Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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¿Compulsa tras el trono?

¿Compulsa tras el trono?
Sin ánimo de entrometerme en una contienda electoral ajena, las elecciones generales en el Perú sirven para sacar algunas conclusiones útiles, para propios y extraños, ya que muestran aspectos de la conducta humana que dan lugar a una reflexión que debería servir de algo. En nuestra región y en varios lugares del Planeta se observan fenómenos político-sociales que, cuando más, sólo indican que el grado de evolución al que hemos llegado sigue siendo insuficiente para construir una sociedad en la que sea posible convivir con la certeza de que existe un futuro para quienes la constituyen y para quienes vendrán más adelante, sea producto de amor o de la necesidad de preservarnos como especie. Pareciera que el fenómeno político peruano, es muy semejante al de Bolivia, donde el personalismo se impone a la ideología, entendida como el conjunto de valores, que toda sociedad evolucionada tiene para establecer las líneas maestras de su desarrollo. Éstas se basan en el respeto a principios esenciales como la libertad de acción y de pensamiento, dentro de ciertos parámetros o marcos colectivamente acordados a través del pacto social. Es el punto de partida para la construcción de la institucionalidad democrática y la estructura económica con perspectiva de crecimiento sostenible, pese a su alto grado de imperfección y de contradicciones a la vez.

Tanto en Perú como en Bolivia, se observa una ausencia de estructuras políticas y conglomerados sociales que tengan una visión colectiva parecida, con la cual pueda establecerse una ruta de largo plazo, que permita construir una base social sólida y estable. De esta manera resulta incomprensible que los potenciales líderes que tienen algún denominador común, no se unen, prefiriendo presentarse solos a las contiendas electorales, para ser vencidos por personas o caudillos que encarnan un discurso populista que, obviamente, tiene más eco de parte de los conglomerados pobres y sin esperanza, que son los que más abundan en una sociedad atrasada. Ése podría ser el caso de una sociedad como la China en la que sólo una fracción de la población -que representa al 20 por ciento de la misma- disfruta de las ventajas que le brinda el libre mercado y la economía abierta, al extremo que existe un empresario que acaba de comprarse un perro de rarísima especie en casi dos millones de dólares, lo que resulta un exabrupto, al igual que en otros lugares del planeta. En China, existen aún cerca de 800 millones de personas que viven en los márgenes del subdesarrollo, esperando que llegue su turno, sin cometer acciones desesperadas que pongan en riesgo todo el sistema que, supuestamente, abarcará algún día a todos los demás.

En Perú, que ha tenido un desarrollo espectacular en los últimos años, por supuesto que todavía no ha podido satisfacer a toda la población, menos por igual, pero está en el camino que podríamos denominar como la ruta sostenible. Sin embargo, siempre resulta más fácil exacerbar a los que, con razón, no quieren o no pueden esperar mucho tiempo, de manera que ahora los personajes que unidos pudieron haber sido una opción y conducido este proceso -ahora sin el mayor rubor- apoyan al “populismo” o a la “falta de madurez”, seguramente con la intención de seguir impulsando un proceso que cada vez será más difícil de remontar, ya que toca superar trabas estructurales o ampliar mercados externos, cada vez más competitivos y difíciles de penetrar.

En el caso que comentamos, al igual que en nuestro país, las pasiones pudieron más que la preservación de los valores, los principios y las políticas que estaban dando buenos resultados. Esto muestra la ausencia de estructuras políticas e ideologías, por lo que el peso de los libros escritos, la formación profesional de algunos, el peso específico de otros, o lo que sea, serán irrelevantes ante la voluntad de quién gane las elecciones el domingo. Cabe la advertencia además, de que en la medida en que el personaje elegido aumente su popularidad, al distribuir lo ajeno, llegue a prescindir de los servicios de quienes de haber actuado de forma distinta hubieran sido los protagonistas del poder. Los populistas siempre prefieren rodearse de aquellos que alimentan su ego, lo que les hace perder la visión del largo plazo, que es lo que le hace falta a Bolivia y necesita el Perú para consolidar su actual estructura de crecimiento y de desarrollo, al margen de los gobernantes de turno, considerando que el Perú estaba en proceso de construir una sólida base económica y social, en la que predominaba la sociedad sobre el Estado.