Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Con pena y sin gloria

Con pena y sin gloria
La protesta ciudadana le dobló el brazo al servilismo, que tras 40 días de porfía inútil terminó arriando banderas con pena y sin gloria.

El aeropuerto de Oruro mantiene su nombre, “Juan Mendoza”, y la figura histórica de su propietario, a fuerza de los afanes por desconocerle méritos, creció. Quien más y quien menos sabe hoy quién fue ese ilustre ciudadano. Sus actos en vida posibilitaron el honor que se le tributó al imponerle su nombre a ese aeropuerto. Y los ataques gratuitos del último mes se encargaron de quitarle el polvo acumulado del olvido. Se rescató algo de la historia republicana. Esa y el precedente que se sentó son una consecuencia positiva, si es que alto de positivo tuvo el lío por el frustrado cambio de nombre del aeropuerto. Por supuesto, si en el análisis se pone mucha buena voluntad. Porque en el análisis frío que sale de comparar costo con beneficio, el resultado es absolutamente negativo. Es negativo por los perjuicios materiales de todo orden que representa tener movilizada y enojada a toda la población de un departamento durante 40 días sólo por el capricho y la conducta servil de un grupo de gentes que se dicen representantes de esa misma población. Si los asambleístas que aprobaron el cambio de nombre representan de esa manera el interés y la voluntad de sus electores, habrá que dar por válido eso de “no me ayuden, que me ahogo solo”. Es también negativo por sus consecuencias políticas. Si la pretensión de esos asambleístas obsecuentes y serviles era llevar agua al molino de su jefe, el daño a su imagen política es seguramente mayor que el beneficio que le pudo significar. Mucho honor no es seguramente que ese aeropuerto haya llevado su nombre durante 40 días en medio del descontento de toda la gente. Con mayor razón considerando que Oruro era plaza fuerte del oficialismo hasta antes de 2009. En ese caso, el Presidente tendrá que reivindicar también eso de “no me ayuden, que me ahogo solo”. El balance es también negativo si se analiza el lío desde la perspectiva del propio Presidente aunque él no haya tenido nada que ver, como dijo, con la decisión de utilizar su nombre para rebautizar al aeropuerto. Por más que haya dicho que el lío debían resolverlo quienes lo armaron porque él no sugirió nada, él tuvo mucho que ver con las consecuencias del prolongado conflicto. Como presidente del Estado, él está en la obligación de velar por la solución de todos los conflictos. Con mayor razón ese, por ser un conflicto creado en su nombre o con su nombre. La actitud pilatuna no justifica omitir una obligación constitucional. Si ese es su concepto de la misión de gobernante, tal vez corresponda a los bolivianos decirle entonces “no me ayudes, que nos ahogamos solos”.