Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 16:57



Expectativas en la economía: ¿valen?

Expectativas en la economía: ¿valen?
Se da el nombre de "expectativas" a las previsiones que los agentes realizan sobre la magnitud en el futuro de las variables económicas. El comportamiento de los agentes dependerá, lógicamente, de cuáles sean sus expectativas. Por ejemplo, las demandas salariales de los trabajadores, y las subidas que los empresarios están dispuestos a conceder, dependen de las expectativas que ambos tengan sobre el comportamiento de la inflación en el año. Para ello, suelen tomar en cuenta lo que ocurrió en el pasado, motivo por el cual, cada vez que se trata ese problema, vuelve al recuerdo la época de la hiperinflación ocurrida en el período de gobierno de la UDP en los años 80.

Sin embargo, es tan superficial el análisis, que bien vale la pena analizarlo con mayor serenidad y aplomo, especialmente para beneficio de las nuevas generaciones que simplemente no tienen la menor idea de lo que se está hablando, ni mucho menos de las características esenciales de este fenómeno ocurrido hace casi 30 años. 

En la actualidad, también estamos frente a un fenómeno de “expectativas colectivas”, pero que es muy distinta en sus orígenes, aunque puede ser similar en cuanto a las condiciones de la economía para hacerle frente. En la época de la UDP, cuando le tocó gobernar en los inicios del nuevo ciclo democrático en el año 1982, las expectativas colectivas se concentraron en la recuperación del poder de compra del salario, que había sido sistemáticamente reducido desde el año 1971, cuando gobernó el Gral. Banzer, luego de un cruento golpe de Estado. En efecto, desde 1971, hasta 1982, el salario real de los asalariados se redujo en un 40 por ciento , que es precisamente lo primero que le demandó al gobierno en esa época, en circunstancias en las que la economía no estaba en condiciones de satisfacer.

Ahora, con las promesas del establecimiento de un Socialismo del Siglo XXI y las reformas realizadas, que no tienen ninguna profundidad, desde el punto de vista estructural, la población boliviana, especialmente los más pobres e incluso parte de la clase media, tuvo la expectativa de que por fin había llegado la hora del cambio, con lo cual será posible “vivir bien”. Esta idea se fortaleció por la presencia de un espejismo de bonanza, que dio lugar a un gasto desenfrenado, producto de los excepcionales precios internacionales, el lavado de dólares provenientes del narcotráfico, las remesas internacionales, el contrabando y los recursos financieros, generosamente prestados o donados por Venezuela.

Sin embargo, por las connotaciones que tiene la economía, con un crecimiento reducido, niveles de producción estancados en los sectores productivos y una presencia desproporcionada de los servicios y la economía informal, ahora tampoco la economía tendrá las posibilidades de que la población, de manera sostenida y sistemática, pueda aspirar a “vivir bien”. Un tasa promedio del 4 por ciento anual, como vimos en una nota anterior, solo permitió un modestísimo aumento en la disponibilidad de bienes por persona en un 8 por ciento , lo que no es nada, para los efectos esperados.

En ambos casos, en la UDP, con la “desdolarización” y en el actual Gobierno, con la “nacionalización”, la estructura económica productiva no está en condiciones de lograr mayores niveles de producción. No hay capacidad de gestión, escala de producción y dominio tecnológico generalizado, tampoco hay mayores niveles de ahorro interno (10 por ciento del PIB), no de ahorro financiero que está depositado en los bancos, y, en consecuencia, de inversión productiva, mucho menos de inversión de riesgo, lo que a la larga trae consigo el fenómeno inflacionario, por los desajustes entre la oferta y la demanda.  

La develación de que la economía no puede soportar por mucho tiempo una política de subvención en el precio de los combustibles, cuyo bajo costo está falseando nuestra productividad y competitividad efectivas, agregado el hecho de que en algún momento se podría dar un nuevo gasolinazo, expresado públicamente, aunque también desmentido reiteradas veces, ha dado lugar a un fenómeno, muy particular en el comportamiento humano: la desconfianza y la necesidad de protección en torno a su economía personal y familiar. La historia ha dado siempre esa lección económica, que me imagino que en algún momento fue aprendida por las autoridades económicas del Gobierno. De hecho, todos los actores económicos, actualmente están abocados a estudiar sus costos y a proyectar cuáles serán los nuevos ajustes, especialmente en torno a los sueldos y salarios, el precio de los combustibles y el transporte, además del tipo de cambio, que es donde suelen buscar refugio aquellas personas que tienen algún excedente económico. No podrán hacerlo en oro, minerales u otras materias primas, inclusive alimentos, como está ocurriendo a nivel de los mercados internacionales. Tampoco en valores o acciones, ya que nuestra bolsa se limita básicamente a las transacciones de dinero.