Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

El cementerio a fines del siglo XIX y los primeros mausoleos

El cementerio a fines del siglo XIX y los primeros mausoleos

Así a fines del siglo XIX, el Cementerio General pese a ser un espacio reconocido y consolidado, con un registro aproximado de 35.656 inhumaciones en los últimos 25 años, presentaba en 1899 un estado de ruina tanto en el campo de enterramiento, especialmente en el sector próximo a una barranca que amenazaba socavar progresivamente el conjunto, como en el edificio de la capilla cuya cubierta se había desplomado en gran parte. Pese a este panorama, en estos años se edificaron los primeros mausoleos de alta calidad artística como el de la familia Torres en 1896, considerado como uno de los más elegantes realizado por el hábil marmolista italiano Daniel Castiglioni; asimismo el de la familia Rossetti, concluido en 1899, cuya estatua central de mármol de Carrara, fue traído desde Italia.  

Otros mausoleos solicitados en estos años al municipio correspondieron en el año 1899 a las familias de José María Cladera, Augusto Ugarte y Germán González Vélez.

Entre los primeros enterratorios, aunque presentan características modestas, se destacan también los del fundador del cementerio Miguel María de Achá, del presidente José María Achá y otros que pertenecen a los primeros años de funcionamiento del cementerio.

La morfología de las propuestas funerarias de esta época tienen la marcada influencia de la corriente estilística neoclásica; los arquitectos de esta época diseñaron sus proyectos bajo el concepto modélico de los templos greco romanos y la escultura funeraria también adoptó sus referencias de los modelos greco latinos y eventualmente de algunos obeliscos conmemorativos, que estuvieron de moda en Europa a principios del siglo XIX.

Por los acontecimientos derivados de la hambruna y posteriormente la guerra con Chile, el año 1878, el cementerio sería objeto de una nueva ampliación por haberse producido a fines de dicho año y en los primeros meses de 1879 una inusual mortandad a causa de la sequía que derivó en la carestía general de alimentos hasta el límite de haberse propagado la hambruna generalizada en todo el departamento y las provincias, agravada por la simultánea aparición de la epidemia, inicialmente de la fiebre intermitente o“ terciana” y después de fiebre tifoidea. Esta desproporcionada demanda de sitios de enterramiento que alcanzó a la cifra de 2.873 en el año 1878 y 2.673 en el año 1879, motivó la ampliación de un “tercer cementerio”, cuyo crecimiento se realizó sobre los terrenos colindantes, cedidos gratuitamente por los señores José María Quiroga y Manuel Ascensión Torres, donde se separó un área diferenciada para el enterratorio de los disidentes de la religión católica.

Superada esta crisis, en el año 1880, disminuyó la mortandad y las inhumaciones se redujeron a 799, cifra que estaba dentro del promedio anual de enterramientos normales. En esta condición de regularidad se realizaron trabajos de mejoramiento con la construcción de nuevos nichos, corredores de protección de los bloques y la primera fachada del cementerio, realizada por el munícipe señor Modesto Lavayén, obra sobre cuyas características cuentan con mayor información; no obstante una posterior fotografía de Rodolfo Torrico Z. nos presenta la invalorable imagen del frente del Cementerio Público, probablemente tomada entre 1912 y 1920, en la cual se observa un muro perimetral de media altura con sobrecimiento de piedra y remate de adobe, el cual en el sector del ingreso principal sufre un retroceso de algunos metros hacia el interior para jerarquizar la entrada que está conformada por un muro de mayor altura, alrededor de 6 a 8 metros, en cuya parte media se ubica la puerta principal ornamentada a la manera de una capilla o iglesia renacentista, es decir con una puerta de arco de medio punto, escasamente decorada con relieves simples en ambos paramentos laterales y con el remate superior con la forma de un pequeño frontón triangular. Esta misma fotografía, tomada seguramente en la fiesta de difuntos, documenta para esta época, el contexto urbano de la zona de Jaihuayco, los toldos de la fiestas de difuntos, la capilla de planta semicircular rematada con una pequeña cúpula, la todavía incipiente ocupación del campo santo y la escasa vegetación con la que contaba.

En agosto de 1881, el Municipio construye un monumento funerario para el Dr. Lucas Mendoza de La Tapia, al cual se lo traslada con grandes ceremonias del nicho al nuevo mausoleo, como homenaje al talento y virtudes de este hombre público, sin producirse después de esta intervención ninguna otra obra importante, continuando los siguientes años una temporada de funcionamiento rutinario, hasta el 12 de septiembre de 1889, fecha en que se aprobó modificaciones al Reglamento del Cementerio manteniendo la anterior estructura de organización administrativa y de distribución de las áreas de enterramiento, que en este año se habían incrementado significativamente a la elevada cifra de 1780.

En julio de 1892 ante la sostenida demanda de sitios para enterramientos, edificación de mausoleos y resultado de una especial visita al lugar realizada por los concejales, para adjudicar un lugar para el mausoleo de la familia de Ubaldo Anze, al observar la incipiente organización del cementerio, pese a la existencia de un plano de organización de los sitios realizado un año antes por el ingeniero municipal, reiteran la orden a dicho funcionario municipal para que elabore un nuevo plano, el cual, según el informe de gestión fue aprobado ese mismo año de 1892 “para acomodar mausoleos de familia que embelleciendo el lugar no desdiga de los crecientes progresos” que allí se hacía. En ese mismo informe, se comunicaba la resolución tomada por el H. Concejo para reservar una zona destinada a la erección de monumentos en memoria de ciudadanos esclarecidos que hayan prestado servicios importantes al país por cuenta del municipio, sugiriendo que el plano recientemente aprobado sea mejorado para su perfeccionamiento y asimismo se adquiera un nuevo carro fúnebre por el estado de deterioro del que en ese momento se utilizaba.

En medio de este emprendimiento que pretendía mejorar las bases técnicas y administrativas del campo santo, se designa en septiembre de 1894 como ingeniero municipal al arquitecto Nicolás Matte, quien por su amplia trayectoria internacional, se constituía en la figura más idónea para resolver los numerosos problemas municipales que estaban en ciernes, tales como la segunda portada del Prado, los defensivos del río Rocha, la fachada del Teatro Achá, la columna conmemorativa de la Coronilla y entre otros el Cementerio Público sobre el que presentó en febrero de 1895 un nuevo plan de organización general aplicado, el cual según comentaba la prensa, tendría a Cochabamba con el mejor cementerio de la República.

Casi de forma inmediata, bajo la presidencia del H. Concejo del Dr. Julio Rodríguez, el 28 de junio de 1895 se aprobó el nuevo Reglamento del Cementerio Público con una serie de disposiciones que observaban de manera explícita capítulos dedicados a la función del cementerio como espacio público, las características de la capilla, las funciones del mayordomo, sepulturero y otros funcionarios, asimismo sobre uso y servicios de los carros fúnebres, dotación de mausoleos, registro de óbitos y otros que en 51 artículos delineaban el funcionamiento integral del cementerio.

Después de menos de un año en el cargo de ingeniero municipal, el arquitecto Matte renunciaba el 17 de agosto de 1895 y dejaba sin efecto la mayoría de obras que había proyectado, sin embargo, la propuesta de organización del cementerio y la posterior formulación del reglamento, planteada en estos meses, parecen constituirse en el primer planteo organizativo, que progresivamente habría de estructurar espacialmente el conjunto inicial del Cementerio Público, cuya propuesta para su conformación futura se describe en forma oficial en junio de 1895, en el nuevo Reglamento del Cementerio Público, expresado en los siguientes términos:



“Art. 2º“ La disposición del cementerio será la siguiente: En la entrada y al frente de la capilla habrá una plazuela que mida 25 metros de ancho por 30 de largo. Dos calles principales de 6 metros de ancho, sin comprender las aceras, dividirán todo el recinto de norte a sur y de este a oeste; las demás calles tendrán respectivamente dos y cuatro metros, como fuere necesario.

Las aceras de las calles principales, serán de un metro de ancho; en las de 4 metros serán 80 centímetros; en las de dos metros de sólo 60 centímetros. Las calles estarán con macadam o piedra menuda.

Habrá 5 lotes con la capacidad suficiente para abrir 140 fosas comunes en cada lote. También se destinarán cuadros separados para las covachas a perpetuidad; para las de 1ª y 2ª clase; párvulos, covachas para restos y sitios para inhumación en el suelo, quedando reservado para la inhumación en el suelo de los restos de ciudadanos notables, el lote marcado en el plano con la letra H, previa calificación hecha por el Concejo a los diez años del fallecimiento.

Finalmente se reservará un cuadro especial y aislado para la inhumación de cadáveres en tiempo de epidemia, todo de conformidad al plano que se tiene aprobado.

EL CEMENTERIO PÚBLICO A INICIOS DEL SIGLO XX 



En 1901, se anoticiaba en los periódicos sobre la alta tasa de mortandad observada en el anterior año de 1900, que alcanzó a 2.021 defunciones sobre una población urbana de aproximadamente 25.000 habitantes, correspondiéndole al H. Concejo realizar una nueva expropiación de terrenos para su ampliación. En esta eventualidad en 1902, Rodolfo Kruger, cónsul de Alemania, solicita que en este nuevo sector expropiado se les conceda un pequeño lote de 25 m2 para levantar un mausoleo y habiéndose previsto con anterioridad en 1879, cuando se amplía el “tercer cementerio”, la creación del cementerio laico de los no católicos, en un lugar diferenciado, se aprueba el 2 de mayo de 1902, la fundación del cementerio laico y unos días después, el 22 de mayo de 1902, se expropia un recinto de terrenos al lado del cementerio que en plano se delimitaba con la letra A y B que serán destinados al Cementerio Alemán y posteriormente el otro lote al Cementerio de la Colonia Árabe.