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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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DESDE AFUERA

Macri: negacionismo y neoterrorismo de Estado

Macri: negacionismo y neoterrorismo de Estado
Luego del segundo recreo, las autoridades del colegio dispusieron que nos fuéramos a casa. Pocas horas después, a las 12:40 p. m. del 16 de junio de 1955, empezó el bombardeo aéreo en Plaza de Mayo. Desde la azotea del edificio donde vivía, divisé el espectáculo con mi familia y vecinos, pasándonos el único prismático disponible.

El vecino del 1°D descorchó una botella de vino, otro arrimó carbón para los "choricitos" y las señoras se pusieron a freír empanadas. El odioso del 4°B y el presumido del 5°A, que no podían verse, se confundieron en democrático abrazo: "¡Viva la Patria, carajo!" Y cuando un boletín oficial comunicó que las clases quedaban suspendidas "en todo el territorio nacional", salté con alegría y corrí al conventillo (vecindad) de Enzo, donde, para mi sorpresa, el aire se cortaba con cuchillo.

Para el capitán de fragata Jorge Alfredo Bassi, los deseos se habían hecho realidad. Al escritor Isidoro Ruíz, confesó que tanto le había impactado el relato del piloto japonés Mitsuo Fuchida (líder de la primera ola de ataques sobre Pearl Harbor) que lo hizo imaginar la Casa Rosada ardiendo como aquella base estadounidense en el Pacífico.

Desafortunadamente, en la Plaza de Mayo y calles aledañas, en lugar de buques de guerra o portaviones, solo circulaban transeúntes en un día laborable y rutinario más. Así es que "libertadores" de la Armada, como Bassi, se conformaron con abrir fuego sobre un autobús escolar lleno de niños que quedó carbonizado, y contra 308 civiles despedazados por la metralla aérea.

Las clases se reanudaron y mi compañero Bruno apareció con una cinta negra y gruesa, cosida en la manga del guardapolvo blanco. Por primera vez, oí a un niño de mi edad decir algo que me parecía inconcebible: "Mi papá murió en el bombardeo". Ya no entendía nada de nada, y menos cuando el maestro nos explicó que el papá había muerto "en defensa de los trabajadores". Tres meses después, Perón fue derrocado. Los vecinos redoblaron su alegría, y los del conventillo su tristeza. Socialistas y conservadores, radicales y comunistas, intelectuales progresistas y liberales celebraron el golpe cívico-militar-eclesiástico. Y mis amiguitos me emplazaron a elegir entre ellos y Enzo, a quien civilizadamente calificaban de "negro" y "peronista".

Dado que el entorno familiar se decía "democrático" y "liberal", me tomó años entender que el cuadro referido daba cuenta de una larvada realidad social. La historia venía de lejos. Pero, 1955 actualizó el acta de nacimiento de las oligarquías, para dar paso a una violencia racial y clasista, metódicamente cultivada por sus pontífices culturales, que a partir del 24 de marzo de 1976 alcanzó cotas sublimes de abyección y degradación.

Toda memoria es selectiva. No obstante, no hay memoria neutral, o sin conciencia que explique sus contenidos. Por esto, a 62 y 41 años de los hechos referidos, solo puedo valorar con emoción la conciencia renovada de millones de jóvenes que en las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país, se movilizaron para conmemorar el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Un día que, para las autoridades del gobierno de Mauricio Macri (hijos y nietos de los genocidas de 1955 y 1976), fue aprovechado para denostar una vez más a los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner, que a juicio de ellos habrían "politizado" la causa de los derechos humanos. Por ejemplo, el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, dijo: "Hoy tenemos otra agenda, con los derechos humanos de los vivos" (...).

(Tomado de www.jornada.unam.mx)