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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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SENTIDO COMÚN

Perspectiva feminista para repensar la ciudad

Perspectiva feminista para repensar la ciudad
La realidad urbana que habitamos es muy compleja. Por lo tanto, desde los gobiernos de las ciudades, no podemos seguir trabajando solo desde la abstracción y el dibujo y desde los conocimientos técnicos profesionales, porque de esta forma no se puede representar y entender las necesidades y sentires de la diversidad de personas y culturas que habitan la ciudad.

En las ciudades, las personas cotidianamente enfrentan incomodidades, distancias excesivas, espacios públicos escasos, excesivos o con poca vegetación. Hay calles y avenidas avasalladas por las movilidades y por ladrones; barrios que se vacían o llenan, según los horarios laborales o escolares; calles en las que las mujeres son sometidas a la inseguridad y al acoso callejero. Asimismo, las personas son víctimas de la contaminación del aire y acústica. Algo muy importante es que no existen equipamientos para poder compatibilizar las tareas de reproducción con las de producción, dificultad que afecta especialmente a las mujeres que son las que asumen estos roles. En estas condiciones, las personas no pueden ejercer su autonomía ni sus derechos. Todas pierden tiempo, nervios y vida en grandes recorridos y sacrificios que tal vez no serían necesarios.

En cuanto a la planificación de las ciudades y su configuración espacial, y pensando en la posibilidad de un cambio, sería ingenuo suponer que solo con un nuevo enfoque de la configuración espacial se pueden cambiar las relaciones disímiles, estereotipos y relaciones de poder de los hombres frente a las mujeres, que están profundamente arraigados en la sociedad. Sin embargo, la ciudad, el entorno físico, no es solo expresión de la inequidad, sino que también actúa como reproductor de valores y principios que promueven las desigualdades económicas, étnicas, de género y generacionales. Por eso, la intervención en el territorio debe ser no solo para tener una ciudad “bonita”, “una ciudad de cemento”, una ciudad “moderna” o una ciudad solo para ellos, sino también para dejar de reproducir y reforzar las desigualdades y expresar los saberes y los sentires de las personas diversas que la habitan.

El feminismo, que cuestiona las raíces de las desigualdades en todos los ámbitos de la vida, a nivel urbano plantea una propuesta transformadora de los estereotipos y mandatos de género. Considera que se puede construir otro tipo de ciudad y otros barrios que incluyan a la diversidad de actores y actoras, actuando desde las experiencias micro como fuente de conocimiento real y tangible, donde se incluyan las experiencias subjetivas múltiples, desde sus particularidades, y de esta forma construir una ciudad realmente inclusiva.

Entonces, es necesario cambiar la forma de mirar, escuchar y preguntarse. Es necesario desarrollar nuevas metodologías para la transformación, poniendo en el centro la vida cotidiana, reconociendo y dando valor a las tareas reproductivas y de cuidados.

La ciudad feminista imagina el derecho a la ciudad para todas y todos. Se debe tener la libertad de utilizar y disfrutar todos los espacios, con la percepción de seguridad, autonomía y accesibilidad, económica y motriz. La ciudad debe tener espacios para las actividades cotidianas y así compatibilizar todas las esferas de la vida como la productiva, reproductiva, personal, comunitaria y política.˚