Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 16:57

PERÚ HA SUFRIDO LAS CONSECUENCIAS DE TORMENTAS DESDE DICIEMBRE DE 2016, PERO DESDE HACE UNOS 10 DÍAS HAN RECRUDECIDO. PESE A TODO, HABITANTES ESTÁN DISPUESTOS A VOLVER A EMPEZAR.

La lluvia y deslizamientos han cambiado la vida de los peruanos

La lluvia y deslizamientos han cambiado la vida de los peruanos



Hace algo más de una semana que comenzaron estos huaicos (avalanchas y deslizamiento de tierra), de una potencia descomunal no vista desde comienzos de 1980, que han volteado la vida de todo un país y de todos sus ciudadanos hasta límites insospechados.

Desde el norte en Piura, pasando por Trujillo o en el sur, el colapso es el pálpito general. La magnitud fue y ha sido tal que la misma capital, Lima, tampoco ha salido indemne de ello. 5.000 viviendas y casi 25.000 personas han sufrido la ira de estas riadas siendo afectadas o damnificadas. Una catástrofe que ha asolado en mayor medida a distritos como San Juan de Lurigancho, Chaclacayo o Chosica y sus alrededores. A este último nos desplazamos para conocer su situación actual y de destrucción medioambiental.

Las calles y caminos enlocados en la capital limeña, nos hace demorar casi dos horas hasta llegar a Chosica, al noroeste. Las carreteras están embarradas, las maquinarias pesadas haciendo trabajo de limpieza son constantes que nos van a acompañar en todo el recorrido.

Ya en el plaza central de Chosica, muchos vecinos sentados en sus bancos todavía asimilan lo ocurrido, se muestran consternados. "Desde enero sufrimos huaicos, pero ninguno de este calado", enfatiza José Luis, jubilado de 70 años, que se frota la frente por ver a muchos de sus seres queridos sin cobijo. Dafne, de 40 años y con dos hijas, refleja esa desolación, incrédula, aunque "contribuyendo en todo lo que puedo, levantando otra vez muros o haciendo comida para ayudar en lo que sea". No se pueden quedar parados, aluden, ahora más que nunca, "el pueblo tiene que levantarse y demostrar de lo que estamos hechos", recalca Luis, ingeniero de 55 años, indignado, pero con fuego en sus ojos para hacer lo que haga falta.

Luego de un recorrido y ver la situación, el retorno a Lima- sirven para reflexionar más que para editar o escribir. Muchas vidas han quedado dañadas casi en tu totalidad. Sin embargo, demuestran ser indomables. No piensan huir. Mantienen su inquebrantable espíritu de lucha para volver a cimentarlas allí donde ya no queda nada.

En Cantagallo necesitan ayuda

En nuestro recorrido, nos comentan que dos de las zonas más dañadas son Cantagallo y Cañaverales, las dos que se encuentran en las cercanías del río Rimac, y que el agua inmisericorde más fuertemente ha destruido sus hogares y enseres propios. En nuestro camino hacia la primera, observamos un grupo de carpas azuladas que dan alojamiento a 15 familias que ya no cuentan con techo. La municipalidad comienza el reparto de víveres y comida. "Abran sus bolsas, primero las familias más afectadas por favor", recalcan los trabajadores de ayuda humanitaria. Caras de tristeza, ansia y esperanza a la vez, se mezclan en esta toma social que pretende mitigar en la medida de lo posible tanta desazón.

Una de ellas, es Margarita, cabeza de familia, que ha perdido toda su casa y se encuentra ahora con sus dos hijas y nietas pernoctando allí desde hace cuatro días. "Gracias a Dios y al alcalde por su ayuda en estos momentos, sé que todo se solucionará", apostilla.

En Cañaverales hay desolación

En un taxi llegamos a Cañavalares. Kevin, nuestro conductor en el trayecto, no sale de su asombro. "No se está haciendo lo que se debe, en Asia, por ejemplo, a los tres días, ya estaría solucionado (el desastre)", remarca con firmeza. Diez minutos después nos deja en una hilera kilométrica de otras carpas azules devastadoras. Niños llorando, madres con ojos iracundos y hombres que se resisten a ver lo que ven.

Cinthya me toca la espalda. "¿Usted es periodista verdad? Por favor, diga que no nos están ayudando como deben, se olvidan de nosotros". Con 3 hijas, una de ellas con síndrome de Down, se sienten desplazadas.

Dos horas en este lugar sirven para observar alrededor a más de 100 familias hacinadas en el suelo, ordenando la poca ropa que les queda y su obsesión por las caricias y el calor humano como válvula de escape ante esta pesadilla. Los policías y personal de salvamento acordonan un malgastado puente por donde la crecida del río parece que se va a desbordar otra vez a medianoche. "Todo es impredecible, tenemos que tomar medidas por lo que pueda pasar", nos advierten.

Barba Blanca, un pueblo fantasma

Fundado hace 75 años, en el distrito de Callahuanca, Barba Blanca es una sombra de lo que fue. Las lluvias le han emborronado la cara totalmente, hasta tal punto de convertirse casi en una Pompeya peruana.

José, vecino de 55 años, casi no pestañea ante lo que ha vivido, "no cuento con nada ahora mismo, ningún bien material, la verdad no sé cómo sigo vivo", narra. Tal ha sido la barrida que la Hidroeléctrica ubicada allí ha desaparecido. Matilde, viuda de unos 70 años, afirma que lleva casi dos días sin probar un sorbo de agua y comiendo lo que encuentro por ahí. El suelo embarrado, no da opción a dar dos pisadas seguidas porque al instante las piernas se hunden en ese magma de lodo.