misma para defender al Tipnis hoy cuida de su única flor y limpia cuidadosamente los dos volcanes de su asteroide. Es un hombre feliz y lleva su alegría allí donde vaya, es generoso con lo que sabe y lo comparte con esmero, es un ser pacífico, pero sigue atento, pues el rey sigue amenazando con su lengua de asfalto.