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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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NOESIS

El enemigo está en casa

El enemigo está en casa
Una menor de edad que actualmente tiene 13 años fue violada, en su propio domicilio, por su padre, tío y hermano. El primer abuso ocurrió hace cinco años, cuando la víctima tenía ocho. El agresor entonces fue su tío, que tenía 26. Tres años después, fue su hermano, que tenía 13, y a principios de este año su padre, de 40, la vejó. Noticias como esta no cesan, y los límites de tolerancia suben y suben, al extremo de que ya no provocan rechazo, sino simples expresiones, como: “¡Qué grave! ¿Qué está pasando?”

En 2015, la Alianza Libres Sin Violencia, que agrupa a más de 50 instituciones de la sociedad civil, realizó la Encuesta Nacional de Percepciones sobre Situación de Violencia contra las Mujeres, Trata y Tráfico en Bolivia. El informe, de más de 150 páginas, presenta datos que sorprenden y que deberían mover la orientación de las políticas públicas. Que nuestras hijas y mujeres duermen con el enemigo lo confirma la encuesta, pues el 73 por ciento considera que el hogar es el lugar donde las mujeres sufren violencia más frecuentemente. El hogar, que es el espacio privado, el de los afectos y la protección entre los miembros de la familia, es percibido, paradójicamente, como el de mayor incidencia de violencia.

En la encuesta, se preguntó quién era el agresor, obteniendo como respuesta que el agresor fue la pareja actual (74.1 por ciento ), seguido por la expareja (7.8 por ciento ), un familiar (6.7 por ciento ) y un extraño (5.4 por ciento ). Gran parte de la estrategia estatal para la lucha contra la violencia y para el cumplimiento de la Ley 348 se basa en la denuncia de los hechos violentos. Sin embargo, el 64 por ciento de quienes fueron alguna vez agredidos no sentó denuncia en ninguna institución, ni tampoco solicitó ayuda de su entorno. La impunidad de los casos de violencia contra la mujer queda claramente revelada en los hallazgos de la encuesta: casi todas las personas que conocen de casos de violencia también conocen quién fue el agresor y, sin embargo, solamente en la mitad de los casos se ha hecho una denuncia.

Las políticas públicas deben prestar atención al espacio privado porque en este se produce y reproduce la violencia a través de valores socialmente compartidos. Estos valores, que afirman diferencias de género en cuanto a comportamiento y oportunidades, se refuerzan a través de la violencia simbólica, que ratifica estas diferencias en el proceso de socialización de las generaciones futuras. El desafío es romper con estos esquemas e iniciar un proceso de aprendizaje de nuevos valores más enfocados en la equidad y en la garantía y respeto de los derechos individuales de las mujeres.