Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 11:24



Los medios y la revolución tunecina

Los medios y la revolución tunecina
El miércoles último la Deutsche Welle en su más importante programa de opinión, presentó un reportaje sobre la dictadura y el último estalinista europeo: Bielorrusia, gobernada hace casi dos décadas por Lukashenko. Lo menos que dijeron es que la Comunidad Europea debía actuar para que no se repita lo que “hizo” Miloshevich en Yugoslavia. Es decir, hay que bombardear Bielorrusia y acabar como con Miloshevich, en una cárcel de La Haya. Lo que no aclaran es que Milosevich fue envenenado y Kosovo, el pretexto para la destrucción final de la Federación Yugoslava, ahora dirigida por terroristas y narcotraficantes.

Mientras se dedicaban a Bielorrusia - el país más próspero del territorio exsoviético, donde no hay privatizaciones y salud y educación siguen siendo gratuitos - apenas se referían a la insurrección popular que triunfaba en Túnez el 14 y donde lograban cuestionar en las calles al continuismo de la dictadura de Ziri-el-abidin-Ben Alí. Nombre tan largo como las uñas de su mujer que escapaba a Europa con una tonelada y media de lingotes de oro.

Hasta el 17 de diciembre, Túnez parecía un país paradisíaco, la gente estaba feliz y no pasaba nada. El FMI y el BM lo habían calificado como uno de los que cumplía ejemplarmente sus recetas. Igual que Menem o Sánchez de Lozada o ahora Alan García o Piñera. Ese 17D, al joven informático Mohamed Buoazizi, le decomisaron la carretilla en la que vendía vegetales. Profesional de 26 años, sin trabajo, perdía su único instrumento de sobrevivencia, no tenía patente de vendedor. Desesperado se prendió fuego y murió el 4 de enero. Pero

Mohamed no era un caso único. Poca gente se enteraba que en Túnez había una feroz dictadura de 23 años, que no había libertad de prensa, de expresión; que los partidos progresistas o de izquierda estaban ilegalizados; que había cientos de presos políticos. La desocupación era la más alta del Magreb, había miseria. Mientras al lado de los barrios pobres florecían los hoteles y centros de esparcimiento para los turistas, el comercio sexual de menores (con los legionarios de Berlusconi), cientos de miles, sobre todo jóvenes no tenían trabajo. 

La inmolación de Mohamed fue la chispa que incendió la pradera. Una dictadura menos; pero ante todo un mensaje para Argelia y Egipto, Marruecos. Han comenzado a hablar del comienzo de la revolución árabe. Puede ser. En todo caso es una gran bofetada a los medios que se ocupan de Cuba, Irán, la RPD coreana o Venezuela y Bielorrusia y silencian a las verdaderas dictaduras.