Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Construyendo una catedral

Construyendo una catedral
Marshall McLuhan tuvo razón al pensar en los medios como “extensiones del cuerpo” y en cómo nos adscribimos a una “aldea global” a partir del consumo y acceso a la información. En los 40, esta premisa parecía futurista. Hoy es una rutina.

La experiencia del consumo de tecnología hoy pasa por la “glocalización”, término acuñado por Roland Robertson a inicios de los 80 y que tiene que ver con cómo usamos herramientas globales (como Facebook), pero con un fuerte énfasis local (los contenidos con los que más reacciones hay en esa red son los de alcance local). Destaco un factor fundamental en este mundo 2.0 que nos rodea y del no necesariamente formamos parte: la colaboración mutua en proyectos de desarrollo. Les cito un ejemplo que ayer fue noticia: Facebook felicitó a Rubén Hilari (aymara boliviano) y a la comunidad Jaqi Aru por haber traducido todas las palabras de esta plataforma al aymara. Ahora usted puede ingresar a esta red social y navegarla por completo en aymara. Frases y palabras como “Me gusta” y “Compartir” tienen su traducción. La felicitación dice: “Gracias a personas como tú, Facebook puede ser compartido en más de 100 idiomas”.

Es un curioso ejemplo de colaboración en una economía local que negocia con la premisa de “Cuánto y por qué tan caro”. Constantemente estamos considerando que cada movimiento debe ser debidamente pagado. El concepto de colaboración aún es lejano para nuestra cultura. Estamos adscritos a un mundo global, del cual participamos a través de la tecnología, pero lastimosamente nuestro enfoque local no está permitiendo incorporar elementos colaborativos en nuestra vida cotidiana. “La culpa la tiene el otro”. En función de esa premisa, Facebook ha devenido en el muro de los lamentos y largas letanías de los “podrían y/o deberían hacer los demás”. Pero no es la mayoría. El caso de los tres jóvenes bolivianos reconocidos como innovadores menores de 35 años por la revista MIT Review también da cuenta de que otro mundo es posible. Una de ellas, Daniella García, lidera una escuela de aprendizaje digital llamada Elemental, donde los niños aprenden nociones de programación y robótica. Son esas pequeñas acciones las que cambian la sociedad, por las que te apasionas y por las que el dinero pasa a segundo plano. Termino con una pequeña historia. Un hombre pasa por una construcción y encuentras a dos trabajadores moliendo piedras. Les pregunta: “¿Qué están haciendo?”. El primero responde: “¿No ves? Aquí, cansado de moler piedras”. El segundo, calmado, dice: “Aquí, construyendo una catedral”. La tecnología es la piedra, pero depende de nosotros qué haremos con ella.