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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Ciencia y negligencia

Ciencia y negligencia
En el 2013, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, Ciencia y Cultura concluyó que el 47 por ciento de la población boliviana no lee o lee raramente por motivos de educación y trabajo, y que el 43 por ciento no lee por motivación personal o modo de distracción. El 2012, el Centro Boliviano de Investigación y Acción Educativa estableció que el 56 por ciento de estudiantes de sexto de primaria no entiende lo que lee; las estadísticas no cambian mucho para estudiantes preuniversitarios. Se atribuye este resultado a la tecnología, al defectuoso currículum escolar y a la carencia de estímulo en el hogar.

En cuestión de ciencia, Bolivia ocupa los últimos lugares en los rankings mundiales y regionales. Las revistas científicas tampoco aparecen bien colocadas y el impacto de la ciencia boliviana es prácticamente nulo. Scimago Journal & Country Rank en el 2015 aseguró que nuestro país aporta con tan solo un 0.26 por ciento a la producción científica latinoamericana y con un exiguo 0.01 por ciento a la ciencia mundial. Se producen tan solo 2 publicaciones científicas por cada 100.000 habitantes (¡!). La lectura científica en nuestro país, en el mejor de los casos, se ajusta a las mismas estadísticas. En Bolivia no solo se produce poca ciencia, sino que la misma llega a grupos reducidos que la leen principalmente por obligación.

Con este análisis, buscaba la razón para que no se tome en cuenta la información científica relacionada con la laguna Alalay y para lo tardío de las reacciones de autoridades, quienes ahora hasta donan su aguinaldo para realizar experimentos que llevan un retraso de 10 meses. Resulta que detrás del circo hay un problema incrustado en la cultura misma: La información no es importante a menos que nos sintamos obligados a darle importancia. Pero en el caso Alalay, ni siquiera síntomas adversos en niños y adultos, bloqueos viales, ni la presión de los medios han revertido las estadísticas. Y esto a pesar de que, tanto autoridades como técnicos, han sido elegidos y contratados para cumplir una función que les obliga a mantenerse informados y a hacer uso apropiado de datos pertinentes a su labor, más aún cuando esa información les ha sido expresamente dirigida desde los centros de investigación. Entonces… ¿simple negligencia?

Pero también hay problemas en el modo de producción científica. Resultados de experimentos que comprueban información previa se difunden como novedosos, no se discuten en relación con estudios anteriores y no se reportan como esfuerzos de grupos de trabajo interinstitucionales. Esta descontextualización de la nueva información sale del marco ético-científico, obstaculizando la generación de soluciones viables en el corto plazo y agravando situaciones de por sí riesgosas para los ciudadanos. La manipulación de la información y su “re-empaquetamiento”, generalmente con fines políticos, es una estrategia peligrosa que debe ser abandonada en favor de la preservación de la naturaleza y la seguridad de una población que ha depositado su confianza en científicos, técnicos y políticos.

Y no señores, el reciente ingreso de agua a la laguna y la aparente reducción de malos olores NO es una señal de recuperación, es un desatino que nos coloca una vez más en el punto de partida.