Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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OJO DE  VIDRIO

Las flores

Pocas veces he leído un homenaje más cierto al mundo vegetal, a la neurobiología de las plantas, como este. Michel Onfray dice: “Sus perfumes embriagadores, su belleza sorprendente, sus jugos seductores, sus grandiosos coloridos, sus formas sugestivas, sus temblores incitantes, sus pétalos aterciopelados, su néctar arrebatador son otros tantos signos y señales destinados a atraer al coleóptero necesario para su fecundación”.

Cuando Onfray habla de las flores parecería referirse a las muchachas en flor; pero esta es nuestra bendita costumbre de mirarlo todo con ojos de ser humano, antropocéntricos. En realidad, son las plantas y nada más: “Las flores son sexos con labios de terciopelo, carne finamente plegada, vientres de piel vegetal que contribuyen al lenguaje silencioso de todos los elementos de la naturaleza… Las plantas viven, sufren, reaccionan a los estímulos”.

Como buenos especímenes del reino animal, desconocemos la vida vegetal, su relación inteligente con el mundo. Llamamos barbarie todo lo que no comprendemos. Si oímos el grito de un animal es porque se emite en una frecuencia audible para el oído humano, imposibilitado para percibir el lamento de las plantas. Por eso hoy se habla de microbiología vegetal. Como dice Onfray, “Los cilios de la célula de base vegetal y los del espermatozoide muestran que el hombre viene de la planta antes de descender del mono, pues el mamífero llamado superior proviene del mamífero llamado inferior, el que, a su vez, desciende indirectamente de esta célula verde capaz de realizar la fotosíntesis”.

Y concluye: “Hay más inteligencia colectiva y comunitaria, republicana en el sentido etimológico, entre los espinos que en la secta nacionalsocialista de los años treinta de una Alemania deseosa de enfrentar a la humanidad a sangre y fuego… Sin las plantas, no hay vida posible: ellas realizan el paso de lo no vivo a lo vivo… Las bacterias clorofílicas, la primera manifestación de vida, producen la primera célula. En la bacteria, el material genético está disperso; en la célula, se concentra en el núcleo”.

Este año cumpliré mi 50º aniversario de bachiller, pero todavía recuerdo que, en el colegio franquista donde me eduqué (un decir), el tata de Apologética nos decía: “Los que dicen descender del mono son hijos de mona. Y punto”.

Más elocuentes Nietzsche u Onfray, que revelan el origen acuático y vegetal de nuestra especie tan infatuada como en los tiempos en que creíamos que el Sol giraba alrededor de la Tierra, porque la Tierra era el centro del Universo.