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Macri y Trump: La guerra del golf
El Presidente sería necio si no usara el conocimiento personal previo con Trump. Por eso el punto clave no es ese sino qué lección saca Macri de su memoria. Ningún subterfugio alcanzó para que el Grupo Macri pudiera establecerse en Nueva York y desarrollar su potencia empresaria. Ninguna sobreactuación le garantizará a la Argentina una mejora en su desesperante y autoinfligida situación económica. Para endeudarse, Macri no necesitaba a Trump. La banca internacional confía en sus exdirectivos que ocupan puestos importantes en el Gobierno nacional y en la provincia de Buenos Aires. Business are business. Por otra parte, Trump no tiene motivos para cortar el negocio financiero estadounidense del endeudamiento. Más bien, no cortará ningún negocio de Wall Street. Esta misma semana, para liberar recursos del sistema financiero local, atacó la regulación contra el riesgo excesivo diseñada por el senador demócrata Christopher Dodd y aprobada por el Congreso en 2010. En caso de que suban las tasas de la Fed y la Argentina deba pagar más cara su deuda, no habrá excepciones. Lo dijo en su primer discurso: “America first”. Primero Estados Unidos.
Si la sobreactuación prevista por la Argentina es geopolítica, conviene advertir que estos gestos a la larga son caros. El buscado desgaste de Venezuela formó parte de la charla de cinco minutos entre Trump y Macri. Al haberse convertido en un ariete contra el chavismo desde el primer día de su Gobierno y exhibirlo ahora como un capital ante Trump, Macri dispara a los pies de la integración sudamericana. Con Venezuela suspendida del Mercosur por capricho (es falso que su velocidad de adaptación a las normas del mercado común haya sido lenta), son peores las perspectivas para un sexto miembro pleno ya en proceso de integración, Bolivia. Suena poco realista —“ideológico”, diría la canciller Susana Malcorra— mendigar un acuerdo a una Europa que no compra y tener esperanzas en un México que lleva 30 ó 40 años de economía complementaria con Estados Unidos.
Entre 1989 y 1999, Carlos Menem logró erigirse en el latinoamericano distinto cuando atacó a la Cuba de Fidel Castro al aliarse con grupos que financiaban al terrorismo. Su compromiso estratégico-militar con la Casa Blanca se consolidó al enviar tropas a la Guerra del Golfo de 1991 y al convertirse en aliado extra OTAN. El Fondo Monetario Internacional llenó a Menem de elogios, pero Menem terminó la Presidencia superando el 20 por ciento de desocupación, con la convertibilidad en crisis y habiendo aumentado el déficit fiscal por la privatización del sistema jubilatorio (...).
(Tomado de www.pagina12.com.ar)