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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Personas con VIH: entre la lucha por vencer la COVID-19 y la muerte silenciosa

Durante la cuarentena, algunos pacientes cortaron su tratamiento médico por falta de acceso. No hay registros oficiales de las personas con VIH contagiadas con COVID-19 ni de las muertes a raíz de esta causa. El índice de vacunación entre el grupo es bajo. 

Marcelo Cartagena, representante en Cochabamba de la Red Nacional de Personas que Viven con el VIH-SIDA en Bolivia.
Marcelo Cartagena, representante en Cochabamba de la Red Nacional de Personas que Viven con el VIH-SIDA en Bolivia.
Personas con VIH: entre la lucha por vencer la COVID-19 y la muerte silenciosa

Luego de permanecer casi un año totalmente aislada para resguardarse de un nuevo virus que ponía en vilo al planeta, Marta (nombre ficticio), decidió salir para averiguar cuándo iba a recibir la vacuna contra el coronavirus COVID-19, considerando que ella pertenecía a un grupo vulnerable: tenía el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). 

Como uno de esos hechos tan fortuitos y desgraciados, aquella salida le costó contagiarse con el coronavirus y su cuerpo, de poco más de 50 años, con desventajas propias del VIH, no resistió. 

“Ella se resguardó toda la pandemia. Después hubo un espacio para que las personas se movilizaran, en febrero o marzo de este año, y ella vino al CDVIR (Centro Departamental de Vigilancia, Información y Referencia) para ver el tema de las vacunas. Justo se contagió con COVID-19 y, lamentablemente, murió”, relata Freddy Zambrana, coordinador del Programa Departamental ITS/VIH/SIDA-HV de Cochabamba, quien la conoció de cerca gracias a su participación activa en la institución.

Su historia es una más de tantas que se repiten entre el sector. La pandemia los acorraló desde todos los ejes: había incertidumbre respecto a cuán grave podría ser para su salud el coronavirus; a nivel económico, ante la falta de trabajo y oportunidades laborales; y la escasez de sus medicamentos antirretrovirales (ARV) durante la cuarentena rígida.

Marta era madre de dos hijos, se cuidaba mucho, cumplía a cabalidad con su tratamiento y tenía muchas ganas de vivir. El temor frente a la        COVID-19 la llevó a aislarse, igual que otras personas en su misma condición. De hecho, durante el confinamiento, recibía los medicamentos en su casa, no tenía contacto con las personas, solo dejaba una bandeja en la puerta para que depositen ahí los antirretrovirales y luego los desinfectaba. Sin embargo, al final la muerte la alcanzó. 

Aprender a vivir con la enfermedad. Asumir la responsabilidad del cuidado propio y salir adelante pese a la adversidad. Eso es algo que todas las personas que tienen VIH aprenden desde que reciben su diagnóstico, pero, al igual que el resto, no estaban preparadas para una pandemia como esta. 

El representante en Cochabamba de la Red Nacional de Personas que Viven con el VIH-SIDA en Bolivia (Redbol), Marcelo Cartagena, y el vicepresidente del Consejo de Sida Departamental de Cochabamba, Willan Montaño, coinciden en que, aproximadamente, entre 7 y 10 personas con VIH fallecieron a causa del coronavirus este último año solo en el departamento, aunque no hay ningún registro oficial, lo que quizá podría elevar la cifra.

Cartagena vio de cerca la crueldad de la COVID-19. Su amigo, Víctor (nombre ficticio), de 61 años, es otra de las víctimas del nuevo virus. Su muerte fue rápida e inesperada para quienes lo conocían. Pese a que solía compartir casa con algunos amigos que también tenían VIH, pasó sus últimos días solo en una habitación que guardó sus secretos hasta el final. 

El coronavirus llegó a su cuerpo en julio del año pasado. Un día, sin previo aviso, Víctor comenzó a sentirse mal, a tener agotamiento y cansancio. “Se fue a hacer la prueba un lunes y cuando volvió me dijo que me vaya a mi casa, ‘creo que tengo COVID’. Me fui, y el viernes, él murió”, relata Roberto (nombre ficticio), también portador del VIH, amigo cercano de Víctor y uno de los últimos en verlo antes de morir, ya que vivía con él. 

La muerte llegó rápido para este hombre, no solo por tener el VIH, sino también porque acarrea-ba varios problemas de salud, como diabetes y presión alta. Además, había tenido un cuadro de depresión las semanas previas. 

Ricardo (nombre ficticio), de 38 años, es otra persona con VIH que murió a causa del coronavirus, el 15 de febrero de este 2021. Pasó sus últimos días entre Cochabamba y Santa Cruz. Pese a contar con un estado de salud estable, según relata Roberto, no pudo sortear a la muerte. 

Así, hay otros casos que quedaron en el silencio, muchas veces por la falta de ayuda y el temor a ser rechazados por su diagnóstico. 

Cartagena relata que varias personas acudieron a él para pedirle colaboración y conseguir espacios en los hospitales, pero en la época crítica de colapso sanitario no se pudo hacer mucho. “Personas que tomaban sus medicamentos antirretrovirales, igual fallecieron”, dice. 

Entre las causas a las que se podría atribuir los decesos, Willan Montaño explica que pueden ser la poca atención hospitalaria, la falta de recursos económicos que les imposibilitó conseguir medicamentos, y la alta exposición que tuvieron debido a que muchas personas con VIH son comerciantes. “Dicen que el SUS (Sistema Único de Salud) es gratuito y te cubre todo, y no es así. Nosotros hemos visto fallecer a personas por falta de oxígeno. Hasta líderes activistas fallecieron por no tener un espacio adecuado”, asegura Montaño.

Asimismo, el colapso del sistema de salud no solo perjudicó a las personas con VIH que se contagiaron con COVID-19, sino también a otras que llegaron hasta los hospitales por cuadros graves de SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), como el caso de Érica (nombre ficticio), de 58 años. 

La familia de la mujer recibió la noticia por sorpresa ya que nunca se hizo el diagnóstico porque creía que era “imposible” que le suceda a ella, pese a que su esposo, José (nombre ficticio), de 45 años, vive con el VIH. “Nunca se hizo la prueba porque con ella hace nueve años que no teníamos ninguna relación (sexual)”, explica José. 

Cuando llegaron al hospital, el 8 de marzo, descubrieron que la mujer ya estaba en etapa de SIDA. Arrastraba problemas en los pulmones desde 2015. “Ella iba ocultando sus síntomas hasta que llegó el día en que ya no podía respirar”. 

Con un diagnóstico de tuberculosis, sus pulmones quedaron irreversiblemente dañados. Nueve días después de su internación, falleció. “La lloramos todos en ese momento porque no estábamos preparados para que nos deje. No la vimos desde que entró al hospital hasta que falleció; ni nos pudimos despedir”, relata José. 

Además, asegura que los médicos que atendieron a su esposa incumplieron con el derecho a la confidencialidad que protege a las personas con VIH y que contaron el diagnóstico de la mujer a toda su familia, lo que generó rechazo inmediato. “Al saber eso, nuestra familia ya no quiso acercarse. Ya somos los nuevos leprosos del siglo XXI. Nos ven como los inmundos de la humanidad. Yo vi eso porque a mi esposa ya no le quisieron atender más (los médicos)”, señala. 

Luego de la muerte de su pareja, José se quedó solo con la hija en común de ambos, de 15 años, y tuvo que afrontar el rechazo de su entorno y las deudas que quedaron. “El SUS no cubre todo, nos dejó con muchas deudas, pero ya hemos podido salir de eso”, afirma. 

José es trabajador independiente, realiza ventas por internet para sustentarse. Conoció que tenía el VIH hace un año, de forma casual, cuando se hizo hacer unos análisis generales antes de una operación. Inició su tratamiento con los     antirretrovirales cuatro meses después de su diagnóstico debido a que la cuarentena rígida le impidió movilizarse. Ahora sigue su camino junto con su hija.

Al igual que la muerte inexorable e intempestiva, también hay quienes cayeron ante el coronavirus y lo vencieron, como una lucha más, de esas a las que “ya están acostumbrados”, según dicen. 

SOBREVIVIENTES DE LA COVID Y EL VIH

El Virus de la Inmunodeficiencia Humana ataca al sistema inmunitario del cuerpo, por ende, baja las defensas de su portador. Ante esto, la COVID-19 puede aparecer como una enfermedad oportunista. Aún no se tiene información clara del nivel de afectación que puede  tener sobre estas personas. 

Para muchos, enfermar con coronavirus no solo los ponía en indefensión médica, sino también social ya que su diagnóstico con VIH no era de conocimiento familiar y la exposición es algo que prefieren evitar por temor a la discriminación.

“Me puse a pensar: tengo COVID-19 y qué pasa si mi familia se entera que tengo VIH, creo que sería peor”, confiesa Zelin (nombre ficticio), de 41 años, oriundo de Tarija, quien vive con el VIH hace casi una década.  

Antes del diagnóstico, Zelin era maestro de matemática, pero luego comenzó a dedicarse al activismo por los derechos de las personas en su condición.  “El hecho de saber que este nuevo virus podía afectar a nuestra salud ha hecho que muchos nos escondamos, con un estrés y preocupación extrema. Había un temor muy grande”, cuenta. 

Se contagió con la COVID-19 en abril de este año. Pese a que transitó la enfermedad con tranquilidad, tuvo mucho temor los primeros días. “Me dio dolor de cabeza, fiebre; me asusté. Temía que iba a morir porque no estaba con nadie, estaba solo en mi cuarto. Yo creo que me desmayé”. 

Tenía aplicada la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19, lo que cree le ayudó a superar la enfermedad. 

Por otro lado, el activista y facilitador del Instituto para el Desarrollo Humano Bolivia (IDH), Willan Montaño, de 49 años, comprende bien la realidad de su sector porque él también atravesó el coronavirus. 

Montaño vive con el VIH hace 16 años, pero toma los antirretrovirales solo desde hace 3 debido a que siempre llevó una buena calidad de vida. 

Se enteró que tenía COVID-19 casualmente en enero pasado. Al volver de unas vacaciones se hizo el examen de forma rutinaria y descubrieron que tenía el virus. “Cuando ya me enteré, me vino mucha angustia y dolor de garganta. Traté de combatir con cosas caseras, solo tomar el medicamento específico para la garganta, no todo el tratamiento porque algunos medicamentos para las personas con VIH pueden ser contraindicados”, cuenta. 

Tuvo el virus alrededor de un mes, la carga viral permanecía alta en su cuerpo, lo que le generó estrés y preocupación ya que él vive solo. “Me estaba enfermando más a nivel psicológico pensando ‘por qué no me sale negativo’”. 

Sin embargo, el apoyo de sus amigos fue fundamental para animarlo y ayudarle a conseguir sus remedios y alimentos. Además, permaneció activo en lo laboral para estar ocupado y no deprimirse. “Yo decía: ‘si me pasa algo, quién me ayuda, a quién pido auxilio’. Esa era mi mayor dificultad. Es muy preocupante escuchar las noticias y ver fallecer a tanta gente”.

Las cifras de nuevos casos de COVID-19 que se muestran día a día tienen rostros detrás, al igual que los recuperados. Por ejemplo, Mauricio (nombre ficticio) y Juan (nombre ficticio), son dos personas que viven con VIH y tuvieron la fortuna de vencer al coronavirus. 

Mauricio, de 20 años, cuenta que la pandemia lo afectó más a nivel emocional debido al aislamiento obligatorio, pero también tuvo miedo de que su familia se entere que es portador del VIH. 

Entre tanto, Juan, de 32 años, cayó con el coronavirus en julio de este año. Transitó la enfermedad de forma relativamente tranquila, aunque sí tuvo un cuadro de neumonía. Cree que tener las dos vacunas lo ayudó. 

La pandemia llegó para todos de una forma particular. Algunos transitaron el contagio en soledad, pero otros lo padecieron en familia, como es el caso de Marco (nombre ficticio), su esposa y sus tres hijos, quienes se contagiaron con la COVID-19, en julio del año pasado. 

Marco y su esposa viven con el VIH hace 15 años, pero ninguno de sus hijos es portador. “Como ya tengo el diagnóstico de VIH, yo estaba pensando lo peor”, afirma.

Recurrió a la telemedicina para atenderse con sus galenos de cabecera y aplicó el tratamiento anticovid rápidamente porque su cuadro comenzó a complicarse. “En la noche, no podía respirar, tenía una sensación de asfixia, estaba desesperado. La vi cerca (la muerte)”. 

Su mamá fue su fiel compañera durante sus   días enfermo, tanto que también se contagió con el virus. En cambio, su esposa y sus hijos pasaron la enfermedad con un poco más de tranquilidad. 

Marco cuenta que tener VIH es una forma de ser más fuerte y estar preparado para todo. “Vivir con el VIH te prepara para soportar todo tipo de cosas, es una cosa más, una cosa menos, ya nos ha entrenado. Por eso, lo asumí como una enfermedad oportunista más (COVID-19), solo me preocupaba mi esposa y mis hijos”, asevera. 

Luego de vencer al coronavirus les quedó secuelas, como la falta de gusto por un tiempo prolongado, el cansancio y la fatiga. Pero, además, algunas deudas porque gastaron todos sus ahorros en los medicamentos. Sin embargo, hoy agradecen el hecho de estar vivos. 

POCA ATENCIÓN Y  MEDICAMENTOS VENCIDOS

Otro de los problemas que atravesaron las personas con el Virus de Inmunodeficiencia Humana fue que sus médicos designados dejaron de atenderlos una vez que inició la pandemia. 

Antes de que llegue la crisis sanitaria, los pacientes nuevos con VIH iban cada mes al CDVIR, y los más antiguos cada dos meses, para conocer su estado de salud y recoger sus antirretrovirales. Asimismo, accedían a los laboratorios necesarios según requerimiento. “Se cortó eso y solo se limitaron a extender recetas”, afirma el representante de Redbol.  

En relación a las internaciones que algunas personas con VIH requerían, estas también quedaron paralizadas. “Nos decían que no era que no querían atender, sino que también tenían que cuidar al paciente y que yendo al hospital se podía contagiar con COVID-19. Se pasó una situación muy terrible por la falta de internación. Entendí que no era su culpa, pero ¿qué se hace en situaciones así?”, añade. 

Actualmente, existen denuncias en el CDVIR bajo el concepto de “no atención del médico”, debido a la negativa que recibieron varios pacientes o algunos malos tratos en el momento de la consulta. 

También tuvieron complicaciones cuando les entregaron sus antirretrovirales con fechas casi vencidas, según indica Cartagena. “Estaban dando medicamentos para dos meses y vencía dentro de un mes. Le dijimos al responsable del Programa que lo que estaban haciendo era un atentado a la salud”. 

Por su parte, el responsable del Programa Departamental ITS/VIH/ SIDA-HV en Cochabamba, José Antonio Álvarez, reconoció que sí se les dio los   antirretrovirales con una fecha de vencimiento bastante próxima, pero argumentó que el problema fue que la pandemia impidió la importación habitual. “Se entregó medicamentos con fecha de vencimiento corto, pero nos han hecho llegar a tiempo. Tenemos abastecido el tema de los medicamentos”, señala.

En el caso de la colaboración a las personas con VIH que se contagiaron con COVID-19, asegura que se apoyó mediante los líderes y la        gestión de espacios en hospitales. En el CDVIR solo se hizo triaje y se atendió los casos más  urgentes debido a la falta de espacio y personal, porque ellos también se contagiaron. 

Sin embargo, Willan Montaño indica que no se elaboró un plan de contingencia frente a la emergencia sanitaria, pese a que se solicitó varias veces a los encargados. “Le hemos pedido porque se puede volver a pasar por esto en la cuarta ola, pero a veces no dan prioridad”. 

PROBLEMAS EN EL ABASTECIMIENTO     DE ANTIRRETROVIRALES

Cuando se decretó la cuarentena rígida para contener el avance del coronavirus en el país, el grupo de personas que viven con el VIH entró en apuros porque no sabía cómo iba a recoger sus medicamentos o hacer sus controles. Los más afectados fueron quienes viven en provincias alejadas. 

“Ha sido muy duro para todos y más aún para las personas que sí necesitaban recoger su tratamiento. Pero hemos sabido responder a esa necesidad”, asegura Álvarez. 

Sobre el tema, el coordinador del Programa Departamental ITS/VIH/ SIDA-HV de Cochabamba menciona que se entregó los antirretrovirales en la puerta de las casas de los pacientes. “En toda esta pandemia no hemos tenido problemas con el abastecimiento, ni durante la cuarentena”, dice.  

Sin embargo, no es una realidad que comparten todos los pacientes. “No podíamos recoger nuestros medicamentos. Teníamos que ir en bicicleta desde Quillacollo hasta el CDVIR, era toda una odisea”, cuenta Marco (nombre ficticio), de 40 años, quien vive con el VIH hace 15. 

Comenta que el SEDES sí ayudó a repartir los medicamentos, pero no podía llegar a todos, así que tuvieron que ayudar a entregar. Además, resalta que tuvieron que presionar muchas veces para obtener respuesta. 

Por su parte, Juan también asegura que tuvo problemas para recibir sus remedios. “Nos cambiaron de medicamento porque se había acabado y tuvimos que esperar un mes”, dice. 

Para llevar los antirretrovirales a otros municipios se utilizó las unidades móviles, que solo accedían hasta ciertos puntos. Por ejemplo, en Cochabamba, hacia el lado del Valle Alto, llegaban a Punata y los que vivían más lejos, como en Tiraque, tenían que ir hasta ese punto a pie. Otro caso fue de una familia que vive en Cliza, en la que todos sus integrantes tienen VIH, incluido niños. “Mi wawita ya no tiene, está dos días sin tomar (medicamento)”, le dijo la madre a Marcelo en el momento de pedir ayuda.  

El trabajo en conjunto fue clave para tener resultados positivos. Se pidió la colaboración de ambulancias y del personal médico; cada vez que alguien iba hasta otra provincia aprovechaban de mandar los antirretrovirales. 

“Seguro que no hemos cubierto a todos, algunos han debido dejar de tomar sus medicamentos, y es por eso que pedimos que se haga un plan de emergencia para situaciones como esta”, asegura el activista Montaño.

Los bloqueos por conflictos políticos el año pasado también perjudicaron la entrega. 

“Actualmente, no están llegando los medicamentos. Están entregando para 15 días nomás. Dicen que están en Aduana y no pueden salir”, comenta Cartagena. 

El sector permanece en vilo por la falta de certeza respecto a la dotación de los remedios, que deben tomar cada día.  

CANASTA FAMILIAR 

La pandemia generó dos crisis, la primera a nivel de salud, y la segunda, económica. Muchas personas perdieron sus empleos, entre ellos, por supuesto, varios con VIH. 

Esto movilizó a los líderes del sector, como Willan y Marcelo. 

Se empleó un dinero acumulado de una fundación que atiende pacientes con VIH para comprar víveres. Inicialmente, estaba pensado ayudar a 37 familias de Cochabamba, pero se dieron cuenta que era muy poco. 

Luego, se unieron a la Defensoría del Pueblo, que colaboró en la gestión de ayuda y recibieron arroz, azúcar, aceite y otros productos más. Marcelo y su amigo Roberto iban a pie desde el centro hasta el oeste de la ciudad para armar las canastas junto con Willan. 

La meta cambió, querían llegar a 100 familias. Con colaboración de la Gobernación y, posteriormente, de la Alcaldía, llegaron a 1.000.

Sin romantizar el acto de servir al prójimo, el trabajo de estos líderes fue, muchas veces, arriesgado. En pleno rebrote y con el coronavirus al límite en toda la ciudad, salieron a entregar los víveres para ayudar a su sector. “En Sacaba sentí miedo, era cuando el auge del coronavirus estaba ahí y tuvimos que ir a llevar las canastas. Al final, fuimos y entregamos. Yo le decía a mi hijo que eso me hace feliz”, afirma Cartagena. “Muchos corrían a recoger lo que llevábamos y aún así era insuficiente”, añade.

CIFRAS QUE NO BAJAN Y SUBREGISTRO

Los casos son más que números. Detrás hay historias de personas que luchan por vivir. Con los años, las cifras no bajan. 

Según información del Programa Nacional ITS/VIH/SIDA-HV, desde 1984 hasta marzo de 2021 se registraron 29.577 casos de personas con VIH en Bolivia, de los cuales 6.890 fallecieron y 23.231 continúan activos. 

La última franja se divide entre aquellos que reciben el tratamiento médico con antirretrovirales, 12.736 personas, y los que no realizan ningún tratamiento, 10.495 personas.

Las edades entre las que más se identifica la transmisión del virus está entre los 15 y los 49 años, aunque también hay niños. Y la prevalencia por género está en el sector masculino, un total de 15.082 casos son varones y 8.148, mujeres. 

El eje troncal del país alberga el 85% de las personas con VIH en Bolivia: Santa Cruz tiene 13.189 (516 nuevos hasta junio de 2021), La Paz suma 6.672 (329) y Cochabamba registra 5.731 (251).

Preliminarmente, el Ministerio de Salud, tiene un registro de 1.365 nuevos casos entre enero y junio de 2021.

El coronavirus también afectó el trabajo de actualización del registro oficial. En mayo de 2020, el número de casos por mes descendió hasta las 100 notificaciones, una de las cifras más bajas en los últimos años. Pero, la tendencia volvió a subir en noviembre superando los 300 casos. 

Sobre el punto, Cartagena asegura que este último año no se hicieron membresías nuevas para unir a más personas a la Redbol, lo que puede dar un indicio de que hay más casos sin ser registrados, sobre todo en las provincias. 

Por su parte, Álvarez reconoció que sí tuvieron dificultades en el momento de hacer el registro de nuevos casos desde que empezó la crisis sanitaria. “Han disminuido los casos, puede ser por falta de acceso, pero también podría ser que no se dio los factores de riesgo, que son las fiestas, (el consumo) de bebidas”, dice. 

Reforzando la idea, Zambrana también admite que puede existir un subregistro de nuevos positivos por la dificultad que generó la pandemia. “Ha habido la disminución de casos, pero creemos que es porque no se han hecho la prueba de VIH. Todavía hay mucho miedo de ir a un centro de salud por el temor al contagio de la COVID-19”, afirma. 

VACUNACIÓN A PASO LENTO

Al ser considerados de un grupo vulnerable, las personas con VIH fueron de las primeras en exigir la vacuna anticovid. Aunque no fue fácil acceder porque no los incluyeron en el calendario inicial; la persistencia logró la conquista. 

Cartagena y Montaño aseguran que tuvieron que presionar al Servicio Departamental de Salud (SEDES) de Cochabamba para que se tome en cuenta a las personas con VIH en las primeras dosis de la vacuna que recibió el   departamento.  

En mayo de este 2021, se logró empezar la vacunación con 1.000 dosis en Cochabamba, de las cuales solo se aplicaron 467 en aquel momento. No hay datos oficiales de cuántas personas más se inocularon hasta la fecha.

“Como había tanta mala información, algunas personas no querían vacunarse, se resistían. Estaba programado, por día, 30 personas, pero a veces solo había 10”, cuenta Cartagena.

“Al principio no quería vacunarme. De hecho, tampoco quería tomar mis antirretrovirales hace unos años. Uno se siente como basura, como inservible, piensa que tiene que morirse. Pero ahora pienso todo lo contrario. No hay que no puedo, hay que cumplir los sueños”, confiesa Marco sobre el tema.

Por su parte, Álvarez indica que sí hicieron las gestiones para lograr las vacunas para este sector, pero hubo muy poca afluencia. 

La poca información jugó en contra para que la inmunización avance. Se tuvo que hacer mucho trabajo de concientización y promoción para que las personas vayan a los puntos.

Luego de esa experiencia se determinó que los pacientes se hagan inmunizar en los centros abiertos al público general. Aunque también hay denuncias de que algunas enfermeras no les querían aplicar la dosis y los enviaban al CDVIR. “Se tendría que haber vacunado, eso es un poco de la ignorancia del personal médico”, reconoce Álvarez.

Frente a la falta de información oficial sobre los portadores con VIH que fueron afectados por la COVID-19, la Redbol trabaja en un proyecto para conocer cuántas personas de su sector se contagiaron con el coronavirus o fallecieron a causa de la enfermedad.  

El temor, la soledad y la angustia son sentimientos por los que la mayoría de las portadores de VIH han pasado. Pero, desde el momento en que decidieron pelear por vivir, el resto se convierte en batallas menores. 

“Estar aquí es pasajero para todos, al final entraremos a lo mismo. No tengo miedo, tengo que gozar de cada momento que respiro”, afirma José, con una tranquilidad que marca su rostro.  

Este ánimo es parte de su “empoderamiento” como grupo vulnerable. “Con VIH o sin VIH se tiene que continuar y dejar un legado”, coincide Marco, quien estudió Derecho y tiene el sueño de ayudar a las personas con VIH y colectivos de diversidades sexuales. 

Tener VIH, superar el golpe de la noticia y seguir. Así es la vida de la mayoría de los casos positivos. La pandemia los volvió a sacudir. Pero, para ellos, que luchan cada día, esto se volvió otra prueba que, aunque algunos hayan   caído en el camino, no les quita las ganas de salir adelante.